Este blog desea servir de vehículo de encuentro y de divulgación de los mitos latinoamericanos, para contribuir a que los antiguos personajes y situaciones simbólicas arquetípicas se contacten de nuevo con nuestras conciencias, despertando esa antigua habilidad que tenían nuestros antepasados de leerlas intuitivamente y de servirse de ellas como alimento espiritual. Para contextualizar el tema recomendamos iniciar con las lecturas de Pueblos indígenas en Latinoamérica, Pueblos indígenas en Colombia, Sentir Indígena, Definición de Mito,Consecuencias de olvidar los mitos, Mitos en Latinoamérica, Formas del Mito y Mitos de Creación. En estos últimos se desea hacer un especial énfasis.


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En agosto de 2019 ofrecimos unas estadísticas de Las 10 entradas más visitadas en 11 años.




domingo, 22 de junio de 2008

Perú - Mito Inca - La luna


Los Incas se consolidaron como el estado prehispánico de mayor extensión en América. Abarcó los territorios andinos que corresponden actualmente al sur de Colombia, pasando por Ecuador, Perú, Bolivia, hasta el centro de Chile y el noroeste de Argentina. La capital del Imperio fue la ciudad de Cusco (ombligo del mundo), por ser el centro del desarrollo de la etnia Inca desde sus inicios y su fundación por Manco Capac. El mito de Quilla fue tomado de la página web Mitología Andina:
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Quilla o Quillamama es el nombre que le daban los incas a la Luna. Era considerada la hermana y esposa de Inti, el dios Sol, y tenía un bello aposento con láminas e ídolos de plata al interior del templo del Qoricancha, en el Cusco.Los antiguos peruanos rindieron culto a Quilla invocando su protección a las mujeres y bebes durante el parto. En la costa norte del Perú su culto fue muy fuerte desde tiempos remotos. Los mochicas y chimús, por ejemplo, le llamaban Si y le entregaban ofrendas y sacrificios humanos en hermosos templos piramidales como la Huaca de la Luna, cerca de Trujillo. Lo curioso es que los costeños consideraban al astro selenita como una divinidad de atributos masculinos, a diferencia de los pueblos de la sierra que trataban a la Luna como una amorosa madre protectora.

Existe un mito que narra la infidelidad de Quillamama. Resulta que un hermoso zorro se había enamorado de la diosa y le imploraba cada noche que accediera a sus requerimientos, hasta que la Luna convencida de su amor decidió soltar una soga de plata por donde el zorro ascendió y llegó a su amada para nunca separarse de ella. Cuentan los indígenas que al zorro aún se le puede ver como una silueta que cubre la superficie de la Madre Luna.

viernes, 20 de junio de 2008

Venezuela - Mito Chaima - Origen seres


Los chaimas son una nación indígena del oriente de Venezuela, cuyos descendientes actualmente luchan por revitalizar la lengua y tomar sus espacios naturales. El siguiente mito sobre Amanaroca, el primer ser humano, fue tomado del Blog Yabarana. Relata lo siguiente:
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En un tiempo muy lejano contando muchas lunas hacia atrás, nadie había aun abierto trochas en la selva, y las matas eran espesas, que apenas dejaban asomar la tierra por entre el verdor de los bejucos. A este mundo llegó Amanaroca, el primer hombre de todos los hombres, el fundador de las tribus que habían de nacer a lo largo de los tiempos. El remoto abuelo de las gentes chaimas trajo consigo, sobre las márgenes del Guarapiche y el Mana, a su hermano Hurvipín cuyo nombre quiere decir que sólo él era y que no tenía ningún otro hermano mayor.
En cierta ocasión, Amanaroca y Hurvipín se enojaron muchísimo entre ellos, como siempre que hay dos hombres juntos en la tierra. Así pues, lucharon bravamente uno contra otro, y Amanaroca, que era más recio y valiente, agarró a su hermano y lo arrojó contra la alta montaña del Guácharo, quedando Hurvipín incrustado en la falda del cerro, convertido en un gran peñasco que se distingue desde lo lejos, por encima de la cueva abierta en la base de aquella montaña.
Los chaimas descendientes de Amanaroca, crecieron y se hicieron muchos al pie de la montaña del Guácharo. Los chaimas temían a esta gran caverna, sobre la que estaba petrificado el cuerpo de Hurvipín, en cuyas bóvedas rocosas se ocultaban miles de guácharos acompañando los espíritus de los chaimas muertos, generación tras generación, y yacen inmóviles en las misteriosas estancias de cristal, roca y piedras refulgentes que forman la gran cueva del Guácharo.
Ningún chaima entró nunca en aquel lugar donde había de ir su espíritu cuando se separase de su cuerpo, tan solo acudían a su entrada y ante ella conjuraban al mal espíritu.

jueves, 19 de junio de 2008

Colombia - Mito General - Espíritu


El mito de la Candileja es común a varias regiones del país. La narración que presentamos a continuación fue tomada de la página web Toda Colombia:
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La Candileja es una bola ígnea de tres hachones o luminarias, con brazos como tentáculos chisporroteantes de un rojo candela, que produce ruido de tiestos rotos. Persigue a borrachos, infieles y a padres de familia irresponsables y blandengues. Asusta también a los viajeros que transitan en horas avanzadas de la noche. Los abuelos y tatarabuelos, en hogares de familias numerosas, cuentan esta leyenda una y otra vez para escarmiento o como lección moral a sus hijos y nietos.
Según cuentan, hace muchísimos años había una anciana que tenia dos nietos a quienes consentía demasiado, tolerándoles hasta las más extrañas ocurrencias, groserías y desenfrenos. Las infantiles ocurrencias llegaron hasta exigirle a la viejita que hiciera el papel de bestia de carga para ensillarla y luego montarla entre los dos; la abuela accedió en el acto para la felicidad de sus dos nietos, quienes anduvieron por toda la casa como sobre el más manso cuadrúpedo.
Cuando murió la anciana, San Pedro la recriminó por la falta de rigidez en la educación de sus dos pimpollos y la condenó a purgar sus penas en este mundo entre tres llamaradas de candela que significan: el cuerpo de la anciana y el de los dos nietos.

Colombia - Mito General - Espíritu


El mito del Sombrerón se trata de un personaje que vivió en épocas pretéritas en diferentes pueblos de Colombia. Se encuentra también en la mitología de Guatemala y de México. La siguiente versión fue tomada de la página web Toda Colombia:
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El Sombrerón era un enigmático hombre que vestía de negro y se ponía un gran sombrero del mismo color, montaba un brioso caballo también negro que se confundía con la noche, no hablaba con nadie y a nadie le hacía daño; aparecía y desaparecía como por encanto.
Al hombre se le encontraba en las orillas del camino y aunque ya murió, la gente sigue sintiendo su presencia. Físicamente se le describe como un hombre maduro, con un sombrero grande, bien vestido, de rostro sombrío y en actitud de observación permanente. Las personas que lo han visto aseguran que lo acompañan dos enormes perros negros cogidos por gruesas cadenas.
Los trasnochadores que lo han visto o a quienes se les ha presentado, dicen ver la figura que les sale al camino, los hace correr y les va gritando "Si te alcanzo, te lo pongo". Siempre persigue a los borrachos, a los peleadores, a los trasnochadores y los jugadores tramposos y empedernidos. Aprovecha los sitios solitarios. En noches de luna es fácil confundirlo con las sombras que proyectan las ramas y los arbustos. Llega siempre de noche a todo galope, acompañado de un fuerte viento helado y desaparece rápidamente.
Fue famoso en Medellín en 1837, cuando recorría todas las calles. Aparecía cuatro o cinco viernes seguidos, volvía a aparecer uno o dos meses después. Parece que fuera el sombrerón, el espanto propio de Medellín.
Hay crónicas también de sus andanzas por pueblos del suroeste como Andes, Bolívar y Jardín y por los poblados a orillas de los ríos San Juan y Baudó. En otras regiones colombianas como el Tolima, el Huila y al oriente del Valle del Cauca, se le denomina como El Jinete Negro y se le describe en forma muy similar a como se ha descrito aquí.
Por el suroeste antioqueño, lo mencionan también como "El Jinete sin Zamarros", y se le describe con ligeras variantes. Le atribuyen distintas formas de presentación, la más frecuente de las cuales es la de un hombre alto y corpulento, enlutado, que termina en una calavera, ornada con un negro sombrero de anchas alas.

Colombia - Mito General - Espíritu


El mito de la Madremonte se presenta en distintas regiones de Colombia. El mito es conocido también en Brasil, Argentina y Paraguay con nombres como: Madreselva, Fantasma del monte y Madre de los cerros. Este relato fue tomado de la página web Toda Colombia:
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Los campesinos y leñadores que la han visto, dicen que es una señora corpulenta, elegante, vestida de hojas frescas y musgo verde, con un sombrero cubierto de hojas y plumas verdes. No se le puede apreciar el rostro porque el sombrero la opaca. Hay mucha gente que conoce sus gritos o bramidos en noches oscuras y de tempestad peligrosa. Vive en sitios enmarañados, con árboles frondosos, alejada del ruido de la civilización y en los bosques cálidos, con animales dañinos.
Cuentan que cuando la Madremonte se baña en las cabeceras de los ríos, estos se enturbian y se desbordan, causan inundaciones, borrascas fuertes, que ocasionan daños espantosos.
Castiga a los que invaden sus terrenos y pelean por linderos; a los perjuros, a los perversos, a los esposos infieles y a los vagabundos. Maldice con plagas los ganados de los propietarios que usurpan terrenos ajenos o cortan los alambrados de los colindantes. A los que andan en malos pasos, les hace ver una montaña inasequible e impenetrable, o una maraña de juncos o de arbustos difíciles de dar paso, borrándoles el camino y sintiendo un mareo del que no se despiertan sino después de unas horas, convenciéndose de no haber sido más que una alucinación, una vez que el camino que han trasegado ha sido el mismo.
Dicen que para librarse de las acometidas de la Madremonte es conveniente ir fumando un tabaco o con un bejuco de adorote amarrado a la cintura. Es también conveniente llevar pepas de cavalonnga en el bolsillo o una vara recién cortada de cordoncillo de guayacán; sirve así mismo, para el caso, portar escapularios y medallas benditas o ir rezando la oración de San Isidro Labrador, abogado de los montes y de los aserríos.

