Este blog desea servir de vehículo de encuentro y de divulgación de los mitos latinoamericanos, para contribuir a que los antiguos personajes y situaciones simbólicas arquetípicas se contacten de nuevo con nuestras conciencias, despertando esa antigua habilidad que tenían nuestros antepasados de leerlas intuitivamente y de servirse de ellas como alimento espiritual. Para contextualizar el tema recomendamos iniciar con las lecturas de Pueblos indígenas en Latinoamérica, Pueblos indígenas en Colombia, Sentir Indígena, Definición de Mito,Consecuencias de olvidar los mitos, Mitos en Latinoamérica, Formas del Mito y Mitos de Creación. En estos últimos se desea hacer un especial énfasis.


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jueves, 28 de febrero de 2008

Venezuela - Mito Warao - Origen del fuego, el sol y la luna



Warao es un pueblo indígena venezolano que habita el delta del Orinoco y parte del sur del estado Monagas compuesto por más de 36.000 personas. Esta historia se tomó de la página web Cuentos y Leyendas Americanas:
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En un principio la gente vivía en la oscuridad. Los warao buscaban yuruma en tinieblas y sólo se alumbraban con candela que sacaban de la madera. En ese entonces, no existía el día ni la noche.
Un hombre que tenía dos hijas supo un día que había un joven dueño de la luz. Llamó entonces a su hija mayor y le dijo:
-Ve donde está el joven dueño de la luz y me la traes.
Ella tomó su mapire y partió. Pero encontró muchos caminos por donde iba, y tomó el que la llevó a la casa del venado. Allí conoció al venado y se entretuvo jugando con él.
Luego regresó donde su padre, pero no traía la luz. Entonces el padre resolvió enviar a la hija menor:
-Ve donde está el joven dueño de la luz y me la traes. La muchacha tomó el buen camino y después de mucho andar, llegó a la casa del dueño de la luz.
Vengo a conocerte -le dijo, a estar contigo y a obtener la luz para mi padre.
Y el dueño de la luz le contestó:
-Te esperaba. Ahora que llegaste, vivirás conmigo.
El joven tomó una caja, el torotoro, que tenía a su lado, y con mucho cuidado, la abrió. La luz iluminó sus brazos y sus dientes blancos. Y también el pelo y los ojos negros de la muchacha.
Así, ella descubrió la luz, y el joven, después de mostrársela, la guardó.
Todos los días, el dueño de la luz la sacaba de su caja y hacía la claridad para divertirse con la muchacha.
Así pasó el tiempo. Jugaban con la luz y se divertían. Por fin, la muchacha recordó que tenía que volver con su padre y llevarle la luz que había venido a buscar.
El dueño de la luz, que ya era su amigo, se la regaló:
-Toma la luz. Así podrás verlo todo.
La muchacha regresó donde su padre y le entregó la luz encerrada en el torotoro. El padre tomó la caja, la abrió y la colgó en uno de los t:roncos que sostenían el palafito. Los rayos de luz iluminaron el agua del río, las hojas de los mangles y los frutos del merey.
Al saberse en los distintos pueblos del Delta del Orinoco que existía una familia que tenía la luz, comenzaron a venir los warao a conocerla. Llegaron en sus curiaras desde el caño Araguabisi, del caño Mánamo y del caño Amacuro. Curiaras y más curiaras llenas de gente y más gente.
Llegó un momento en que el palafito no podía ya soportar el peso de tanta gente maravillada con la luz. Y nadie se marchaba porque no querían seguir viviendo a oscuras, porque con la claridad la vida era más agradable.
Por fin, el padre de las muchachas no pudo soportar más a tanta gente dentro y fuera de su casa.
-Voy a acabar con esto -dijo- Si todos quieren la luz, allá va.
Y de un fuerte manotazo, rompió la caja y lanzó la luz al cielo. El cuerpo de la luz voló hacia el Este y la caja hacia el Oeste. Del cuerpo de la luz se hizo el sol. Y de la caja en que la guardaban, del torotoro, surgió la luna.
De un lado quedó el sol y del otro, la luna.
Pero como todavía llevaban la fuerza del brazo que los había lanzado, el sol y la luna marchaban muy rápido. El día y la noche eran muy cortos, y amanecía y oscurecía a cada rato.
Entonces el padre le dijo a su hija menor:
-Tráeme un morrocoy pequeño.
Y cuando tuvo en sus manos el morrocoy, esperó a que el sol estuviera sobre su cabeza y se lo lanzó, diciéndole:
- Toma este morrocoy. Es tuyo, te lo regalo. Espéralo. Desde ese momento, el sol se puso a esperar al morrocoycito. Y al otro día, cuando amaneció, el sol iba poco a poco, como el morrocoy, como anda hoy en día, alumbrando hasta que llega la noche.




Chile - Mito Mapuche - Origen del fuego

Pueblo originario del actual Chile. Ocupó desde la región de Coquimbo, hasta el sur en la zona de Puerto Montt. A la llegada de los conquistadores, superaban el millón de personas y nunca pudieron ser dominados por los españoles. Actualmente hay un movimiento de recuperación de sus aspectos culturales, su reconocimiento como etnia y de recuperación de sus tierras. El presente relato fue recogido y adaptado de Cuentos y Leyendas Americanas:
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Los dioses y demonios eran luminosos. Entre estos, el poderoso Cheruve. Cuando se enojaba, llovían piedras y ríos de lava. A veces el Cheruve caía del cielo en forma de aerolito. Los antepasados reviven en la bóveda del cielo nocturno. Cada estrella es un antiguo abuelo iluminado que caza avestruces entre las galaxias. El Sol y la Luna dan vida a la Tierra como dioses buenos. Son el Padre y la Madre. Se les saluda cada vez que salen. La Luna, cada veintiocho días, divide el tiempo en meses.

En una gruta vivía una familia: Caleu, el padre, Mallén, la madre y Licán, la hijita. Una noche, Caleu se atrevió a mirar el cielo de sus antepasados y vió un signo nuevo, extraño, en el poniente: una enorme estrella con una cabellera dorada. Preocupado, no dijo nada a su mujer y tampoco a los indios que vivían en las grutas cercanas. Aquella luz celestial se parecía a la de los volcanes, ¿traería desgracias?, ¿quemaría los bosques?. Aunque Caleu guardó silencio, no tardaron en verla los demás indios. Hicieron reuniones para discutir qué podría significar el hermosos signo del cielo. Decidieron vigilar por turno junto a sus grutas.

El verano estaba llegando a su fin y las mujeres subieron una mañana muy temprano a buscar frutos de los bosques para tener comida en el tiempo frío. Mallén y su hijita Licán treparon también a la montaña.

-Traeremos piñones dorados y avellanas rojas -dijo Mallén.

-Traeremos raíces y pepinos del copihue -agregó Licán

La niña acompaño otras veces a su madre en estas excursiones y se sentía feliz.

-Vuelvan antes de que caiga la noche -les advirtió Caleu.

-Si nos sorprende la noche, nos refugiaremos en una gruta que hay allá arriba, en los bosques -lo tranquilizó Mallén.

Las mujeres llevaban canastos tejidos con enredaderas. Parecía una procesión de choroyes, conversando y riendo todo el camino. Allá arriba había gigantescas araucarias que dejaban caer lluvias de piñones. Y los avellanos lucían sus frutas redondas, pequeñas, rojas unas, color violeta y negras otras, según iban madurando.
No supieron cómo pasaron las horas. El Sol empezó a bajar y cuando se dieron cuenta, estaba por ocultarse. Asustadas, las mujeres se echaron los canastos a la espalda y tomaron a sus niños de la mano.

-¡Bajemos, bajemos! -se gritaban unas a otras.

-No tendremos tiempo. Nos pillará la noche y en la oscuridad nos perderemos para siempre -advirtió Mallén.

-¿Qué haremos entonces? -dijo la abuela Collalla, que no por ser la más vieja, era la más valiente.

-Yo sé donde hay una gruta por aquí cerca, no tenga miedo, abuela -dijo Mallén.

