Los chaimas son una nación indígena del oriente de Venezuela, cuyos descendientes actualmente luchan por revitalizar la lengua y tomar sus espacios naturales. El siguiente mito sobre Amanaroca, el primer ser humano, fue tomado del Blog Yabarana. Relata lo siguiente:
.En un tiempo muy lejano contando muchas lunas hacia atrás, nadie había aun abierto trochas en la selva, y las matas eran espesas, que apenas dejaban asomar la tierra por entre el verdor de los bejucos. A este mundo llegó Amanaroca, el primer hombre de todos los hombres, el fundador de las tribus que habían de nacer a lo largo de los tiempos. El remoto abuelo de las gentes chaimas trajo consigo, sobre las márgenes del Guarapiche y el Mana, a su hermano Hurvipín cuyo nombre quiere decir que sólo él era y que no tenía ningún otro hermano mayor.
En cierta ocasión, Amanaroca y Hurvipín se enojaron muchísimo entre ellos, como siempre que hay dos hombres juntos en la tierra. Así pues, lucharon bravamente uno contra otro, y Amanaroca, que era más recio y valiente, agarró a su hermano y lo arrojó contra la alta montaña del Guácharo, quedando Hurvipín incrustado en la falda del cerro, convertido en un gran peñasco que se distingue desde lo lejos, por encima de la cueva abierta en la base de aquella montaña.
Los chaimas descendientes de Amanaroca, crecieron y se hicieron muchos al pie de la montaña del Guácharo. Los chaimas temían a esta gran caverna, sobre la que estaba petrificado el cuerpo de Hurvipín, en cuyas bóvedas rocosas se ocultaban miles de guácharos acompañando los espíritus de los chaimas muertos, generación tras generación, y yacen inmóviles en las misteriosas estancias de cristal, roca y piedras refulgentes que forman la gran cueva del Guácharo.
Ningún chaima entró nunca en aquel lugar donde había de ir su espíritu cuando se separase de su cuerpo, tan solo acudían a su entrada y ante ella conjuraban al mal espíritu.
En cierta ocasión, Amanaroca y Hurvipín se enojaron muchísimo entre ellos, como siempre que hay dos hombres juntos en la tierra. Así pues, lucharon bravamente uno contra otro, y Amanaroca, que era más recio y valiente, agarró a su hermano y lo arrojó contra la alta montaña del Guácharo, quedando Hurvipín incrustado en la falda del cerro, convertido en un gran peñasco que se distingue desde lo lejos, por encima de la cueva abierta en la base de aquella montaña.
Los chaimas descendientes de Amanaroca, crecieron y se hicieron muchos al pie de la montaña del Guácharo. Los chaimas temían a esta gran caverna, sobre la que estaba petrificado el cuerpo de Hurvipín, en cuyas bóvedas rocosas se ocultaban miles de guácharos acompañando los espíritus de los chaimas muertos, generación tras generación, y yacen inmóviles en las misteriosas estancias de cristal, roca y piedras refulgentes que forman la gran cueva del Guácharo.
Ningún chaima entró nunca en aquel lugar donde había de ir su espíritu cuando se separase de su cuerpo, tan solo acudían a su entrada y ante ella conjuraban al mal espíritu.
1 comentario:
Saludos amigo...visitando páginas encontré su blog..lo felicito tal parece tenemos el mismo gusto e interés por los mitos indígenas.
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