Colombia - Mito General - Espíritu


El mito de la Patasola es propia de toda la región antioqueña y el Tolima grande. La siguiente caracterización está basada en Agustín Londoño en su libro El testamento del Paisa, así como en Leyendas populares colombianas de Javier Ocampo López. Fue tomada y adaptada de la página web Raíces Paisas.
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Cuentan que la Patasola es el espíritu de una mujer infiel que tenía amores con el patrón de su esposo; cuando el esposo descubrió el engaño mató al patrón con un machete y a ella le cortó una pierna, ella corrió con su única pierna hasta que se desangró y murió. Tambien cuentan que era una mujer que perdió una pierna por estar cortando leña un Viernes Santo, cuando supuestamente nadie debe trabajar ni hacer nada, y quedó condenada a errar por el mundo, y se oyen sus gritos de dolor en la noche, con la particularidad de que cuando se oye lejos está cerca y cuando se oye cerca esta lejos.
Es una figura femenina con una sola pata en forma de tronco de árbol que termina en una pezuña o una garra de oso, con la que avanza con rapidez. Tiene un solo seno en el pecho y brazos muy largos con manos como garras. Su aspecto es aterrador : cabellera enmarañada, grandes ojos de tigresa, boca grande, colmillos enormes.
Habita en los montes y se la ha visto cantando trepada en un árbol esperando la salida de la luna. Es defensora de los animales salvajes y de los montes. Se cree dueña y señora de la selva rodeada de fieras y bichos maléficos. Persigue a los cazadores, a los mineros y a los aserradores y odia los sembrados, los machetes y los perros.
Se presenta a veces como una mujer bellísima y seductora que llama a los hombres y los atrae para enamorarlos, pero a medida que avanza hacía la oscuridad del bosque se va transformando en un mostruo con ojos de fuego, boca inmensa con dientes de felino, y una cabellera de medusa despeinada que cae sobre el rostro para ocultar su fealdad y los devora hasta dejar los huesos pelados y regados por todas partes; los que consiguen escapar regresan trastornados.
En otras ocasiones, oyen los lamentos de una mujer extraviada; la gritan para auxiliarla, pero los quejidos van tornándose más lastimeros a medida que avanza hacia la víctima y, cuando ya está muy cerca, se convierte en una fiera que se lanza sobre la persona, le chupa la sangre, y termina triturándola con sus agudos colmillos.
Despista a los cazadores y a los perros, borrando las huellas de las piezas de caza y deja en su lugar la huella de su pezuña o imitando la del animal perseguido en sentido contrario hacia donde escapan los animales , lo cual hará extraviarse en el bosque a los cazadores, con el fin de acercarse a velocidades increibles para poder atacarlos, o para atormentarlos por las noches con caricias torpes hasta debilitarlos.
Tambien persigue a los a los mineros que tengan muchas herramientas, porque odia el hacha, la peinilla o el machete y castiga a los agricultores mandándoles vendavales para destrozar sus plantíos, y más si son de maíz.
Ocasionalmente también se aparece a los niños como una mariposa que los sonsaca hasta el bosque para chuparles la sangre.
Dice la Leyenda que cuando ella mata a alguien, se sienta contenta a cantar:
"Yo soy más que la sirena; en el monte vivo sola; y nadie se me resiste; porque soy la Patasola. En el camino, en la casa, en el monte y en el río, en el aire y en las nubes, todo lo que existe es mío".
El único modo de aullentarla es estar siempre acompañado de animales domésticos, principalmente perros, o recurriendo a la candela o a un hacha. Cuando hacheros o mineros se pierden en la selva, es corriente el dicho: “Se lo llevó la Patasola”.

Colombia - Mito General - Espíritu

Este mito del Mohan, Mojan o Muan es el más generalizado en Colombia y está enraizado en costumbres indígenas. Es relatado por Agustín Londoño en su obra El testamento del Paisa (1988), y fue tomado de la página web Raíces Paisas.
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Se dice que el Mohán era un hechicero que tuvo una visión anticipada de la llegada de los españoles y de los terrores de la conquista, por lo cual se refugió en el monte y se convirtió en el dios de los ríos. Su nombre corresponde a la voz muisca “mojas”, con que los Chibchas denominaban a sus sacerdotes o hechiceros. Para algunos es una divinidad acuática; para otros es un espíritu maléfico que causa muchos daños imperdonables.
Su descripción es la de un indio viejo de tamaño gigantesco, aspecto demoníaco y parecido a una fiera. Personaje vegetal, musgoso, su cuerpo esta cubierto con una larga cabellera desgreñada, con uñas muy largas y afiladas. Parece tener cara de león a causa de la abundante melena, con tez quemada, sus ojos son desorbitados y chispeantes como brasas encendidas, su boca muy grande y con dientes de oro.
Espíritu tutelar de las aguas; vive en los pozos oscuros de los ríos y quebradas tropicales Tiene un silbido profundo que es escuchado en todo el monte. Ha sido visto fumando tabaco, arreglando atarrayas, cantando y tocando tiple. Bogas, pescadores y lavanderas lo vieron infinidad de veces en la playa del rio, pescando, cocinando, peinándose; o bajar en una balsa bien parado, por "la madre del río" tocando guitarra o flauta. En noches de tempestad lo han visto pescando y riendo a carcajadas.
Es travieso, medio sátiro, andariego, aventurero, músico, libertino, juguetón y con las muchachas es enamoradizo, bastante sociable, muy obsequioso y serenatero. Pero tambien puede ser traicionero y receloso, perseguidor de muchachas, hipnotizador, embaucador y feroz.
Como vive en los ríos, le gusta asomarse a ver bañar las muchachas bellas y a las lavanderas, para llevarselas para el monte.
Los pescadores se quejan de hacerles zozobrar sus embarcaciones, de raptarles los mejores bogas, ahuyentarles los peces, robarles las carnadas y los anzuelos; dicen que les enreda las redes de pescar, llegando a veces a ahogarlos, sobre todo a orillas del río Magdalena; es pues, el responsable de la muerte de los que perecen ahogados en los ríos selváticos.
Es además antropófago, se roba los niños y después de chuparles la sangre se los come asados.
Dicen tambien que se le ve siempre como un espíritu justiciero que castiga las transgresiones de las normas religiosas: castiga a los hombres que no oyen misa y trabajan en día de precepto, llevándoselos a las insondables cavernas que posee en el fondo de los grandes ríos.
Siempre que lo veían, su fantasmal aparición era indicio de males mayores como inundaciones, terremotos, pestes, etc
Para ahuyentar al Mohán, los pescadores utilizan plomadas de cobre en sus redes y atarrayas, además de navegar corriente arriba; y como es un gran fumador, para calmarlo le dejan tabaco en las rocas cerca a los ríos.