Guió a las mujeres con sus niños por un sendero rocoso. Sin embargo, al llegar a la gruta, ya era de noche. Vieron en el cielo del poniente la gran estrella con su cola dorada. La abuela Collalla se asustó mucho.
-Esa estrella nos trae un mensaje de nuestros antepasados que viven en la bóveda del cielo -exclamó.

Licán se aferró a las faldas de su madre y lo mismo hicieron los demás niños.

-Vamos, entremos a la gruta y dormiremos bien juntas para que se nos pase el miedo -dijo Mallén.

-Eso sería lo mejor, murmuró Collalla, temblorosa.

Ella conocía viejas historias, había visto reventarse volcanes, derrumbarse montañas, inundaciones, incendios de bosques enteros.

No bien entraron a la gruta, un profundo ruido subterráneo las hizo abrazarse invocando al Sol y la Luna, sus espíritus protectores. Al ruido siguió un espantoso temblor que hizo caer cascajos del techo de la gruta. El grupo se arrinconó, aterrorizado. Cuando pasó el terremoto, la montaña siguió estremeciéndose como el cuerpo de un animal nervioso. Las mujeres palparon a sus hijos, no, nadie estaba herido. Respiraron un poco y miraron hacia las boca blanquecina de la gruta: por delante de ella cayó una lluvia de piedras que al chocar echaban chispas.

-¡Miren! -gritó Collalla. ¡Piedras de luz! Nuestros antepasados nos mandan este regalo.

Cómo luciérnagas de un instante, las piedras rodaron cerro abajo y con sus chispas encendieron un enorme coihue seco que se erguía al findo de una quebrada. El fuego iluminó la noche y las mujeres se tranquilizaron al ver la luz.

-La estrella con su espíritu protector mandó el fuego para que no tengamos miedo -dijo la abuela Collalla riendo.

Niños y mujeres también rieron, aplaudiendo el fuego. El grupo silencioso contempló las llamas como si fueran el mismo Padre Sol que hubiera venido a acompañarlas. Se sentaron junto a la gruta, oyendo crepitar las llamas como música desconocida. Al rato, llegaron los hombres desafiando las tinieblas por buscar a sus niños y mujeres. Caleu se acercó al incendio y cogió una llama ardiente; los otros lo imitaron y una procesión centelleante bajó de los cerros hasta sus casas. Por el camino iban encendiendo otras ramas para guiarse. Al otro día, oyéndo el relato de las piedras que lanzaban chispas, los indios subieron a recogerlas y al frotarlas junto a ramas secas lograron encender pequeñas fogatas.

Habían descubierto el pedernal. Habían descubiero cómo hacer el fuego. Desde entonces, los Mapuches tuvieron fuego para alumbrar sus noches, calentarse y cocer sus alimentos.




sábado, 23 de febrero de 2008

Colombia - Mito Chibcha - Origen de los seres humanos

Los Chibchas o Muiscas, son un pueblo amerindio perteneciente a la familia lingüística chibcha que habitaron las riberas del río Magdalena, cerca de Bogotá, Colombia. En el pasado ocupaban parte de la actual Panamá y los altiplanos de la cordillera Oriental de Colombia. El siguiente mito del origen de los seres humanos por Bachué es una adaptación realizada por Juan Carlos Alonso, tratando de mantener en lo posible los terminos utilizados por tres autores consultados, Roberto Restrepo, Francois Correa y Javier Ocampo. Un análisis psicológico de estos mitos pueden encontrarse en el artículo Transición al patriarcado en los mitos cosmogónicos chibchas, de la psicóloga colombiana Maria Claudia Munevar.
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La diosa Bachué, nimbada en una luz que hizo resplandecer la tierra, emergió de la laguna de Iguaque sacando consigo de la mano a su hijo Iguaque de tres años, con quien bajó a la serranía, en donde posteriormente surgió el pueblo de Iguaque. Allí construyó una choza, la cual se convirtió en la primera vivienda de los muiscas. Cuando el niño creció en su desarrollo natural, Bachué se casó con él realizándose el primer matrimonio chibcha. Esta unión fue tan importante y la mujer tan prolifera y fecunda, que en cada parto tenía entre cuatro y seis hijos, con lo cual muy pronto se llenó de gente la tierra. Viajaban por todas partes, dejando hijos en todas ellas. Mientras estuvo en esta tierra fue su tarea exhortar las gentes a «la paz y conservación entre sí, la guarda de los preceptos y leyes... en especial, en orden al culto de los dioses», para lo cual después se les apareció muchas veces. Cuando Bachue e Iguaque ya estaban viejos, llamaron a sus descendientes y fueron acompañados hasta la laguna de Iguaque, su lugar de origen. Allí Bachué hizo una plática final, exhortándolos a la paz, después de la cual se despidieron y se convirtieron en dos grandes serpientes que se sumergieron en la laguna.

Colombia - Mito Chibcha - Héroe civilizador



Los Chibchas o Muiscas, son un pueblo amerindio perteneciente a la familia lingüística chibcha que habitaron las riberas del río Magdalena, cerca de Bogotá, Colombia. En el pasado ocupaban parte de la actual Panamá y los altiplanos de la cordillera Oriental de Colombia. El siguiente mito de Bochica, héroe civilizador, de Huitaca, diosa opuesta, y del diluvio como castigo, es una adaptación realizada por Juan Carlos Alonso, tratando de mantener en lo posible los terminos utilizados por tres autores consultados, Roberto Restrepo, Francois Correa y Javier Ocampo. Un análisis psicológico de estos mitos pueden encontrarse en el artículo Transición al patriarcado en los mitos cosmogónicos chibchas, de la psicóloga colombiana Maria Claudia Munevar.
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El poder de Bachué se debilitó cuando apareció Bochica, el enviado de Chiminigagua, un hombre «no conocido de nadie», de avanzada edad, largos cabellos y blancas barbas, descalzo, que se ayudaba con un bordón de oro y vestía una túnica recubierta por una almalafa. En Bogotá y en Sogamoso impartió sus enseñanzas sobre oficios, cultivos, normas y cultos. Era un maestro, en especial de los tejidos. Tenía control del tiempo, el cual gobernaba a su antojo: podía hacer llover, enviar heladas, escarchas, fríos, y calores. Podía producir enfermedades, pero también curarlas.
Ante la nueva situación que dio un mayor poder al hombre, apareció la diosa Huitaca, «hermosísima y de grandes resplandores» quien llegó para persuadir a las gentes que llevaran una «vida ancha, placeres, juegos y entretenimientos de borracheras». Predicó y difundió cosas «con novedad y malicia», que por lo contrarias a las de Bochica, «atraía con la facilidad que refieren la muchedumbre». Logró confundir la doctrina y las buenas acciones del predicador, y les instó a la embriaguez con el zumo de una planta, a mascar tabaco, a consultar los oráculos y equivocar los diseños de sus mantas.
El dios Chibchacum, el protector de los dominios del Zipa, agraviado por las murmuraciones y ofensas estimuladas por la diosa Huitaca, decidió castigar a la gente y provocó un espantoso diluvio, juntando las aguas de dos ríos que, salidos de madre, anegaron las tierras y cultivos provocando las hambrunas Los chibchas pidieron a Bochica su protección ante la maldición de Chibchacum, por lo que una tarde apareció resplandeciente Bochica, «reverberando el sol en el aire húmedo contra esta sierra de Bogotá», quien ante un inmenso arco iris, convocó a los principales y, condolido de su suerte, arrojó contra las peñas que rodeaban el inmenso lago represado su vara de oro que separó la sierra y desaguó la sabana por el Salto de Tequendama.
Así, el agua brotó, precipitando el agua represada en una catarata estruendosa, desinundando las tierras, y posibilitando de nuevo la siembra. Indignado Bochica por el proceder de Chibchacum, este fue castigado a cargar eternamente el globo terráqueo, que hasta ese momento había estado reposando en cuatro grandes guayacanes que sustentaban la tierra. Cuando, cansado, Chibchacum cambiaba el mundo de un hombro a otro, se producían los temblores en la tierra. Pero también Bochica castigó a Huitaca por sus malas enseñanzas a la gente, «le dio plumas y transformó sus miembros en lechuza», «e hizo que no anduviera sino de noche, como ella anda».
Las gentes quedaron obligadas a adorar y hacer sacrificios a Bochica luego del poder demostrado al des-anegar la sabana. Tiempo después, él desapareció en Iza, un pueblo cercano a Sogamoso, dejando estampada la huella de su pie en una piedra de cuya raspadura bebían las mujeres preñadas para tener buen parto y que por su carácter sagrado, era visitada en peregrinación por los chibchas.

Colombia - Mito Huitoto - Creación y Origen nombres. Video



Este relato del mito de la Creación y del origen de los nombres está tomado del libro Primitivos relatos contados otra vez de Hugo Niño (1976). Los indígenas Huitoto (o witoto) habitan en la zona del sur del departamento del Amazonas de Colombia. Se estima que esta etnia tiene una población de 6.245 personas. Los Huitoto hablan diversos dialectos de acuerdo con la zona donde se asientan. La narración es la siguiente:
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Antes no había más que tinieblas. Una vez Juttíñamüi, padre creador, dominador del universo, conversó, a solas, con su espíritu, acerca de cómo formar el mundo. Después de reflexionar mucho, se decidió por hacer primero la superficie, luego los árboles y luego los animales.
Cuando hizo los animales, los examinó cuidadosamente y, como no quedó contento, resolvió modificarlos para que que­daran mejor a su imagen, a su deseo. Se dedicó, pues, a com­ponerlos; y cuando terminó la modificación de aquéllos cuya naturaleza era buena para tal, decidió:
—Voy a hacer Jitoma, pues no veo bien lo que he hecho.
Y el Sol apareció iluminando al mundo.
Pero como Juttíñamüi no los había modificado a todos, muchos quedaron con plumas, con colas, como los lagartos. Quedaron animales, porque no los alcanzó a crear bien; pues cuando Jitoma alumbró al mundo, dividió a los seres en dos clases: hombres y animales. De ahí que los animales que­daran envidiosos del hombre, porque debido al Sol no alcanzaron a ser creados bien. Por eso en la noche son mansos y al amanecer se tornan ariscos; ésa es su naturaleza. Quedaron, pues, los animales en un lado y en el otro los primeros creados, cuyos nombres fueron: Yinaka Puinaño, la primera madre, y Yinaka Kcinuya Puinoima, el primer padre.
Ellos, los primeros padres, vivieron mucho y tuvieron numerosos hijos entre quienes se contaron los cuatro más nota­bles, las raíces del género humano, cuyos nombres fueron: Monaya Nuroma, Monaya Jurama, Jajíoma Kojotía y Yinaka Dórak.
Cuando los primeros padres envejecieron y sus cuerpos los dejaron, sus espíritus quedaron flotando en el universo. Entonces las cuatro raíces, los jefes, reunieron a sus demás hermanos y dijeron:
—¡Vamos a buscar los rincones del mundo! —dicho lo cual, cada uno se fue con un grupo en las cuatro direcciones.
Llegados hasta los extremos del mundo, allí se estable­cieron. Comenzaron a multiplicarse, y su número aumentó en gran manera.
Pero Juttíñamüi pensó: «No tienen nombre; se fueron sin nombre.» Y arrancando del dedo grande de su pie un pelito, lo arrojó al mundo. El pelito cayó sobre una laguna; y he aquí que, cuando tocó el agua, se convirtió en una boa.
Al suceder esto, los espíritus de los primeros padres, que estaban flotando en el universo, acudieron a donde sucedía tan increíble hecho, y cuando llegaron a la laguna, fueron transformados en Jidéurui Pajnueni y Rama Takúnari, los enviados, los portadores de la palabra, del nombre. Ya transformados, iluminado su entendimiento, dijeron:
—Ese es el secreto de los nombres de las tribus; el secreto está en la boa.
—Sí, vamos a buscar a nuestros hijos.
Se fueron entonces a recorrer todo el mundo, llamando a la gente, a los que se habían ido sin nombre, para dárselo.
Cuando todos fueron llamados, cuando ya habían sido guiados de vuelta por las cuatro raíces, se reunieron en la laguna.
Jidéurui Pajnueni y Rama Takúnari se introdujeron en el agua para capturar la boa y obtener el secreto de los nombres; durante días y noches trataron inútilmente de apresarla. Cansados, acudieron a sus hijos para perseguirla entre todos; pero aún así, resultó imposible; intentaban e intentaban, mas no podían. Clamaban apesadumbrados:
—No podemos capturarla. No podremos tener el secreto de nuestros nombres.
Por lo cual Juttíñamüi, el padre creador, se compadeció de los hombres y envió un águila en su auxilio para capturar la boa.
El águila vino volando por los cielos, a gran velocidad; con mucha fuerza se dirigió a la laguna y, cuando ya iba a cogerla, la boa se escapó; el águila volvió a remontarse y fue descendiendo, como sin querer cazarla; cuando ya estuvo cerca se picó rápidamente y, agarrándola, voló con ella hasta la orilla.
Ya en su poder, dijeron los enviados:
—Y ahora, ¿qué haremos? —A lo que Juttíñamüi aclaró sus inteligencias, con la revelación de que debían cocinarla primero para dar nombre a la gente. Regocijados, exclamaron:
—Vamos a cocinarla y repartirla entre todos para darles nombre, para que puedan llamarse.
Así, pues, trajeron una olla de barro y en ella pusieron a cocinar la boa. Instruyeron luego a la gente:
—Id a buscar hojas en que recibir la comida. Id a buscarlas para que podáis llamaros, Todos, felices porque ya iban a tener nombre, fueron a buscar las hojas. Regresaron con ellas para recibir la comida de la boa; entonces los padres los fueron llamando, así sin nombre, sólo para que se acercaran a recibir la comida. El primero que se acercó tenía su plato formado con hojas de palo de chucha; los enviados le sirvieron y le dijeron, tal como les había sido revelado;
—De ahora en adelante tu nombre será Jeíya, palo de chucha; y tu tribu será la de los Jeíya i.
Del mismo modo, siguieron nombrando a cada uno y a su tribu, según las hojas del árbol que hubieran tomado; pero como unos no alcanzaron a bajar hojas, cogieron aves del monte para arrancarles las plumas y así quedaron también.

Jipikuénne, caimito, de la tribu de los Jipikuennei.
Künennéj, canangucho,
de la tribu de los Künenne.
Ejpagái, palo de guacamaya, de la tribu de los
Ejpagái.
Meénaga, pluma de azulito, de la tribu de los Meénagai.
Mwitóipeye, pluma de pava, de la tribu de los Mwitóipeyei.
Inyeréyai,
palma de techar, de la tribu de los Inyeréyai.
Ñekúube, palma de chambira,
de la tribu de los Ñeküranne.
Ennókape, de la tribu de los Ennókayai.
Yarebe, ortiga, de la tribu de los Yoria.
Wíguupe, de la tribu de los
Wiguúyai.
Ekúube, barbasco, de la tribu de los Ekuuréjitai.