martes, 17 de junio de 2008

Perú - Mito Inca - El sol y la luna


Los Incas se consolidaron como el estado prehispánico de mayor extensión en América. Abarcó los territorios andinos que corresponden actualmente al sur de Colombia, pasando por Ecuador, Perú, Bolivia, hasta el centro de Chile y el noroeste de Argentina. La capital del Imperio fue la ciudad de Cusco (ombligo del mundo), por ser el centro del desarrollo de la etnia Inca desde sus inicios y su fundación por Manco Capac. El mito de los Willkas es narrado por Monseñor Pedro Villar Cordova en su artículo "El mito Wa-Kon y los Willka", y fue tomado de la página web Incas, presencia de una divinidad.
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El Dios del Cielo «Pacha Kamac», esposo de la diosa de la tierra «Pacha Mama», engendró dos hijos gemelos, varón y mujer, llamados «Willcas».
El dios «Pacha Kamac» murió ahogado en el mar de Lurín y se encantó en una isla; por este hecho quedó viuda la diosa «Pacha Mama» y sufrió con sus dos hijitos muchas penalidades. Era una noche interminable cuando la viuda salió de Kappur por las fragosidades de «Gasgachin» de la quebrada de «Arma» y descansó al pie de la roca de «Pumaquihuay».
Sobre las altas cumbres acechaban monstruos horrendos; los felinos hambrientos rugían en el fondo de la quebrada. Llenos de terror, los «Willcas» lloraban inconsolablemente.
La luz coruscante de una llama muy leve sobre un lejano picacho llenó de esperanza a la atribulada madre de los mellizos. Después de beber en la laguna de «Rihuacocha», la viuda y sus hijitos, continuaron su viaje hacia el sitio donde brillaba la luz.
Los «Willcas» no sabían que su padre «Pacha Kamac» había muerto, y dijeron a su madre: «¡Vamos pronto al sitio donde arde la leña y allí encontraremos a nuestro padre!».
La caverna de «Wakonpahuain» del cerro «Reponge» era el sitio donde ardía una hoguera: allí vivía un hombre semidesnudo, llamado «Wa-Kón».
--¡Pasad! le dijo, y sentaos sobre este «tuto» mientras yo cocino.
El «tuto» era un tejido de crin vegetal que todavía conservaba las espinitas. Los niños se hallaban incómodos sobre este asiento.
El «Wa-Kón» sancochaba patatas en una olla de piedra; y dirigiéndose a los mellizos les dice: «Id al puquio y traedme agua en ese cántaro». Los niños obedecieron; pero la vasija que llevaron a la fuente estaba rajada, y por esta causa los mellizos tardaron mucho en regresar a la caverna.
Mientras los «Willcas» se demoraban en la fuente, el antropófago «Wa-Kón» quiso seducir a la madre de los mellizos; más no pudiendo efectuar su intento, devoró a la diosa «Pacha Mama», quien pagó con la muerte su gran fidelidad al dios de los cielos, «Pacha Kamac». El maligno Wa-kón se nutrió de la carne y de la sangre codiciadas de la madre de los mellizos y guardó una parte de su cuerpo sacrificado en un olla muy grande.
Cuando los mellizos llegaron del manantial, se dirigieron a «Wa-Kón» y preguntaron por su madre. Wa-Kón les contestó: «Muy lejos de este sitio ha ido vuestra madre; pero, llegará muy pronto ella.» Más los días pasaban interminables y la madre de los «Willcas» no llegaba. Los niños lloraban amargamente la ausencia de su madre.
El Huay-chau, el ave que anuncia la salida del sol, que canta armoniosamente durante la aurora matutina, o tiene un graznido agorero como las «lechuzas», anuncia la muerte de alguna persona; compadecido de la desgracia de los «Willcas» les comunicó detalladamente la muerte de su madre y les anunció el peligro que ellos corrían en la compañía del sanguinario «Wa-Kón». Luego de referir a los niños el episodio de la muerte de la diosa «Pacha Mama», el pajarillo «Huay-chau» les dio un consejo: «Id, les dice, fuera de la Caverna de «Yagamachay» y debajo de una huanca (que era una piedra muy larga), se halla el «Wa-Kón» durmiendo. Atadlo con su abundante cabellera hacia la piedra mientras está dormido y luego huid de este sitio; porque, si el «Wa-Kón» se da cuenta de lo que vosotros le habéis hecho, os matará». Los niños obedecieron este mandato, y mientras el «Wa-kón» dormía atado a la piedra con sus propios cabellos, echáronse a correr vertiginosamente.
En esta desesperada peregrinación encontráronse los «Willcas» con el Añas [mofeta], la madre de los «zorrillos», la cual les dijo: ¿Por qué emprendéis la carrera, quién os persigue?...Los «Willcas» contaron a la madre de los zorrillos la tragedia de la viuda.
El Añas, al igual que su compañero de la mañana, el «Huay-chau», se compadeció de los infortunados huerfanitos y los adoptó como a nietos, escondiéndolos en su madriguera.
Por fin, se despertó el «Wa-Kón» de su profundo letargo y, después de libertarse con dificultad de su prisión, buscó a los «Willcas» por todas partes. En su viaje de investigación el genio maligno encontró a varios animales del campo y conversó con las aves del cielo: preguntó al Puma, al Cóndor y al Amaru [serpiente] si habían visto a los «Willcas». Pero estos animales no le dieron respuesta satisfactoria.
Por último, encontró a la astuta madre de los Añacos y le preguntó si había visto a los Willcas». El Añas contestóle: «Sí, los he visto que han seguido por ese camino; si tú quieres encontrarlos con mayor rapidez, sube sobre esa cumbre y entona una canción, fingiendo la voz de la madre de los «Willcas». Al eco de esa voz acudirán presurosos lo mellizos...». El «Wa-Kón» subió al cerro sin comprender que allí, la «Zorrillo» había puesto una trampa: comenzó a entonar la canción convenida con débil y angustiosa voz llamando a los «Willcas» como madre cariñosa; y, al fin, puso el pie sobre la piedra fatal de la trampa y rodó al abismo. Su muerte fue seguida de un espantoso terremoto.
Libres los niños de su cruel perseguidor y asesino de su madre, vivían muy felices en compañía de su abuela adoptiva, el Añas, que les alimentaba con su propia sangre. Pero los «Willcas» hastiados de la sangre que era su único alimento, suplicaron a su abuelita que les dejara ir al campo a «Shanar», o sea, a sacar las papas que habían quedado ocultas en la tierra al hacer la cosecha. La abuelita Añas les concedió permiso para ello; y cuando se entretenían en su labor, encontraron una oca muy dulce que por su forma de muñeca les llamó la atención. Los «Willcas» se pusieron a jugar con la oca, la que se rompió en varios pedazos y, no teniendo un juguete semejante, prorrumpieron en llanto. Cansados de llorar se quedaron dormidos; cuando despertó la niña contó a su hermanito lo siguiente: «Estábamos jugando, dijo, y yo arrojaba un sombrero al cielo donde se quedaba; aventaba mis vestidos y allí se quedaban. ¿Que significará todo esto?»...Los «Willcas» estaban pensativos, cuando, de improviso descendió del Cielo una soga, y el Añas les aconsejó que por allí treparan...Subieron todo juntos al Empíreo, donde el gran dios Pacha Kamac les esperaba.
El «Willca» varón se transformó en el Sol, y el «Willca» mujer, en la Luna. Pero, la vida de peregrinación que llevaron en la Tierra nunca terminó. El Sol seguirá su viaje astral, enviando su luz en el día, y la Luna, durante la noche, caminará iluminando el sendero que les tocó seguir acompañados de su infortunada madre viuda... La diosa «Pacha-Mama» se quedó encantada en aquel cerro cubierto de nieves perpetuas, como un blanco sudario, que hasta ahora recibe el nombre de «La viuda». La divinidad suprema «Pachacamaq», queriendo premiar la fidelidad de esta diosa que con sus hijitos sufrieron tanto, comunicó a la diosa «Pacha-Mama» la facultad generadora...
Desde la cumbre del picacho de «la Viuda» la diosa «Pacha-Mama» envía sus favores a todos los habitantes de esta región, por ella, el dios del cielo envía las lluvias, fertilizando la tierra hace que broten las plantas y haya muchas mieses; por ella, los animales nacen y crecen para servir de sustento al hombre; ella es la madre de los mellizos en las especies del hombre y de los otros animales.
La divinidad suprema «Pacha Kamac», también, premió al Añas haciendo que este animalito pudiera esconder a sus hijitos en su madriguera, de la misma manera como había protegido a los «Willcas» durante su estadía sobre la Tierra. Premió al Puma, haciéndole el rey de las quebradas y de los bosques, al Cóndor, como señor de las alturas, a la Víbora, haciendo que esta serpiente pudiera defenderse de sus enemigos por medio de su ponzoña y fuera el símbolo de la fecundidad y de la riqueza.
Con el reinado de los «Willcas» transformados en los semidioses el Sol y la Luna, triunfó la Luz y fue vencido para siempre el dios de la noche, el Wa-Kón, vengándose de esta manera la muerte de la diosa «Pacha-Mama», llamada por antonomasia, «La Viuda».

Chile - Mito Mapuche - Creación


Los Mapuches han ocupado zonas de Chile y en Argentina en las Provincias de Neuquén y Río Negro. A la llegada de los conquistadores, superaban el millón de personas y nunca pudieron ser dominados por los españoles. Actualmente hay un movimiento de recuperación de sus aspectos culturales, su reconocimiento como etnia y de recuperación de sus tierras. La historia que acá se relata sobre la creación es tomada de la página web Mundoria, y es una variante y complemento de la historia narrada en Argentina - Mito Mapuche - El sol y la luna.
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Hace infinidad de lluvias, en el mundo no había más que un espíritu que habitaba en el cielo. Solo él podía hacer la vida. Así decidió comenzar su obra cualquier día. Aburrido un día de tanta quietud decidió crear a una criatura vivaz e imaginativa, la cual llamó "Hijo", porque mucho le quiso desde el comienzo. Luego muy contento lo lanzó a la tierra. Tan entusiasmado estaba que el impulso fue tan fuerte que se golpeó duramente al caer. Su madre desesperada quiso verlo y abrió una ventana en el cielo. Esa ventana es Kuyén, la luna, y desde entonces vigila el sueño de los hombres.

El gran espíritu quiso también seguir los primeros pasos de su hijo. Para mirarlo abrió un gran hueco redondo en el cielo. Esa ventana es Antú, el sol y su misión es desde entonces calentar a los hombres y alentar la vida cada día. Así todo ser viviente lo reconoce y saluda con amor y respeto. También es llamado padre sol.

Pero en la tierra el hijo del gran espíritu se sentía terriblemente solo. Nada había, nadie con quién conversar. Cada vez más triste miró al cielo y dijo: ¿Padre, porqué he de estar solo? En realidad necesita una compañera, dijo Ngnechén, el espíritu progenitor. Pronto le enviaron desde lo alto una mujer de suave cuerpo y muy graciosa, la que cayó sin hacerse daño cerca del primer hombre. Ella estaba desnuda y tuvo mucho frío. Para no morir helada echó a caminar y sucedió que a cada paso suyo crecía la hierba, y cuando cantó, de su boca insectos y mariposas salían a raudales y pronto llegó a Lituche el armónico sonido de la fauna.

Cuando uno estuvo frente al otro, dijo ella: - Qué hermoso eres. ¿Cómo he de llamarte? . Yo soy Lituche el hombre del comienzo. Yo soy Domo la mujer, estaremos juntos y haremos florecer la vida amándonos -dijo ella-. Así debe ser, juntos llenaremos el vacío de la tierra -dijo Lituche.

Mientras la primera mujer y el primer hombre construían su hogar, al cual llamaron ruka, el cielo se llenó de nuevos espíritus. Estos traviesos Cherruves eran torbellinos muy temidos por la tribu. Lituche pronto aprendió que los frutos del pewén eran su mejor alimento y con ellos hizo panes y esperó tranquilo el invierno. Domo cortó la lana de una oveja, luego con las dos manos, frotando y moviéndolas una contra otra hizo un hilo grueso. Después en cuatro palos grandes enrolló la hebra y comenzó a cruzarlas. Desde entonces hacen así sus tejidos en colores naturales, teñidos con raíces.