Todas las tribus tomaron, recibieron sus nombres de las hojas, de las plumas, sin ser ellas su origen, sino el instrumento de que se valió la sabiduría de Juttíñamüi, con el mandato de que cada clan fuera guardián de su planta, de su ave.
Acontecido esto, las cuatro raíces, los primeros conductores, cumplida su larga misión en la Tierra, dijeron:
—Muy bien, ya cada tribu tiene su nombre, ha formado su clan. De manera que podéis elegir vuestro lugar, podéis cazar, pescar, sembrar y reproduciros. Ahora nosotros nos vamos a gobernar los reinos.
Cumplida su misión, los cuatro se dirigieron a gobernar cada uno de los principales reinos del universo: el Reino Negro o de las Tinieblas, el Reino Blanco o de la Luz, el Reino Verde o de la Selva y el Reino Rojo, el de la Sangre.
Sucedió que, cuando ya se había repartido todo, después de la partida de las cuatro raíces a gobernar los reinos; cuando habían sido asignados los nombres a todas las tribus y no quedaban más que débiles rastros de la boa, se llegaron hasta Jidéurui Pajnueni y Rama Takúnari dos grupos retrasados, que no habían alcanzado a acudir a la repartición; pidieron los del primer grupo:
—Por favor, dadnos algo, que queremos nuestros nombres.
Ellos vieron si quedaba algo todavía y, como así era, con los débiles rastros de la sangre de la boa les humedecieron sus cuerpos y les dijeron:
—Vuestro nombre será Mwinane, el de los humedecidos con la sangre de la boa. Buscad también vuestro lugar para vivir, formad vuestro clan, vuestra tribu, que también habéis alcanzado a ser parientes de los witotos.
Los Mwinanes se retiraron felices y muy agradecidos porque habían alcanzado a recibir su nombre.
Pero para el otro grupo no había quedado nada, ningún rastro; ellos dijeron preocupados:
—¿Y nosotros? ¿No nos dais nada? ¡Oh!, dadnos algo.
Con pesar en sus corazones, debieron responderles:
—Hijos, habéis llegado muy tarde, y no tenemos nada para daros vuestros nombres— .A lo que ellos palidecieron de angustia sin saber qué hacer, sin nombre, sin poder tomar espíritu. Ablandado su corazón, Rama Takúnari les dijo:
—No os aflijáis, que no moriréis; por ahora tendréis que ir al norte, muy lejos, pero después podréis volver y uniros a los witotos.
Así fue que el generoso corazón de Rama Takúnari les permitió continuar viviendo a ellos, los palidecidos, hasta cuando un día se cumpliera él tiempo, la profecía de poder regresar donde los witotos.
Así fue también el origen de las tribus witotos de sus nombres y de sus raíces.

viernes, 22 de febrero de 2008

Colombia - Mito U'wa - Creación



Los u'wa, más conocidos como tunebos, habitaban la cordillera oriental andina de Colombia, ocupando los alrededores de la Sierra Nevada del Cocuy, en el actual departamento de Boyacá. Este mito lo recogió la antropóloga inglesa Ann Osborn entre miembros del clan kubaruwa, uno de los últimos grupos u'wa tradicionales que quedan. Su comunidad tiene cerca de 500 miembros, de un total de 2000 u'was. Se adaptó de la página web de la Biblioteca Luis Angel Arango. Un análisis psicológico de este mito puede encontrarse en el artículo El Mito Uwa de la Creación desde la psicología analítica, del psicólogo colombiano Juan Carlos Alonso.
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Al principio sólo estaba Rurcocá. Ella estaba en su casa, en el sitio de Cuarára que es como una punta donde no cabe sino ella. Es como un cielo. Rurcocá, sentada en su banquito y chupando su coca celeste formó a Sira pensando. Sira salió de debajo, de un espacio mayor. Luego, Rurcocá también le enseñó a pensar y chupar la coca celestial. En adelante, cada acto de creación replica la enseñanza en que Rurcocá creó a Sira, el primero y padre de los U’wa, quien fue el principio de todo…
De la misma manera que el espacio ocupado por Sira es mayor que el de Rurcocá, el de los ancestros consecutivos, cada vez más numerosos, y aumenta progresivamente.
El universo estaba inicialmente conformado por dos esferas: un mundo de arriba y un mundo de abajo. A la estructura de arriba se opone otra, invertida, cuyas bases se unen por esta tierra. Estos mundos están asociados con colores: el de arriba es Blanco y el de abajo es Rojo; y de su mezcla se formaron Azul y Amarillo. En el mundo de abajo, la madre del fuego le ordenó a Canwará, que es como un diablo rojo, que saliera a crear. Canwará se emborrachó con yopo y pensó crear las cosas con puro pensamiento, pero él exageró la inhalación del alucinógeno hasta enfermar, por lo cual sus obras poseen un componente negativo. Así como la génesis del universo superior se orientó de arriba hacia abajo, a partir del pensamiento de Rurcocá, Sira y Canwará y lo hizo de abajo hacia arriba.
Se dio luego el movimiento y los mundos de abajo y de arriba se encontraron o reunieron. Como resultado de esta conjunción y mezcla, se produjo el mundo intermedio.
Sira pensó cómo soplar para hacer los U’wa. Ordenó a Ruruna que pensara y éste fue haciendo como una siembra de gente. Primero nació una mujer y luego un hombre, hasta conformar siete ancestros masculinos y femenino. Las criaturas de carne, sangre y hueso tienen mortalidad. Las deidades -quienes se reproducen asexualmente- no tienen mortalidad. La vida en el mundo intermedio, el mundo de los mortales, fue creada a partir de materiales y propiedades que pertenecen a las deidades de los mundos de arriba y de abajo.
Blanco es esencialmente el lugar de almacenamiento del agua pura, del alucinógeno y la asexualidad, y está asociado en términos terrenales con las altas montañas cubiertas de nieve. Amarillo contiene las propiedades de la enfermedad y de las plantas medicinales. Rojo es el lugar de la fertilidad y de la sangre menstrual.
El limo (maíz), o materia básica de todos estos elementos lo guardan las deidades en las distintas esferas; de allí fue sustraído, mediante engaño, por deidades shamánicas viajeras, quienes lo llevaron al mundo intermedio. Como resultado, todos los seres han adquirido lo esencial para la vida de las mismas fuentes y por procedimientos similares; están por tanto compuestos por una misma materia. En consecuencia, no se pueden hacer distinciones entre los seres que existen en el mundo intermedio.
Los mundos de arriba y de abajo son indestructibles, pero el mundo intermedio en cambio, puede existir sólo si se mantienen esos dos mundos originales. Los U'wa están situados en entre sus antepasados divinos del Rojo y del Blanco. Si el balance se llegase a perturbar, sobrevendría una inversión del orden: el Rojo se movería hacia arriba e invadiría al Blanco, lo cual significaría el fin del universo. 



miércoles, 20 de febrero de 2008

Argentina - Mito Tehuelche - Creación


Los tehuelches se dividen en dos grandes grupos: los del Norte y los del Sur. Los primeros vivían en una amplia área desde el río Chubut en la Patagonia, Argentina, hasta la región pampeana incluida; los segundos tenían sus territorios tradicionales al sur del río Chubut, hasta el Estrecho de Magallanes. Este mito tehuelche fue transcrito de la web page de CEIA - Identidad Aborigen, y dice así:

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Dicen los tehuelches que en el principio de todos los tiempos no había nada: ni tierra, ni agua, ni cielo, ni nubes. El único que existía era Kóoch, que iba a ser el creador del mundo. Kóoch vivía solo, adentro de la oscuridad (porque no había sol) y parece que al final se fue sintiendo cada vez más triste y más triste porque estaba solo, y empezó a llorar y llorar cada vez más. Tanto lloró y tantas lágrimas soltó, que así fue como se formó el mar, que fue lo primero que hubo sobre la Tierra.


Entonces, Kóoch paró de llorar y suspiró (como suspira uno después de haber llorado mucho). Suspiró y ese suspiro fue el primer viento que hubo en el mundo, y ese viento, que era fuertísimo, barrió un poco la oscuridad pero todavía no se veía bien: era como cuando falta poco para amanecer. Como quería ver, Kóoch levantó una mano y sacó una chispa enorme, que se convirtió en el Sol. El Sol, por su parte, también se puso a inventar: hizo las primeras nubes. Pero como había viento, ese viento tan fuerte salido del suspiro de Kóoch, las pobres nubes iban de aquí para allá sin parar un momento, y en seguida se cansaron y se enojaron y empezaron a protestar con truenos y a tirar rayos para todas partes.


Al final, Kóoch tuvo que intervenir para que el viento dejara un poco en paz a las nubes y así ellas se tranquilizaron y pararon de tronar y relampaguear todo el tiempo como antes. Desde entonces, las nubes se enojan solo de vez en cuando y así vienen las tormentas. Después, Kóoch hizo una isla grande en medio de ese mar enorme, y fue creando la vida; así aparecieron los peces en el mar y los demás animales en esa primera tierra. Entonces, Kóoch inventó la Luna, para que de noche no estuviera tan oscuro. El Sol era hombre y la Luna mujer. Al principio nunca se veían, porque él salía de día y ella de noche; es más, ni sabían que el otro andaba por ahí. Pero las nubes, que se quedaban todo el tiempo en el cielo, les contaron y a ellos les dio curiosidad por conocerse. Tanta curiosidad les dio, que un día el Sol se apuró y salió más pronto que siempre para poder espiar a la Luna antes de que se fuera, y otra vez fue ella que salió antes de tiempo, para ver al Sol.