Cuando los hijos de Domo y Lituche se multiplicaron, ocuparon el territorio de mar a cordillera. Luego hubo un gran cataclismo, las aguas del mar comenzaron a subir guiadas por la serpiente Kai-Kai. La cordillera se elevó más y más porque en ella habitaba Tren-Tren la culebra de la tierra y así defendía a los hombres de la ira de Kai-Kai. Cuando las aguas se calmaron, comenzaron a bajar los sobrevivientes de los cerros. Desde entonces se les conoce como "Hombres de la tierra" o Mapuches.

Siempre temerosos de nuevos desastres, los mapuches respetan la voluntad de Ngnechén y tratan de no disgustarlo. Trabajan la tierra y realizan hermosa artesanía con cortezas de árboles y con raíces tiñen lana. Con fibras vegetales tejen canastos y con lana, mantas y vestidos. Aún hoy en el cielo Kuyén y Antú se turnan para mirarlos y acompañarlos. Por eso la esperanza de un tiempo mejor nunca muere en el espíritu de los mapuches, los hombres de la tierra.

Colombia - Mito Chibcha - Héroe Civilizador


Los Chibchas o Muiscas, son un pueblo amerindio perteneciente a la familia lingüística chibcha que habitaron las riberas del río Magdalena, cerca de Bogotá, Colombia. En el pasado ocupaban parte de la actual Panamá y los altiplanos de la cordillera Oriental de Colombia. El siguiente mito sobre el dios Chaquén está basado en el relato que sobre el tema hace el historiador Javier Ocampo López, y fue tomado y adaptado de la página web Para Tunja lo mejor.
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El dios Chaquén velaba por los linderos de los sembrados de los indígenas. Este dios se hacía presente, principalmente en las festividades dedicadas a las cosechas, propiciatorias para la fertilidad agrícola. Se organizaban carreras de los indios más valientes y el cacique daba algunas mantas de premio a los mejores.


Se creaban danzas en esas ocasiones, acompañadas por flautas y tamboriles. Se hacían igualmente entremeses, regocijos y juegos. Muchos llevaban pieles de animales con diademas de oro fino en la cabeza, en forma de medias lunas, las puntas para arriba. Participaban indias que cantaban dentro del corro, y bebían de múcuras con chicha. Las fietas duraban hasta que todos caían embriagados, y hombres y mujeres se juntaban con el primero o primera con quien se encontraran, porque había licencia general para hacerlo, aún con las mujeres de los caciques y nobles. De acuerdo con el ritual de los dioses chibchas, al dios Chaquén se le ofrecían los adornos de la borrachera y de las fiestas, con toda la plumería que usaban en ellas y en las guerras.

Colombia - Mito Chibcha - Héroe Civilizador


Los Chibchas o Muiscas, son un pueblo amerindio perteneciente a la familia lingüística chibcha que habitaron las riberas del río Magdalena, cerca de Bogotá, Colombia. En el pasado ocupaban parte de la actual Panamá y los altiplanos de la cordillera Oriental de Colombia. El siguiente mito sobre Nencatacoa es referido por Fray Pedro Simon, en su obra Noticias historiales de las conquistas de Tierra Firme en las Indias Occidentales, y fue tomado y adaptado del artículo "Bachue: relación mito-arte rupestre", de José Rozo Gauta. Cuenta lo siguiente:
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El dios Nencatacoa era el dios de las borracheras y de los tejedores de mantas. Ayudaba a traer, arrastrando, los maderos gruesos para los edificios. Se aparecía con una figura de oso, cubierto con una manta, dejando ver la cola.
Cantaba y bailaba con la gente en las borracheras. No se le hacían ofrecimientos porque decían que a este dios le bastaba con beber chicha con ellos. Ni él podía hacer otra cosa, y esa es la razón por la que se hallaba a la rastra de palos, porque en aquellas ocasiones se bebía mucho. Otros le llamaban el "Fo", que quiere decir zorra, porque con la figura de este animal se aparecía algunas veces, para que correspondiese la zorra con las borracheras.

miércoles, 11 de junio de 2008

Argentina - Mito Tehuelche - Creación


Los tehuelches se dividen en dos grandes grupos: los del Norte y los del Sur. Los primeros vivían en una amplia área desde el río Chubut en la Patagonia, Argentina, hasta la región pampeana incluida; los segundos tenían sus territorios tradicionales al sur del río Chubut, hasta el Estrecho de Magallanes. Este mito tehuelche fue tomado y adaptado de la web page de Portal Patagónico:
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Dicen los tehuelches que la Patagonia era solo hielo y nieve cuando el cisne la cruzó, volando por primera vez. Venía desde más allá del mar, de la isla divina donde Kóoch había creado la vida y donde había nacido Elal, a quién cargó en su blanco lomo para depositarlo sobre la cumbre del cerro Chaltén.
Dicen también que detrás del cisne volaron el resto de los pájaros, que los peces los siguieron por el agua y que los animales terrestres cruzaron el océano a bordo de unos y de otros. Así la nueva tierra se pobló de guanacos, de liebres y de zorros; los patos y los flamencos ocuparon las lagunas y surcaron por primera vez el desnudo cielo patagónico los chingolos, los chorlos y los cóndores. Por eso Elal no estuvo solo en el Chaltén; los pájaros le trajeron alimento y lo cobijaron entre sus plumas suaves. Durante tres días y tres noches permaneció en la cumbre, contemplando el desierto helado que su estirpe de héroe transformaría para siempre.
Cuando Elal comenzó a bajar por la ladera de la montaña le salieron al encuentro Kókeshke (el frío) y Shie (la nieve). Los dos hermanos que hasta entonces dominaban la Patagonia lo atacaron furiosos, ayudados por el hielo y por Máip (el viento asesino). Pero Elal ahuyentó a todos golpeando entre sí dos piedras que se agachó a recoger, y ese fue su primer invento: el fuego.
Cuentan que Elal siempre fue sabio, que desde muy chiquito supo cazar animales con el arco y la flecha que él mismo había inventado. Que ahuyentó al mar con sus flechazos para agrandar la tierra, que creó las estaciones, amansó las fieras y ordenó la vida. Y que un día modelando estatuitas de barro, creó los hombres y las mujeres: los tehuelches. A ellos los Chónek les confió los secretos de la caza; les enseñó a diferenciar las huellas de los animales, a seguirles el rastro y a ponerles el señuelo; a fabricar las armas y a encender el fuego. También a fabricar abrigados quillangos, a preparar el cuero para los toldos, hasta dejarlo liso e impermeable... y tantas, tantas otras cosas que tan solo él sabía.
Cuentan que hasta la luna y el sol están donde están por obra de Elal, que los echó de la tierra porque no querían darle a su hija por esposa. Que el mar crece con la luna nueva porque la muchacha, abandonada por el héroe en el océano, quiere acercarse al cielo, desde donde su madre la llama.
También que si no fuera porque una vez, hace muchísimo tiempo, cuando hombres y animales eran la misma cosa, Elal castigó una pareja de lobos de mar, no existirían el deseo ni la muerte. Finalmente Elal, el sabio, protector de los tehuelches
, dio por terminados sus trabajos. Dicen que un día poco antes del amanecer, reunió a los chónek para despedirse de ellos y darles las últimas instrucciones. Les anunció que se iba, pidió que no le rindieran honores, pero sí que transmitieran sus enseñanzas a sus hijos, y éstos a los suyos, y aquellos a los propios, para que nunca murieran los secretos de los Tehuelches. Y cuando el sol ya se asomaba en el horizonte, Elal llamó al cisne, su viejo compañero. Se subió a su lomo y le indicó con un gesto el este ardiente. Entonces el cisne se alejó del acantilado, corrió un trecho y levantó vuelo por encima del mar.
Inclinándose sobre el ave que lo llevaba, y acariciando su cuello, Elal le pidió que le avisara cuando estuviera cansado. Cuando el cisne se quejaba, Elal disparaba una flecha hacia abajo y con cada flechazo surgía en el agua una isla donde era posible posarse a descansar.
Dicen que varias islas se distinguen todavía desde la costa patagónica y que en alguna de ella muy lejos, donde ningún hombre vivo puede llegar, vive Elal. Sentado frente a hogueras que nunca se extinguen, escucha las historias que le cuentan los tehuelches que resucitados llegan cada tanto para quedarse con él, guiados por el magnánimo Wendéunk (espíritu tutelar que lleva la cuenta de las acciones de los tehuelches
y los conduce, después de muertos, al encuentro de Elal).

Argentina - Mito Tehuelche - Los espíritus de la oscuridad


Los tehuelches se dividen en dos grandes grupos: los del Norte y los del Sur. Los primeros vivían en una amplia área desde el río Chubut en la Patagonia, Argentina, hasta la región pampeana incluida; los segundos tenían sus territorios tradicionales al sur del río Chubut, hasta el Estrecho de Magallanes. Este mito tehuelche está relatado en el libro Leyendas Tehuelches, de Mario Echeverría y fue tomado y adaptado de la web page de Portal Patagónico:
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Tons (la oscuridad) engendró a tres espíritus que eran muy temidos por los tehuelches. Se dice que cuando la luna y el sol se fundían tras el horizonte, la oscuridad invadía la tierra hasta el regreso de los amantes.
Pero sólo aparecía el sol. Entonces Tons se alejaba de la tierra para encontrarse con el Tiempo que era su consorte y con él engendró a los tres malos espíritus llamados Axshem, Kélenken y Maip. Estos dos últimos eran mellizos.
Axshem era el que vivía en el fondo de un manantial sulfuroso. Kélenken en cambio, deambulaba por la Patagonia derramando sus males por doquier mientras que Maip, espíritu dañino que representaba el viento helado, acompañaba a su hermano mellizo, apagando los fogones, entumeciendo los miembros de los seres, matando a los inocentes pajaritos sin guarida y helando los tiernos brotes de las plantas.