Al final, se casaron.Kóoch creó algunas otras cosas, hizo la Patagonia y como ya le pareció bastante, se fue a descansar a algún lugar en el horizonte. Si quedaban un montón de cosas por inventar y acomodar, ya se iba a ocupar otro, que estaba justo por nacer, y al que Kóoch hizo poderoso. Era Elal, el héroe. Pero de Elal vamos a hablar después.

martes, 19 de febrero de 2008

Argentina - Mito Guaraní - Creación

Los guaraníes son un grupo de pueblos sudamericanos, cuyos habitantes viven en el actual territorio de Argentina, Brasil, Paraguay y Bolivia.
El siguiente relato mítico fue tomado de la web del CEIA - Identidad Aborigen, que lo transcribe del libro Cuentos que cuentan los guaraníes del autor Miguel Angel Palermo.
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Cuentan los Guaraníes que en el principio de los tiempos estaba solo el Dios Creador, que ellos llaman Ñanderú. Ñanderú se había creado a sí mismo, de a poco.
En ese entonces no había ni árboles ni montañas, ni gente, ni nada. En su soledad, Ñanderú empezó a crear. Creó primero el lenguaje de los hombres, las palabras. Y entonces quiso que alguien más pudiera hablar y creó a otros dioses, cuatro parejas de dioses que a su vez iban a tener hijos también dioses.
Después, Ñanderú hizo que la punta del bastón que siempre llevaba en la mano empezara a engordar, más y más. De allí salió la Tierra, de a poquito.
Para que la Tierra no se moviera, creó una palmera. Era una palmera que iba a durar para siempre y estaba justo en el medio de la Tierra. Después creó otra palmera igual en el Este (que es por donde sale el sol), otra en el Oeste, otra en el Norte y otra en el Sur. Y así, con esas cinco palmeras que iban a vivir siempre, sin secarse nunca, la Tierra quedó como clavada, bien firme.
Al cielo lo dejó apoyado sobre cuatro columnas, cuatro postes de madera iguales a su bastón
Fue entonces cuando hizo los primeros animales y las primeras plantas. Uno de los primeros que voló por ahí fue el Colibrí; la Víbora fue la primera que se arrastró. La primera en cantar fue la Cigarra.
Los Guaraníes dicen que, de entrada, Ñanderú había hecho la Tierra toda tapada por una selva que no se acababa más; parece ser que después pensó que era mejor que hubiera también campos sin árboles, y ahí creó a la Langosta. La Langosta iba por todos lados, a los saltos, y en algunos lugares clavaba la cola en el suelo (igual que hacen hoy todas las langostas para poner sus huevos). En ese lugar crecía el pasto y desaparecían los árboles y es así que las llanuras aparecieron después que vino la Langosta. Cuando estuvieron listos esos campos, llegó la Perdiz, que se alegró, cantó de contenta y se quedó a vivir ahí.
Después Ñanderú inventó el Tatú, que se puso enseguida a escarbar la tierra.
La Lechuza quedó como dueña de la oscuridad; por eso, sale nada más que de noche y duerme de día.
Después vinieron otros muchos animales y también los primeros hombres y mujeres.
Entonces, Ñanderú se volvió al cielo y les dejó encargado a los otros dioses que cuidaran bien de todo.
Pasó el tiempo; algunas personas se habían vuelto muy buenas pero otras se habían vuelto muy malas: no todo andaba bien, así que los dioses decidieron que era mejor hacer arreglos.
Pero para no dejar las cosas a medias, mandaron un diluvio: toda la Tierra se inundó. La gente buena pudo subir al cielo con Ñanderú pero los que eran malos se transformaron en animales: ranas, peces y otros bichos.
Después, Ñanderú le pidió a otro de los dioses, que se llamaba Jakaira, que se encargara de hacer de nuevo la tierra. Jakaira, a su vez, le dio trabajo a su hijo Pa-pa Mirí.
Pa-pa Mirí trabajó mucho. Hizo nuevas plantas, nuevos animales; fue amasando la tierra nueva y llenándola de árboles y pasto. Hizo ríos y arroyos. Pero parece que antes de que terminara lo llamó la madre, porque lo quería ver, y Pa-pa Mirí dejó las cosas como estaban. Y dicen los Guaraníes que por eso hay montañas que no son sino montones de tierra y piedras que le sobraron al dios y que a la gente no le sirven de nada.

domingo, 17 de febrero de 2008

Colombia - Mito Chibcha - Creación 3

Los Chibchas o Muiscas, son un pueblo amerindio perteneciente a la familia lingüística chibcha que habitaron las riberas del río Magdalena, cerca de Bogotá, Colombia. En el pasado ocupaban parte de la actual Panamá y los altiplanos de la cordillera Oriental de Colombia. El siguiente mito de la creación por obra de Chiminiguagua es una adaptación realizada por Juan Carlos Alonso, tratando de mantener en lo posible los terminos utilizados por tres autores consultados, Roberto Restrepo, Francois Correa y Javier Ocampo. Un análisis psicológico de estos mitos pueden encontrarse en el artículo Transición al patriarcado en los mitos cosmogónicos chibchas, de la psicóloga colombiana Maria Claudia Munevar.
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Al principio todo era oscuridad. Al momento de la creación, la luz, que estaba «metida» en Chiminigagua comenzó a salir para iluminar el universo. Chiminigagua era «una cosa grande, esencia creadora», que infundía su luz resplandeciente a las cosas. La única luz que existía era la suya, una divinidad bondadosa y universal. Creó el universo con sus estrellas y el mundo con sus tierras y aguas. Era la oscuridad del espacio, en la noche del infinito. Cuando el dios creador quiso difundir la luz por todo el universo, creó dos grandes aves negras y las lanzo al espacio. Cuando estas aves echaban aliento o aire por los picos, esparcían una luz incandescente, con la cual todo el cosmos quedó iluminado. Así se hizo la luz y se crearon todas las cosas del mundo. En el proceso de creación de todo lo existente en el universo, creó a Súa (el sol) y a Chía (la luna), que eran esposos. El sol era masculino y la luna femenina.
El era el benefactor de los hombres y dispensador de la fecundidad de la tierra. Ella, la representación de la hermosura de la mujer y de la luz en el firmamento en las horas de la noche. Se veneraba a través de las aguas y de las lagunas.

Panamá - Mito Emberá Wounaan - Creación. Video

La comunidad indígena Emberá - Wounaan vive en Panamá, conservando todas las costumbres y sabiduría de sus antepasados. Su origen, que se remonta al principio de la Creación, es compartido por los "Carib", y por el grupo "Chocó".
El mito que presentamos enseguida aparece en el Blog Internatural, en donde se menciona que fue tomado del libro "La Comarca Emberá - Wounaan Leyenda y Tradición", Colección de Cuentos de la autora Yolanda Ríos de Moreno:
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Tatzitzetze (1) creó el universo, el hombre y las cosas. Cuatro mundos delante y cuatro mundos detrás de la tierra con sus dioses y poderes. De Tatzitzetze surge Caragabí, el amo de este mundo, quien con los años adquiere fuerza y conocimiento.
Caragabí se dedica a hacer muñecos de una roca llamada Mompahuará. Después de varios intentos como no le quedan bien, pide ayuda a Tutruica, dios del mundo Armucura (2).
Tutruica le obsequia un pedazo de barro, con el que logra darles vida soplando en sus frentes, manos y pies. Caragabí estaba muy orgulloso de su obra: Un hombre y una mujer. Ellos fueron castigados y transformados. El hombre en sol, llamado Humantahú y la mujer, en luna, la llamó Gedeco.
Después, Caragabí agregó las estrellas, estableció el número y comportamiento de la naturaleza y sus criaturas. Dio a cada cosa su nombre, su lugar y su trabajo; estableció leyes y el respeto a la vida humana, dando un orden definitivo a este mundo, pero se dio cuenta que el mundo no tenía agua. Envió a una paloma a buscarla en otros mundos, pero ésta no volvió.
Una noche, Caragabí soñó que en su mundo sí había agua y envió a un periquito a buscarla, éste la encontró en una cueva donde vivía una mujer llamada Genzera. La cueva estaba cerrada, dentro tenía mucha agua cristalina y peces, pero Genzera no quiso abrir la puerta. El dios Caragabí se presentó y le pidió agua, pero la mujer no respondió. Ante su silencio, él echó abajo la puerta y el agua salió. Como castigo por su maldad, cortó a Genzera en dos partes, pero ella no murió. Se convirtió en una gran hormiga negra que porta agua en su boca para dejarla en un árbol hueco llamado Genené.
El árbol Genené tiene un lugar especial. Dicen las tradiciones que los mares proceden de su tronco; los ríos de sus ramas, los riachuelos y arroyos de sus brotes grandes; y los pantanos de sus brotes chicos. Se cree que el árbol Genené y la roca Mompahuará están juntos en un lugar especial, rodeados de cuatro fuegos. Así se quedarán hasta el fin del mundo, cuando la roca se abrirá y el fuego crecerá formando un río ardiente que purificará la tierra y la hará más hermosa.
Notas:
(1) Primer Padre o Padre de Todos.
(2) Uno de los 8 Mundos creados por Tatzitzetze.

jueves, 14 de febrero de 2008

Colombia - Mito Kogi - Creación. Video


El mito cosmogónico con el que iniciaremos este espacio es de la comunidad Kogi, llamado La Creación por el antropólogo austro-colombiano Gerardo Reichel-Dolmatoff, quien lo recogió y transcribió.
El grupo Kogi se asentó en la costa caribe de Colombia, en las vertientes norte y sur de la Sierra Nevada de Santa Marta, cuyos picos se elevan a casi 6.000 metros sobre el nivel del mar. Actualmente su población es aproximadamente de 5.000 personas. Su lengua pertenece a la familia lingüística chibcha que guardan parentesco con los antiguos Tayronas y habitan en el resguardo Arhuaco, compartido con otras comunidades.
El relato del mito “La Creación” es bastante extenso para transcribirlo en su totalidad (lo pueden econtrar completo en http://www.adepac.org/P010-4.htm), por lo que lo hemos resumido, extractando las ideas e imágenes principales, tratando de mantener, siempre que ha sido posible, las expresiones originales. He aquí el interesante relato:
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Primero estaba el mar. Todo estaba oscuro. No había sol, ni luna, ni gente, ni animales, ni plantas. Sólo el mar estaba en todas partes. El mar era la madre. Ella era agua, era río, laguna, quebrada y mar. Así, primero sólo estaba LA Madre. La madre no era gente, ni nada, ni cosa alguna. Ella era alúna. Ella era espíritu de lo que iba a venir y ella era pensamiento y memoria. Así la Madre existió sólo en alúna, en el mundo más abajo, sola.
Entonces se formaron los mundos. Eran nueve mundos y se formaron así: primero estaba la Madre y el agua y la noche. No había amanecido aún. También existía un Padre. Ellos tenían un hijo. Pero ellos no eran gente, ni nada, ni cosa alguna. Ellos eran alúna. Eran espíritu y pensamiento. Entonces se formó un segundo mundo más arriba. Y empezó a haber gente. Pero no tenían huesos, ni fuerza. Eran como gusanos y lombrices.
Entonces se formó el cuarto mundo. Había una Madre y un Padre. Este Padre fue el primero que sabía ya cómo iba a ser la gente de nuestro mundo, que iban a tener cuerpo, piernas, brazos y cabezas. Entonces se formó el quinto mundo. Ya había gente pero aún le faltaban las orejas, los ojos y las narices. Sólo tenían pies. Entonces se formó el sexto mundo. La Madre y el Padre ya iban formando un cuerpo entero con brazos, pies y cabeza. Entonces empezaron a nacer los Dueños del Mundo y sé dividió el mundo en dos lados: el Azul y el Negro.
Se formó el séptimo mundo y empezó a formarse sangre de la gente. Ya vivió todo lo que iba a vivir luego en nuestro mundo. Entonces se formó el octavo mundo. Nacieron los 36 Padres y dueños del Mundo. Lo que iba a vivir luego no estaba aún completo, pero ya casi porque aún no había amanecido. Entonces se formó el noveno mundo. Los Padres del Mundo encontraron un árbol grande y sobre el agua hicieron una casa. Pero aún no había amanecido.
Así fue como nació Sintána, el primer hombre. La Madre se arrancó un pelo del pubis y lo untó con la sangre de su mes. Soplando le dio vida. Primero nació el dedo grande de su pie y por fin la cabeza. Cuando nació Sintána la madre no tenía marido, era un bastón de madera y con éste, ella se hacía la cosa (se masturbaba).
La Madre parecía entonces como un hombre. Tenía barba y bigote y llevaba poporo, como los hombres. Ordenó a sus hijos a hacer oficios de mujer. Eso no estaba bien. Así los hijos no la respetaban. Pero un día, la Madre entregó sus poporos a sus hijos y también bigote y barba. Se puso a traer agua ella misma, a cocinar y a lavar ropa. Así estaba bien y sus hijos la respetaban.
Pero aún no había mujeres. Cada hijo estaba casado con una cosa: uno con la olla, otro con el telar, otro con la piedra de moler. Ellos no sabían qué era mujer. Se masturbaban y pensaban que era mujer. Entonces Sintána cogió el palito de su poporo y puso en el ombligo de la Madre un pelo, una uña de ella y una piedra chiquita, y los hizo entrar en el cuerpo de la Madre.
Así la Madre parió nueve hijas, las nueve tierras. Sintána dijo a la Madre: “Madre, dame una de tus hijas como mujer. La Madre le dio las distintas Tierras menos la negra y éstas no servían. Sintána dijo: “Madre, dame buenas tierras”. Pero la Madre dijo: “no tengo más hijas”. Pero no era verdad. La Madre tenía todavía la Tierra Negra encerrada. Y cuando Sintána bailó y cantó, la Tierra Negra salió. Sintána la cogió, se fueron. Cuando la Madre se dio cuenta mandó su Cabo, el Lagarto, para perseguir a los dos. Pero ellos ya están lejos. El Lagarto iba buscando en todas partes. Pero la misma Madre que denunció a su hijo, al mismo tiempo lo defendió.
Todos lucharon para salvar a Sintána y a la Tierra Negra. Por fin los padres llegaron con Sintána a donde estaba la Madre. La saludaron. “¿Adónde está mi hijo?” preguntaba la Madre. “Aquí está”, dijeron. Sintána dijo: “Madre, tuve mucho miedo. Casi me cogieron y casi me perdí”. Entonces dijo la madre: “No te afanes, mi hijo. Siempre te voy a salvar. Nunca tengas miedo”. Entonces Sintána empezó a llorar. Fue la primera vez que la gente lloró.

Mitos en Latinoamerica



Este blog estará destinado a la difusión de mitos indígenas latinoamericanos, los cuales son de una enorme variedad. La recolección, conservación y difusión de este material mítico es importante no sólo porque dan respuesta a los grandes interrogantes de la humanidad, sino porque representan un factor fundamental para el reconocimiento de la identidad y de la diversidad étnico-cultural de nuestra nación. Son relatos que nos invitan a adentrarnos en la peculiar cosmovisión de nuestros antepasados... No obstante, se corre el riesgo de que este material se pierda con el paso del tiempo, si no se les reconoce el valor que tiene.
En este espacio se busca presentar los principales mitos provenientes de las diversas comunidades indígenas, tratando siempre que sea posible de remitirnos a las fuentes originales de sus recopiladores.
Mencionamos a continuación algunas temáticas generales que pueden reconocerse en los mitos de la región.