Argentina - Mito Mapuche - El sol y la luna


Los Mapuches han ocupado zonas de Chile y en Argentina en las Provincias de Neuquén y Río Negro. A la llegada de los conquistadores, superaban el millón de personas y nunca pudieron ser dominados por los españoles. Actualmente hay un movimiento de recuperación de sus aspectos culturales, su reconocimiento como etnia y de recuperación de sus tierras. Este mito sobre el sol y la luna es relatado por Marcelino Castro García, y fue tomado y adaptado del Portal Patagónico.
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Dios, al que los mapuches llaman Nguenechén, había observado que el sol, Antú, y Cuyén, la luna, estaban enamorados, y dándose cuenta de que hacían una linda parejita, decidió casarlos. Les encomendó que le ayudaran en su antigua tarea de gobernar la tierra y sus habitantes. Cuyén, de carácter suave y corazón dulce y tierno, atendería las necesidades de mujeres y niños. Y Antú se preocuparía por los hombres.
Todo iba bien al principio y ambos esposos recorrían juntos el cielo, prodigándose mucho afecto y cuidado. Pero con el paso del tiempo comenzaron a surgir inconvenientes y discusiones entre ellos. Un día, Cuyén se quejó a Antú porque ya no era tan cariñoso y solícito con ella y con los mapuches. –“¡Ten cuidado con los hombres! ¿No ves que vas a quemarlos?”. Y efectivamente, cuando Antú andaba nervioso, se enojaba calentando con tanta fuerza que los manantiales se secaban y morían las plantas, animales y hasta los hombres. Antú en vez de calmarse y ver si su esposa tenía algo de razón, se enfureció más todavía y le dio una bofetada en la cara a Cuyén, tan fuerte que por poco la hace caer a la tierra. –“¡No te metas con mis asuntos, que yo sé muy bien lo que tengo que hacer!” - y calentó más todavía, dejando a los mapuches bien tostados. Tan fuerte fue la cachetada que le dio, que la bella carita de Cuyén quedó marcada con los toscos dedos de Antú. Avergonzada y dolorida se alejó del iracundo Antú y emprendió sola su recorrido por el firmamento tratando de no mostrar las cicatrices de su rostro.
Así es como solamente salía a hacer su tarea cuando Antú se acostaba. Pero aún triste y solitaria siguió cuidando de los mapuches con sus tenues rayos para alumbrarlos en la noche oscura. Recorría los cerros y valles acariciando tiernamente los dorados pétalos del amancay y la mutisia, y las altas copas de los árboles del bosque. Así, noche tras noche hasta que la aurora anunciaba la llegada de Antú y ella se escondía.
Algunas veces, al ver los primeros rayos del sol sentía nostalgia de la compañía y caricias de su esposo y acunaba en su corazón el deseo de la reconciliación. Mientras tanto, Antú, después que se le pasó el enojo, se arrepintió de lo que había hecho, pero su orgullo no le permitió acercarse a su esposa y pedirle perdón. Así siguieron por muchos siglos: Antú salía a recorrer el cielo de día, y Cuyén de noche.
Un día de primavera, cuando los rayos de Antú comenzaron a calentar la tierra y hacían abrirse las flores, fijó su mirada en una grácil doncella pehuenche de hermosura sin igual y quedó hechizado por sus encantos. La raptó y se la llevó al firmamento para hacerla su compañera. Le puso por nombre "Collipal" (astro dorado). "Lucero" la llaman los blancos. Desde entonces se los ve juntitos a la madrugada y al atardecer de los días despejados.
Así pasaron varios siglos más hasta que una fresca tarde de otoño, cuando los bosques cordilleranos se tiñen de rojo, Cuyén se decidió a intentar la reconciliación. Antes que Antú se ocultara en su alcoba asomó su cara de luna llena por el horizonte adornada con los rayos más suaves y cariñosos que pudo. Una terrible desilusión le aguardaba. Allá en el otro extremo del firmamento vio claramente a Antú y a Collipal besándose enamorados sobre las nubes rosadas. Una honda tristeza se apoderó de Cuyén y la amargura y el dolor hicieron que sus ojos se llenaran de lágrimas. No pudo contener el llanto y lloró, lloró y lloró... Las lágrimas de largas noches de sufrimiento solitario fueron cayendo sobre la tierra y formaron los lagos y ríos del sur. Aún sigue llorando inconsolable y nuestros cristalinos lagos y ríos cordilleranos tienen la pureza clara y profunda de la Madre Luna.

México - Mito Wixaritari - Origen de las mujeres


El Wixaritari o Huichol es un grupo étnico indígena de México central occidental, que vive en la sierra, en los Estados de Nayarit, Jalisco, Zacatecas, y Durango. Wixaritari significa "la gente" en su lengua nativa de Huichol. El presente mito sobre el origen de las mujeres es un relato de Luz Maria Chapela, a partir de las intervenciones de un grupo de hombres de esta comunidad. Fue tomado de la página web Mitos de Creación.
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Había un señor que tenía un perrito. Siempre se iba a coamiliar al campo donde tenía la siembra. Cuando llegaba a su casa, encontraba tortillas. Y sin embargo, no había nadie en casa. También encontraba comida en su casa. Y sólo había una perra. Alguien le aconsejó que espiara su casa.

Él salió como siempre a su trabajo, pero regresó para espiar, para saber quién le preparaba las tortillas. Fue entonces cuando vio que la perra se quitaba la piel y se convertía en mujer. La vio cómo se iba al ojo de agua con su guaje. Entonces, siguiendo las instrucciones que ya llevaba, quemó la piel de la perrita. En cuanto la echó a la lumbre, la perrita comenzó a aullar y llegó a la casa la mujer desnuda. El hombre la roció con masa mojada en todo su cuerpo. Y fue así como surgió la mujer.

Ese fue su origen. Después, tuvieron familia. De esta familia surgieron diferentes dialectos que se fueron negando el mundo y así se crearon los diferentes idiomas. Ese es el origen del pueblo wixaritari y de otras razas.

México - Mito Wixaritari - Creación


El Huichol o el Wixaritari es un grupo étnico indígena de México central occidental, que vive en la sierra, en los Estados de Nayarit, Jalisco, Zacatecas, y Durango. Wixaritari significa "la gente" en su lengua nativa de Huichol. El presente mito sobre la creación es un relato de Luz Maria Chapela, a partir de las intervenciones de un grupo de hombres de esta comunidad. Fue tomado de la página web Mitos de Creación.
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Desde que los wixaritari llegamos a este mundo, sabíamos que nuestros dioses nos estaban esperando en algún sitio. Eso lo sabían mejor que nadie nuestros Mara’akames. Nosotros teníamos que asentarnos de acuerdo con nuestras necesidades. Donde se ubicaban los dioses, ahí teníamos que estar nosotros. Donde los dioses se quedan, ahí debe vivir la gente. Por todo lo que sabemos, nosotros nos ubicamos aquí desde un principio. Cuando todo estaba tierno en la tierra.

Pero cuando los primeros nacieron no era una persona así, como nosotros, una persona que habla. No había gente. Pero sí había animales que se convertían en personas. Las personas estaban en la obscuridad y se convertían en animales. Fue lo mismo que cuando apareció el sol. Ellos se organizaban en la oscuridad y luego de ser animales fueron personas y caminaron. Esto lo saben los Cantadores y los Mara’akames. Ellos reconocen todo esto a través de sus historias y sus imágenes. Ellos saben cómo se organizaban cuando vivían en la oscuridad, antes de ser personas.

Al Mara’akame le pidieron que buscara un águila con una cascabel. El pueblo entero se movía buscándola. Se quedaba un año en un lugar, otro año en otro sitio. Y en cada lugar hacían sus ceremonias tradicionales. Hasta que llegaron a un lugar que tenía un nopal con cinco pencas que indicaban los cinco puntos cardinales: ahí, arriba, estaba el águila con su cascabel. Se juntaron ahí diferentes idiomas. Al indígena wixarika, al que tenía más conocimiento, a ese le hablaron los dioses. Y ahí, apareció el fuego. En el centro del mundo, en Teakata, en el lugar sagrado. Después aparecieron los otros puntos cardinales: Huaxa manaka, Rapawilleme, Aramara y Wirikuta. En cada punto se hizo una varita, la que trae la autoridad. Y todavía en esta fecha, estamos aquí.