· Creación: Numerosos relatos, tal vez los más antiguos e interesantes, narran el modo como se llevó a cabo la creación de las cosas en el mundo.
· Ser primigenio: No hay tribu que no vincule el origen del mundo a un personaje cuyo carácter no siempre está bien definido. Unas veces se trata de un Ser Creador (la Gran Madre o Tierra Madre suele ser una de las principales divinidades), otras de un Héroe Civilizador, otras de un Ser Transformador. Las aventuras de estos personajes constituyen verdaderas cosmogonías. Para algunas tribus, el origen de las cosas se remonta a un Padre común, otras veces a una Madre común. El trueno suele ser una de las divinidades más frecuentemente mencionadas

miércoles, 13 de febrero de 2008

Colombia - Mito Embera Catío - Origen astros y nombres. Video

Los Catíos, que habitan actualmente el occidente de Antioquia, pertenece a la comunidad de los Chocó, y el hecho de que sean conocidos con el nombre de la antigua tribu Catía se debe probablemente a que vinieron en siglos posteriores a ocupar su región.
El mito que transcribimos a continuación y que se refiere a los orígenes del Sol, la Luna y los apellidos, fue recogido del libro Colombia: Mitos y Leyendas, del autor Luis María Sánchez:
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Hace muchos años, cuando empezó a formarse el universo y todo era oscuridad, había un par de hermanos. Humántahu se llamaba el hombre y Gedeco la mujer; los dos se querían en demasía, tanto que, pese a estar prohibido, resolvieron unirse sin que sus padres lo supieran. Pero Caragabí, dios que todo lo creó y todo lo ve, resolvió castigarlos y convirtió en sol al hom­bre y en luna a la mujer, y para evitar que esta clase de uniones siguieran sucediéndose, dio apellidos distintos a las diferentes familias para que así se distinguieran.
Gedeco sigue amando extraordinariamente a Humántahu y quiere tenerlo siempre a su lado, pero esto le es imposible porque no puede alcanzarlo; en cambio Humántahu no quiere a Gedeco porque ella pasa por todos los ciclos de la mujer.
Cuando Caragabí los convirtió en sol y luna respectivamen­te, situó a cada uno en determinado lugar para que desde allí alumbraran la tierra; empero, uno y otra le hicieron reclamos:
-Estoy muy cerca y mis rayos son muy fuertes; debo estar más lejos -dijo el sol.
-Estoy muy cerca y siento mucho frío; debo estar muy lejos -dijo la luna.
Y Caragabí accedió a las peticiones, pero los dejó con un solo ojo; antes tenían dos y ésta era la causa para que ambos iluminaran más.
Hay ocasiones en que Humántahu quiere pasear por los ca­minos de Gedeco y entonces lo encuentra todo manchado con su sangre; la luna tiene que proceder a lavarlo todo y de allí es de donde proviene la lluvia.

Colombia - Mito Chibcha- Creación 1

Los Chibchas o Muiscas, son un pueblo amerindio perteneciente a la familia lingüística chibcha que habitaron las riberas del río Magdalena, cerca de Bogotá, Colombia. En el pasado ocupaban parte de la actual Panamá y los altiplanos de la cordillera Oriental de Colombia. Este mito chibcha sobre la creación de la vida y la luz por obra de Nemequene lo hemos recogido del libro Latinoamerica Indígena, de Carlos Alzate:
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En el comienzo era la oscuridad. Todo estaba sumido en las tinieblas. La tierra era blanda y fría y nada crecía en ella. No había ni plantas, ni animales, ni belleza. Todo era desolación. No había hombres. Los únicos seres vivos sobre la tierra eran el dios Nemequene, su mujer y su hijo.

Nemequene quiso crear la vida y la belleza sobre la faz de la tierra. Así, tomando un poco de barro blando y frío modeló las figuras de los hombres y de los animales. Tra­bajó muchos días en su obra, pero los muñecos que ha­cía no tenían vida. No podían moverse ni respirar. Pa­saron años y más años, y todavía no había sobre la tierra más que Nemequene y su familia.
Por último Nemequene llamó a su hijo y lo envió al cielo para que iluminara la tierra. El hijo de Nemequene llegó al cielo y se convirtió en Súa, el sol, para iluminar de pronto el mundo oscuro. Los brillantes rayos de Súa inundaron la tierra. El frío barro se calentó. Comenzaron a crecer hierbas, árboles y plantas. En donde antes había habido desolación, hubo lozanía y verdor. Comenzó a co­rrer el agua, formando ríos y lagos.

Y el cálido sol puso vida en los muñecos de barro que Nemequene había hecho. Algunos de ellos se convirtieron en pájaros, que volaron y anidaron en los árboles de los bosques; otros se convirtieron en peces, que nadaron por las aguas; otros se convirtieron en animales y. otros en seres humanos.

Sin embargo, las gentes creadas por Nemequene no eran del todo felices, pues la luz y el calor que Súa les prodigaba les llegaban solamente algunas horas. Cada noche, mientras Súa descansaba, volvía a reinar la oscuridad. Entonces las gentes acudieron a Nemequene y le pidieron ayuda.

Nemequene amaba a los seres que había creado y quería ayudarlos. De manera que subió al cielo y se convirtió en Chía, la luna. Así compartió la tarea de iluminar el mundo con su hijo Súa. Súa derramaba sus rayos de luz sobre la tierra de día, y Chía de noche. Desde entonces, las gentes creadas por Nemequene quedaron contentas, y nunca olvidaron de darle las gracias.
Además celebraban fiestas en honor de Súa y de Chía y a veces dedicaban sus hijos al sol y a la luna llamando a tales niños "Suachias" antes de darles nombres propios.
Así fue como se produjo la vida en el mundo, según lo recuerdan los chibchas, es decir, el pueblo de Nemequene.

Colombia - Mito Tikuna- Creación


La familia Tikuna habita el trapecio amazónico y tiene una población de 27.000 habitantes, siendo el grupo más numeroso del Amazonas. Se estima que en el Brasil habitan alrededor de 20.000 indígenas, mientras que en Colombia habitan 6.585 personas.
Están integrados por 15 resguardos extendidos en los municipios de La Chorrera, Leticia, Puerto Nariño y Tarapaca. Su patrón de asentamiento es la concentración en pequeñas aldeas, siguiendo el curso de los ríos.
El relato del mito de la Creación está tomado del libro Primitivos relatos contados otra vez de Hugo Niño (1976). La narración es la siguiente:
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Yuche vivía desde siempre, solo, en el mundo. En compañía de las perdices, los paujiles, los monos y los grillos había visto envejecer la Tierra. A través de ellos se daba cuenta de que el mundo vivía y de que la vida era tiempo, y el tiempo... muerte.
No existía en la tierra sitio más bello que aquel donde Yuche vivía: era una pequeña choza en un claro de la selva y muy cerca de un arrollo, enmarcado en playas de arena fina. Todo era tibio allí; ni el calor ni la lluvia entorpecían la placidez de aquel lugar.
Dicen que nadie ha visto el sitio, pero todos los tikunas esperan ir allí algún día.
Una vez Yuche fue a bañarse al arroyo, como de costumbre. Llegó a la orilla y se fue introduciendo en el agua hasta que estuvo casi enteramente sumergido. Al lavarse la cara, se inclinó hacia adelante mirándose en el espejo del agua; por primera vez notó que había envejecido.
El verse viejo le entristeció profundamente.
- Estoy ya viejo.... y solo. ¡Oh!, si muero, la Tierra quedará más sola todavía.
Apesadumbrado, despaciosamente emprendió el regreso a su choza.
El susurro de la selva y el canto de las aves lo embargaban ahora de infinita melancolía.
Yendo en camino, sintió un dolor en la rodilla, como si lo hubiera picado algún insecto; no pudo darse cuenta, pero pensó que hubiera podido ser una avispa. Comenzó a sentir que un pesado sopor lo invadía.
- Es raro cómo se siento. Me acostaré tan pronto llegue.
Siguió caminando con dificultad y al llegar a su choza se recostó, quedando dormido.
Tuvo un largo sueño. Soñó que entre más cosas soñaba, más se envejecía y más débil se ponía y que de su cuerpo agónico se proyectaban otros seres.
Despertó muy tarde al otro día. Quiso levantarse, pero el dolor se lo impidió. Entonces se miró la inflamada rodilla y notó que la piel se había vuelto transparente. Le pareció que algo en su interior se movía. Al acercar más los ojos, vio con sorpresa que, allá en el fondo, dos minúsculos seres trabajaban; se puso a observarlos.
Las figuras eran un hombre y una mujer: el hombre templaba un arco, y la mujer tejía un chinchorro.
Intrigado, Yuche les preguntó:
- ¿Quiénes son ustedes? ¿Cómo llegaron ahí?
Los seres levantaron la cabeza, lo miraron, pero no le respondieron y siguieron trabajando.
Al no obtener respuesta, hizo un máximo esfuerzo para ponerse de pie, pero cayó sobre la tierra. Al golpearse, la rodilla se reventó y de ella salieron los pequeños seres que empezaron a crecer rápidamente, mientras él moría.
Cuando terminaron de crecer Yuche murió.
Los primeros tikunas se quedaron por algún tiempo allí, donde tuvieron varios hijos; pero más tarde se marcharon, porque querían conocer más tierras, y se perdieron.
Muchos tikunas han buscado aquel lugar, pero ninguno lo ha encontrado.

Colombia - Mito Wayúu - Creación

El pueblo Wayú habita la península de la Guajira al norte de Colombia y noroeste de Venezuela, sobre el mar Caribe. Según los censos realizados, su población está constituida por 144.003 personas y constituyen el 48 % de la población de la Península de la Guajira. La mayor densidad de su asentamiento se presenta en Nazareth. El relato es el siguiente:

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Al principio solo vivía Maleiwa, allí arriba muy lejos, cerquita de Caí (sol) y al lado de Kachi (luna); también vivía con ellos Juya (lluvia) y aquí a bajo estaba Mma (Tierra), muy sola.
El sol Kaí tenia una hija llamada Warattui (Claridad) y la luna (Kashi) una hija llamada Pluushi (oscuridad). Shulliwala (estrellas) eran hijas de Pluushi.
Un día Juya empezó a caminar y se encontró a Mma y brotó con ella, se enamoró de ella y en su alegría cantó y su canto fue un Juka Pula Juka (Rayo) que penetró en Mma y brotó de ella un Ama Kasutai (caballo blanco) que se convirtió en Ali Juna y fue papá de todos los Ali Juna Blanco.
Mma quería más hijos y entonces Juya siguió cantando y muchos rayos cayeron y Mma parió a Wunu Lia (plantas) que brotaban en su vientre; tenían muchas formas y tamaños, pero todas eran quietas y no se movían. Mma seguía triste porque ella quería hijos que caminaran, se movieran, y fueran de un lugar a otro.
Maleiwa no quería ver triste a Mma, por eso vino a Wotkasairu, aquí en la Alta Guajira y tomó pootchi: -Ustedes serán los Wayuu (hombres), hablarán y caminarán por todas partes, esta tierra será suya. Siguió haciendo figuras pero a ellas les dijo: -A ustedes no las dejo hablar, ustedes serán Muru-ulu (Animales). Los hizo de diferentes tamaños y formas, unos grandes y otros pequeños, unos con cuatro patas y otros con dos. A unos les dio brazos para volar, a otros los dejo aquí caminando. Maleiwa es el Julaulashi (jefe o autoridad superior). Les ordeno a los Wayuu que no podían pelearse, tenían que vivir en paz y respetarse.
No puedes matar a ningún Wayuu porque será vengado y pagará toda tu familia, no derrames sangre porque en ella está la vida. Por eso cuando la derrames, cóbrala. No cojas lo ajeno. No es tuyo, si lo haces tendrán que pagar tres veces más el daño hecho.
Esas son las ordenes de Maleiwa y nosotros la respetaremos y la cumplimos. Todos lo han hecho, nuestros antepasados y nosotros ahora.
Este mito fue tomado de:

Colombia - Mito Huitoto - La Gran Serpiente

Este mito fue recogido por el antropólogo alemán Konrad Preuss. Los indígenas Huitoto habitan en la zona del sur del departamento del Amazonas de Colombia.
Se estima que esta etnia tiene una población de 6.245 personas. Los Huitoto hablan diversos dialectos de acuerdo con la zona donde se asientan. El relato es el siguiente:
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El Padre Buineizeni (1) fue paralizado por el sol como castigo por haber creado el árbol morena (2). Cierta vez, su hermano, donde aquél vivía, trajo una raíz de yuca que su mujer pelaba. El enfermo preguntaba constantemente a su cuñada por el nombre de la raíz, razón por la cual la mujer lo regañó, haciéndole llorar. Entonces él le pidió a su hermano que lo llevara a un lugar solitario y allí permaneció en una choza que su hermano mismo le construyó.
Cuando el hermano quiso visitarlo de nuevo, la choza estaba vacía y nadie respondió a su llamado. Entretanto, Buineizeni, que se había embriagado con ambil (3), se sumergió en el agua y se transformó en una serpiente. De esta manera nadó hasta el bañadero de su hermano, donde las hijas de éste trataron de atrapar al lindo animal. Pero sólo lo atraparon después que su padre les tejió un cernidor de malla muy fina. Colocaron la serpiente en una olla pequeña. Rechazaba el casabe y la piña, pero, en cambio, tragaba almidón de yuca, alimento que había sido sugerido al padre mediante un sueño. Por ello, alcanzó primero el grosor de un hilo y luego el de la punta de un dedo, por lo que debió ser puesto en una olla más grande. Luego en otra olla aún más grande cuando su tamaño era igual al de un brazo. Después fue colocado en un lago pequeño, donde comía enormes cantidades de almidón de yuca.
El animal estaba tan hambriento que en su boca cabía primero la mano de la muchacha que le daba de comer, luego su brazo y después su hombro. En un lago profundo era tan grande como un muslo, luego como un pilón de coca y finalmente se asemejaba a un tronco flotando en el agua. Más tarde salía a la orilla y devoraba ciervos y otros animales de caza, pero regresaba a los llamados de las niñas para devorar su comida. Más tarde vivía en una cueva, bajo los pueblos de los hombres, y comenzaba a devorar a los primeros antepasados que llegaron a la tierra. Cuando se lo llamó una vez más, devoró todo el recipiente con la yuca y, además, a la muchacha que se lo ofrecía.
Su padre encontró en el sueño el medio para dar muerte a la serpiente. La llamó y saltó a su interior cuando ella abrió la boca para tragar la yuca. A partir de ese momento, todas las tribus que la serpiente devoraba, se descomponían a su lado. Pero él, en cambio, se conservaba gracias al ambil que consumía. Cortaba paulatinamente el vientre de la serpiente con una concha que había traído consigo. Pero sólo rajaba un poco, como se lo habían dicho sus espíritus protectores. Entretanto, la serpiente devoraba a los habitantes de tribus de todos los ríos, desde el Amazonas hasta el Putumayo. Eran devorados en forma tal que nadie se arriesgaba a salir más de las chozas. Todos sufrían la falta de alimento.
Mientras esto ocurría, los espíritus protectores le repetían al padre: "Deeijoma (4), éste aún no es tu bañadero. ¡Sé cuidadoso con el corte!". Pero cuando llegó a su casa, le ordenaron que cortara con fuerza. Abrió completamente el vientre, saltó hacia afuera por la abertura y saludó a sus hijas. Su cabeza estaba pelada, no tenía cabello. La serpiente se revolcaba en el suelo.
Mucho tiempo después, hizo que sus hijas le ataran hojas que le sirvieran de alas, y al moverlas se convirtió en águila. Se colocó un hacha de piedra a manera de pico y tiznó el interior de sus ojos. Ahora devoraba micos cuyas cabezas, destinadas a sus hijas, dejaba rodar desde el techo de la choza. Pero cuando les ofreció de comer cabezas humanas, ellas no las querían recibir, y al no traerles nada de comida, consumieron los huevos que el padre había puesto en el nido y en su lugar hicieron huevos de almidón de yuca. Por tal razón él quería devorar a sus hijas, pero ellas trancaron la puerta y pidieron auxilio a los demás habitantes del pueblo. Luego armaron una trampa en la que él cayó. Allí su otro Yo se transformó en gaviota.

Notas:

(1) El Buineima que se arrastra
(2) De él se obtiene una substancia mágica pegajosa
(3) Extracto de jarabe o jalea que se chupa
(4) El que corta