Cuando crearon la tierra, los dioses ubicaron a los wixaritari en el centro. Nosotros estamos ubicados en el centro de la tierra. Todos los dioses salieron del mar. Luego eligieron el lugar que más les gustaba y ahí se fueron. A nuestro dios nunca le gustó la ambición, nunca fue ambicioso, no le gustó el poder. Él siempre prefirió la verdad. Vemos que los mestizos buscan el progreso, la oportunidad, quieren explotar, buscan mejores vidas. Nuestro dios no es así. Por eso se ubicó en estos lugares que conocemos, porque no ambicionaba cosas.

martes, 10 de junio de 2008

México - Mito azteca - Creación


Los aztecas, antes llamados mexicas, se ubican entre los grupos hablantes de náhuatl del norte de México y antecesores de los asentados durante la etapa chichimeca. El siguiente mito se elaboró con base en el presentado en la página web América Indígena:
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El dios Tonacateuctli, tuvo por mujer a Tonacacihuatl. Ellos se criaron y estuvieron siempre en el treceno cielo, de cuyo principio no se supo jamás, sino de su estada y creación, que fue en el treceno cielo.
Este dios y diosa engendraron cuatro hijos: Al mayor llamaron Tlatlauhqui Tezcatlipuca, –y los de Huexotzinco y Tlaxcala, los cuales tenían a este por su dios principal, le llamaban Camaxtle: éste nació todo colorado. Tuvieron el segundo hijo, al cual dijeron Yayauhqui Tezcatlipoca, el cual fue el mayor y peor, y el que más mandó y pudo que los otros tres, porque nació en medio de todos: éste nació negro. Al tercero llamaron Quetzalcoatl, y por otro nombre, Yohualli Ehecatl. Al cuarto y más pequeño llamaban Omitecutli y por otro nombre, Maquizcoatl y los mexicanos le decían Huitzilopochtli, porque fue izquierdo. Al cual tuvieron los de México por Dios principal, porque en la tierra de donde vinieron lo tenían por más principal, y porque era más dios de la guerra, que no los otros dioses.
Y de estos cuatro hijos de Tonacatecutli y Tonacacihuatl el Tezcatlipuca era el que sabía todos los pensamientos y estaba en todo lugar y conocía los corazones, y por esto le llamaban Moyocoya, que quiere decir que es todopoderoso, o que hace todas las cosas, sin que nadie le vaya a la mano. Y, según este nombre, no le sabían pintar sino como aire, y por eso no le llamaban comúnmente de este nombre.
El Huitzilopochtli, hermano menor, y dios de los de México, nació sin carne, sino con los huesos, y de esta manera estuvo seiscientos años, en los cuales no hicieron cosa alguna los dioses, así el padre como los hijos. Ni en sus figuras tienen más del asiento de los seiscientos años, contándolos de veinte en veinte, por la señal que significa veinte.
Estos dioses tenían estos nombres y otros muchos, porque según en la cosa en que se entendían, o se les atribuían, así le ponían el nombre. Y porque cada pueblo les ponía diferentes nombres, por razón de su lengua, y así se nombran de muchos nombres.
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Pasados seiscientos años del nacimiento de los cuatro dioses hermanos, hijos de Tonacateuhtli, se juntaron todos cuatro y dijeron que era bien que ordenasen lo que habían de hacer y la ley que habían de tener. Y todos pidieron a Quetzalcoatl y a Huitzilopochtli que ellos dos los ordenasen, por parecer de los otros dos. Hicieron luego el fuego, y luego hicieron medio sol, el cual, por no ser entero, no relumbraba mucho, sino poco. Luego hicieron a un hombre y a una mujer: al hombre le dijeron Uxumuco y a ella, Cipactonal. Y mandáronles que labrasen la tierra, y a ella, que hilase y tejiese.
De ellos nacerían los macehuales, y que no holgasen, sino que siempre trabajasen. Y a ella le dieron los dioses ciertos granos de maíz, para que con ellos curasen y usasen de adivinanzas y hechicerías. Luego hicieron los días y los partieron en meses, dando a cada uno veinte días, y así tenían dieciocho, y trescientos sesenta días en el año, como se dirá adelante.
Hicieron a Mictlantecutli y a Mictecacihuatl, marido y mujer y éstos eran dioses del infierno, y los pusieron allá. Y luego crearon los cielos, allende del treceno, e hicieron el agua y en ella criaron a un peje grande, Cipactli, que es como caimán, y de este peje hicieron la tierra.
Para criar al dios y a la diosa del agua se juntaron todos cuatro dioses e hicieron a Tlaltecutli y a su mujer Chalchiuhtlicue, a los cuales criaron por dioses del agua, y a éstos se pedía, cuando tenían de ella necesidad. Del dios del agua dicen que tiene un aposento de cuatro cuartos, y en medio de un gran patio, donde están cuatro barreñones grandes de agua: la una es muy buena, y de ésta llueve cuando se crían los panes y semillas y viene en buen tiempo. La otra es mala cuando llueve, y con el agua se crían telarañas en los panes. Otra es cuando llueve y se hielan; otra cuando llueve y no granan y se secan. Y este dios del agua para llover creó muchos ministros pequeños de cuerpo, los cuales están en los cuartos de dicha casa, y tienen alcancías en que toman el agua de aquellos barreñones y unos palos en la otra mano, y cuando el dios de la lluvia les manda que vayan a regar algunos términos, toman sus alcancías y sus palos y riegan del agua que se les manda, y cuando, truena, es cuando quiebran las alcancías con los palos, y cuando viene un rayo es de lo que tenían dentro, o parte de la alcancía.
Y hará ochenta años que el señor de Chalco quiso sacrificar a estos criados del dios del agua en su corcovado, y lleváronle al volcán, cerro muy alto y donde siempre hay nieve, quince leguas de México, y metieron al corcovado en una cueva y cerráronle la puerta, y él, por no tener de comer, se traspuso y fue llevado donde vio el palacio dicho y la manera que se tenía por el dios. Yendo después los criados del señor de Chalco, a ver si estaba muerto, le hallaron vivo, y traído, dijo lo que vio.
Y en este año fueron vencidos los de Chalco por los mexicanos y quedaron por sus esclavos, y dicen que aquella fue señal de su perder como se perdieron. Después, estando todos cuatro dioses juntos, hicieron del peje Cipactli la tierra, a la cual llamaron Tlaltecutli, y lo pintaron como dios de la tierra, tendido sobre un pescado.

México - Mito Tezcocano - Creación


Los Tezcocanos son indígenas oriundos de Tezcoco, ubicado en la región oriente del Estado de México. Fue llamado la Atenas de Anahuac, por ser centro cultural importante. Tuvo un gran apogeo bajo el dominio del rey Nezahualcóyotl. Este mito de la creación fue tomado del vínculo América Indígena:
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Algunos otros dicen que la tierra fue creada de esta suerte:
Dos dioses, Quetzalcoatl y Tezcatlipuca bajaron del cielo a la diosa Tlaltecutli, la cual estaba llena por todas las coyunturas de ojos y de bocas, con las que mordía, como bestia salvaje.
Y antes de que fuese bajada, había ya agua, que no saben quién la creó, sobre la que esta diosa caminaba.
Lo que viendo los dioses, dijeron el uno al otro: "Es menester hacer la tierra".
Y esto diciendo, se cambiaron ambos en dos grandes sierpes, de los que el uno asió a la diosa de junto a la mano derecha hasta el pie izquierdo, y el otro de la mano izquierda al pie derecho.
Y la apretaron tanto, que la hicieron partirse por la mitad, y del medio de las espaldas hicieron la tierra y la otra mitad la subieron al cielo, de lo cual los otros dioses quedaron muy corridos.
Luego, hecho esto, para compensar a la dicha diosa de los daños que estos dos dioses la habían hecho, todos los dioses descendieron a consolarla y ordenaron que de ella saliese todo el fruto necesario para la vida del hombre.
Y para hacerlo, hicieron de sus cabellos, árboles y flores y yerbas; de su piel la yerba muy menuda y florecillas; de los ojos, pozos y fuentes y pequeñas cuevas; de la boca, ríos y cavernas grandes; de la nariz, valles y montañas.
Esta diosa lloraba algunas veces por la noche, deseando comer corazones de hombres, y no se quería callar, en tanto que no se le daban, ni quería dar fruto, si no era regada con sangre de hombres.
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Estos indios afirman tener también una diosa Citlalicue la cual envió del cielo mil seiscientos hijos a una ciudad llamada Tetotihuacan, cerca de Tezcuco.
Los cuales, tan luego como llegaron a dicha ciudad, perecieron.
Luego, después de veinticinco años de que el mundo había sido creado y había quedado ya por todo este tiempo oscurecido, por la falta de sol, se juntaron tres dioses, Tezcatlipuca, Ehecatl y Citlalicue, diosa, los cuales acordaron hacer el sol que alumbrara la tierra.
En este tiempo había otro dios llamado Piltzintecutli y su mujer se llamaba Xochiquetzal, los cuales tenían un hijo llamado Xochipilli, y un otro, que no era suyo, pero lo criaban, que se llamaba Nanahuaton, cuyo padre se decía Itzpapalotl y la madre Cuzcamiauh, los cuales tomaban cuerpo y figura humana cuando bien les parecía.
Cuando, pues, los dioses quisieron hacer el sol, todos estos juntos y otros más, hacían penitencia para poder merecer ser sol, ofrecían a los tres grandes dioses perlas preciosas, incienso y otras cosas muy ricas.
Mas Nanahuatl, como era pobre, no tenía nada para ofrecer, pero su sacrificio era picarse con una espina a menudo y ofrecía lo que podía haber, según su pobreza.
Se juntó con sus hermanos e hizo un gran fuego delante de los dioses, los cuales le dijeron que se metiera, que él sería sol.
Entonces, Nanahuaton se arrojó al fuego por arte mágica, en que él era bien sabio, y se fue entonces al infierno y de ahí trajo muchas piezas ricas y fue escogido por sol.

México - Mito Tezcocano - Creación


Los Tezcocanos son los indígenas oriundos de Tezcoco, ubicado en la región oriente del Estado de México. Fue llamado la Atenas de Anahuac, por ser centro cultural importante. Tuvo un gran apogeo bajo el dominio del rey Nezahualcóyotl. Este mito de la creación fue tomado del vínculo América Indígena:
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En cuanto a la creación del mundo, había sido destruido una vez, y las gentes habían sido creadas de rocas, y que en la primera creación, los dioses habían creado cuatro soles bajo cuatro figuras, según se muestra en sus libros:
El primero de los cuales se llama Chalchiuhtonayo, que es como dios de piedras preciosas, y que los que vivieron bajo este sol, murieron ahogados y algunos tornáronse en peces y otros vivían de una yerba del río nombrada acicintli.
El segundo sol se decía Chalchiuhtonatiuh y los que vivieron en éste comían una yerba cencoccopi y murieron todos abrasados en fuego del cielo, de los cuales, unos se convirtieron en pavos, los otros en mariposas, los demás en perros.
El tercer sol se llama Yohualtonatiuh que quiere decir sol oscuro y nocturno. Los que vivieron bajo éste comían mirra y resina de los pinos, de los cuales hay gran abundancia en este país, y estos murieron devorados por bestias salvajes, que ellos llaman laguna, que quiere decir gigantes, de los que entonces hubo en Nueva España como contaremos después.
El cuarto sol se llama Ehecatonatiuh que quiere decir sol de aire. Los que vivieron bajo este sol se nutrían con el fruto de un árbol que se llama mizquitl, del cual hay gran copia en la Nueva España, cuyo fruto los indios tienen en muy grande estima, y de él hacen bollos para llevar cuando van de camino, y para guardar para lo largo del año, y en verdad es un buen fruto. Estos murieron por tempestades de vientos y se volvieron monos.
Cada uno de estos soles no duró sino veintitrés años y se perdió en seguida.
Y habiéndoles preguntado si el sol perecía con los hombres, cómo luego salían y se producían otros soles y hombres, respondieron que los dioses hacían estos soles y estos hombres.
Dicen también que sus antepasados les han dicho que el mundo fue destruido por las aguas, y así fueron ahogadas todas las gentes, a causa de los pecados que habían cometido contra los dioses, además que ellos habían descendido al infierno donde las almas eran quemadas.
Y que por esta causa, los que fueron creados después habían de quemar los cuerpos y guardar las cenizas porque esperaban que Mictlantecutli, dios del infierno, los dejaría salir y así resucitarían otra vez.
En lo cual se ve bien que el demonio les decía una verdad para hacerles creer mil embustes.
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Después de la destrucción del mundo, como se ha contado, cuentan la creación del segundo de esta manera:
Luego que las aguas pasaron encima de la tierra, en la cual ellos dicen no haber dejado cosa sin destruir, fue de nuevo ordenada y llena de todas las cosas que eran necesarias para el uso del hombre que los dioses crearon después.
Esta nueva creación atribuían los mexicanos al dios Tezcatlipuca y a otro llamado Ehecatl, los cuales dicen haber hecho el cielo de esta suerte:
Había una diosa llamada Tlalteutl, que es la misma tierra, la cual, según ellos, tenía figura de hombre: otros decían que era mujer.
Por la boca de la cual entró un dios Tezcatlipuca y en su compañero llamado Ehecatl, entró por el ombligo, y ambos se juntaron en el corazón de la diosa que es el centro de la tierra, y habiéndose juntado, formaron el cielo muy bajo.
Por lo cual los otros dioses muchos vinieron a ayudar a subirlo y una vez que fue puesto en alto, en donde ahora está, algunos de ellos quedaron sosteniéndolo para que no se caiga.
Lo que dicen haber sido hecho el primer día del año pero no saben cuánto hace que esto sucedió, aunque les parece que hace cien tiempos, de los que hemos dicho que hacen 102,000 años.
El segundo año fueron hechas las estrellas por otros dioses, llamados Citlaltonac y Citlalicue su mujer.
La noche también dicen haber sido hecha por otros dioses, llamados Yoaltecutli y Yacohuiztli.
El dios Tláloc, que es el dios de las aguas, hizo este mismo año el agua, la lluvia, y por quien dicen que el agua de la lluvia sale de los montes, nombran a estos Tlaloque, que quiere decir "señores".
Mictlantecutli, es dios del infierno, fundó el infierno en el año octavo.
Todo esto hecho, deliberaron acerca de hacer al hombre que poseyera la tierra los dioses Tezcatlipuca y Ehecatl.
En seguida el dicho Ehecatl descendió al infierno a buscar de Mictlantecutli ceniza de difuntos para hacer otros hombres.
El cual dios del infierno entregó solamente un hueso de una vara, y tan luego como lo hubo entregado, se arrepintió mucho, pues esta era la cosa que más quería de todo cuanto tenía.
Y por ello siguió a Ehecatl para quitarle el hueso, pero al huir Ehecatl se le cayó y se rompió, por lo cual, el hombre salió pequeño, pues ellos dicen que los hombres del primer mundo eran gigantes en grandor.
Él luego tomó el hueso y el resto de la ceniza y se metió en un apaztle, que quiere decir lebrillo, desde el cual llamó a todos los dioses para la creación del hombre primero.
Los cuales juntos, se sacrificaron la lengua y así comenzaron el primer día de la creación del hombre, formándole el cuerpo, el cual se movió en seguida.
Y el cuarto día estaban hechos el hombre y la mujer pero no quedaron en seguida grandes, sino según el curso natural.
Luego que fueron hechos los nutrió un dios dicho Xolotl, que quiere decir gallo de indias, el cual los nutrió con pan molido, no con leche.
El nombre de este primer hombre no lo saben, pero dicen que fue creado en una nueva cueva de Tamoanchan, en la provincia de Cuernavaca, que es Cuauhnahuac, en el Marquesado del Marqués del Valle.

lunes, 9 de junio de 2008

Argentina - Mito Ona - Origen del sol y la luna


Los onas (hombres de a pie) eran básicamente cazadores. Habitaron en la Isla de la Tierra del Fuego. A comienzos del siglo XX, fueron sometidos a un exterminio por los estancieros dedicados a la crianza de ovejas. Algunos pocos lograron sobrevivir en misiones salesianas. Aquí se relata el mito que narra los orígenes del rito esencial de su cosmovisión sobre la Pelea del Sol y la Luna. Está relatado en la obra Leyendas de la Tierra del Fuego, compilado por Arnoldo Canclini, y tomado de la página web El Hilo de Ariadna:
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Hace mucho, mucho tiempo, Krren, el Sol, y Krah, la luna, vivían en la tierra de los onas. En esa época las mujeres dominaban a los varones, a quienes trataban como a sirvientes, obligándolos a cumplir con las tareas más bajas. Entonces eran ellos los encargados de cargar los bultos, cocinar, cuidar a los bebés o acarrear el agua hasta las chozas. En determinadas ocasiones las mujeres, dirigidas por Krah, se reunían en un amplio toldo para llevar a cabo una ceremonia secreta que se llamaba hain. El hain era una especie de fiesta donde las jovencitas eran proclamadas mujeres y donde la presencia de los varones estaba prohibida. Durante el rito, las participantes se reunían alrededor del fuego y se disfrazaban: se pintaban el cuerpo con arcilla roja y blanca y se cubrían de plumas. Los hombres, mientras tanto, escuchaban los gritos y no se atrevían a acercarse por miedo a contrariar a los espíritus convocados.

Pero un día tres hombres jóvenes, osados y curiosos llamados Sit, Kehke y Chechu se resolvieron a espiar a las mujeres durante el hain. Querían saber qué pasaba en la choza prohibida y develar el secreto del poder femenino. Los tres hombres se fueron acercando con sigilo, mirando atentamente a su alrededor y ocultándose cuando les parecía necesario. Al llegar junto al toldo y atisbar por entre las junturas de los cueros se dieron cuenta de la gran verdad: los temidos espíritus no eran más que sus propias mujeres, a quienes reconocieron una por una. Lleno de rabia, Sit lanzó un fuerte silbido de aviso, y todos los hombres corrieron hacia la choza donde se desarrollaba el hain provistos de piedras y palos. Todos juntos se lanzaron contra las mujeres y las golpearon hasta matarlas. Rápidamente Krah apagó el fuego sagrado y quiso organizar la defensa, pero Krren la enfrentó, furioso por el engaño. Enceguecido, le dio fuertes golpes en la cara y la derribó sobre las brasas de la hoguera. Su enojo era tan grande que mató a su propia hija, la hermosa Tamtam. Hijas, madres, hermanas, esposas fueron ultimadas, todas menos las niñas que todavía no habían llegado a la edad del hain.

Cuando los hombres se calmaron, contemplaron desolados los despojos. Comprendieron que no podrían seguir viviendo allí y decidieron marcharse. Hombres, niños y niñas pequeñas se dirigieron hacia el Este, muy lejos, más allá de los mares, donde el mundo se acaba. Y allí se quedaron durante mucho tiempo, llorando a sus mujeres muertas y su soledad.

Sólo cuando las niñas se convirtieron en jovencitas los hombres decidieron volver a su tierra para repoblarla y comenzar de nuevo. Pero la vida de los onas nunca volvió a ser la misma. Desde ese momento Krren y los hombres dispusieron que el hain fuera una ceremonia secreta de la que sólo ellos participaran. Y dominaron el mundo mientras las mujeres, privadas de la protección de Krah, fueron sometidas para siempre.

Después de la derrota, Krah, desesperada de dolor y humillación, se sumergió en el mar, nadó hasta el horizonte y desde allí subió al cielo, que sería desde entonces su nueva morada. Estaba furiosa con Krren, con los hombres y con todos los espíritus masculinos, pero también se sentía ufana de ser la única que había salvado la vida. El Sol fue tras ella, burlándose de su cara manchada por los moretones y las quemaduras, pero no pudo ni podrá alcanzarla jamás. La gran persecución se repite todos los meses. Krah asoma poco a poco su rostro dolorido y se muestra por completo, clara y redonda, pero cuando divisa a Krren y comprende que él sigue dispuesto a maltratarla, comienza a esconderse hasta desaparecer. La Luna es rencorosa, recuerda siempre el tiempo en que era reina y señora y no perdona a los onas, que ayudaron a Krren a destronarla. Por eso envía desgracias a la Tierra y se lleva a los niños cuando las madres se descuidan. Los onas le tienen mucho miedo, no se alejan de sus toldos por las noches, no se unen con sus mujeres en luna llena y convocan a los hechiceros para que, con sus cantos, destruyan el influjo de Krah.

Muchas veces la maldicen levantando sus puños hacia el cielo, ordenándole que se vaya y deje de enviarles tormentas y enfermedades. Ella, como si obedeciera, desaparece por unos días, pero luego, burlonamente, vuelve a asomarse. Una vez cada tanto, Krah no adelgaza sino que empieza a ponerse oscura y permanece así, como tiznada por el odio. Entonces los onas siguen el mandato de sus hechiceros y resisten ensimismados, rogando todos juntos para que pasen pronto las horas angustiosas del eclipse.

domingo, 8 de junio de 2008

Argentina - Mito Guaraní - Origen de los nombres


Los guaraníes habitaban en el sur de Brasil, Paraguay y el noreste argentino. Se distinguieron por ser enérgicos guerreros y cazadores. Fueron parcialmente evangelizados por los jesuitas. Este mito sobre el origen de los nombres corresponde a este pueblo residente en Paraguay. Es relatado en la obra Argentina; compilación de mitos de guaraníes, tehuelches, matacos y tobas, onas, pampas, araucanos y collas, de Miguel Biazzi y Guillermo Magrasi, y fue tomado y adaptado de la página web El Hilo de Ariadna:
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El verdadero Padre Ñamandú, el Primero, de una pequeña porción de su propia divinidad, de la sabiduría contenida en su propia divinidad, y en virtud de su sabiduría creadora, hizo que se engendrasen llamas y tenue neblina. Habiéndo asumido la forma humana, de la sabiduría contenida en su propia divinidad, y en virtud de su sabiduría creadora, concibió el origen del lenguaje humano.

Creó nuestro Padre el fundamento del lenguaje humano e hizo que formara parte de su propia divinidad. Antes de existir la tierra, en medio de las tinieblas primigenias, antes de tenerse conocimiento de las cosas, creó aquello que sería el fundamento del lenguaje humano e hizo el verdadero Primer Padre Ñamandú que formara parte de su propia divinidad. Habiendo concebido el origen del futuro lenguaje humano, de la sabiduría contenida en su propia divinidad, y en virtud de su sabiduría creadora concibió el fundamento del amor al prójimo. Antes de existir la tierra, en medio de las tinieblas primigenias, antes de tenerse conocimiento de las cosas, y en virtud de su sabiduría creadora, el origen del amor al prójimo lo concibió.

Habiendo creado el fundamento del lenguaje humano, habiendo creado una pequeña porción del amor, de la sabiduría contenida en su propia divinidad, y en virtud de su sabiduría creadora, el origen de un solo himno sagrado la creó en su soledad.

Antes de existir la tierra en medio de las tinieblas originarias, antes de conocerse las cosas, el origen de un himno sagrado lo creó en su soledad para sí mismo. Habiendo creado, en su soledad, el fundamento del lenguaje humano; habiendo creado en su soledad, una pequeña porción de amor; habiendo creado en su soledad, un corto himno sagrado, reflexionó profundamente sobre a quién hacer partícipe del fundamento del lenguaje humano; sobre a quién hacer partícipe del pequeño amor al prójimo, sobre a quién hacer partícipe de las series de palabras que componían el himno sagrado.

Habiendo reflexionado profundamente, de la sabiduría contenida en su propia divinidad, y en virtud de su sabiduría creadora creó a quienes serían compañeras de su divinidad. Habiendo reflexionado profundamente, de la sabiduría contenida en su propia divinidad, y en virtud de su sabiduría creadora creó a los Ñamandú de corazón grande y valeroso. Los creó simultáneamente con el sol, reflejo de su sabiduría.

Antes de existir la tierra, en medio de las tinieblas originarias, creó al Ñamadú de corazón grande. Para padre de sus futuros numerosos hijos, para verdadero padre de las almas de sus futuros numerosos hijos creó al Ñamandu de corazón grande.

jueves, 5 de junio de 2008

Argentina - Mito Mapuche - La creación


Los Mapuches han ocupado zonas de Chile y en Argentina en las Provincias de Neuquén y Río Negro. A la llegada de los conquistadores, superaban el millón de personas y nunca pudieron ser dominados por los españoles. Actualmente hay un movimiento de recuperación de sus aspectos culturales, su reconocimiento como etnia y de recuperación de sus tierras. Este mito sobre la creación fue tomado y adaptado de la página web El Hilo de Ariadna:
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Antes, mucho antes de que llegaran los blancos y lo mataran, Dios vivía en lo alto con su mujer y sus hijos, reinando sobre el cielo y la tierra. Aunque siempre era Dios, tenia muchos nombres: Chau, el padre, y también Antü, el sol, o Nguenechèn, creador del mundo. A la reina, que era a la vez madre y esposa de Dios, le decían luna, Reina Azul, Reina Maga y también Kushe, que quiere decir “ bruja” o “sabia”.

Dios había hecho un gran trabajo: había creado el cielo, con todas sus nubes y cada una de sus estrellas, y la tierra de gigantescos cordones. Había hecho correr los ríos y crecer los bosques, y había entreabierto sus enormes dedos para sembrar aquí y allá los animales y los hombres, los mapuches. Ahora vivía en el cielo, vigilando sus creaciones e iluminando durante el día su reino inmenso. De noche, la reina tomaba su puesto y salía a cuidar el sueño de las criaturas dispersas. Como todos los hijos, crecieron también los de Antü y Kushe.

Poco a poco quisieron ser como su padre, crear ellos también nuevos seres y cosas; no por nada eran retoños de Dios. Y los dos mayores empezaron a murmurar, a criticar a sus padres, y a quejarse: “El Chau y Ñuke ya están viejos, ¿no será la hora de que reinemos nosotros?”. Dios sufría por ese deseo de sus hijos, sufría y juntaba rabia. Esa rabia trataba de barrerla Kushe, pidiéndole que no le diera importancia, que los perdonara. Pero los rebeldes no desistían; comenzaron azuzar a sus hermanos mas jóvenes y a confabularse. “Por lo menos, deberíamos mandar sobre la tierra”, decían, y se prepararon para bajar con sus enormes pasos la escalera de nubes.

Entonces el rey Chau dejo salir toda su furia. Con cada mano agarró a sus hijos del mechón de príncipes que colgaba de sus coronillas. Con todas sus fuerzas de Dios les sacudió de arriba a abajo y los dejó caer desde lo alto, sobre las montañas rocosas. La cordillera tembló con los impactos, y los cuerpos gigantescos se hundieron en la piedra formando dos inmensos agujeros. Mientras la furia de Dios se deshacía en rayos de fuego, madre luna se precipitó entre las nubes y se puso a llorar lagrimas enormes que caían sobre las montañas, lavaban de una vez sus paredes de piedra e inundaban rápidamente los profundos hoyos. Así se formaron los dos lagos vecinos, el Làcar y el Lolog, brillantes como la misma cara de Kushe, hondos como su pena.

Entonces el gran Chau quiso atenuar el castigo: permitió que la vida volviera a los dos cuerpos despedazados y los convirtió en la enorme culebra alada encargada de llenar los mares y los lagos, llamada Kai-Kai Filu. Pero, príncipes o serpiente, seguían albergando el deseo de derrotar a Dios y reinar de una vez por sobre todas las cosas. Rabiosa, imponente, Kai-Kai Filu se llenó de odio contra Antü y los mapuches, sus protegidos. Y por eso aun hoy azota el agua de los lagos con su enorme cola, levantando olas espumosas, se revuelve hasta formar remolinos devoradores, empuja la marejada contra los flancos de las montañas queriendo alcanzar los refugios de los hombres y los animales y, reptando por debajo de la tierra, provoca terremotos con la agitación enloquecida de sus alas rojas.

Al darse cuenta de que sus criaturas corrían grave riesgo, Dios busco una arcilla especial y modeló una serpiente buena. Dijo: “Tren-Tren, este es tu nombre”, y con esas palabras le dio vida. Y antes de dejarla bajar a la tierra, agrego: “Tu misión es vigilar a Kai-Kai Filu. Cuando veas que comienza agitar el agua del lago, tienes que prevenir a la gente para que busque refugio y se ponga a salvo...”. Paso el tiempo, y el rey Chau decidió enviar a otros de sus hijos a la tierra, para tener informes de lo que sucedía y hacer llegar sus instrucciones a los Mapuches.

El mismo quiso bajar al cabo, y ver con sus propios ojos los frutos de su obra. Dios apareció un día entre los mapuches como si fuera uno más, oscuro, cubierto por un cuero y con la cabeza desnuda. Les enseño a cumplir los trabajos y a respetar el tiempo: el arte de la siembra y la cosecha, la elección de las semillas y la conservación de los alimentos. Y les hizo un gran regalo: el fuego. Así fue como Dios ganó otro nombre: Küme Huenu, que quiere decir “lo bueno del cielo”, como lo llamaron los hombres.

El rey Chau volvió a su casa y paso otro tiempo muy largo, tan largo que la gente se fue olvidando de muchas enseñanzas que había recibido, dejó de ser buena y empezó a pelearse entre sí. Ya no había quien hiciera escuchar los consejos de Dios; los propios descendientes de sus hijos hablaban de sus antepasados sin ningún respeto. Y mientras, se quejaban de todo e insultaban mirando al cielo. Los hombres se robaban y se asesinaban entre ellos... Cada vez que se asomaba a contemplar el estado de su creación, el gran Chau se daba vuelta enseguida y apretaba los labios con amargura.

Así empezó otra vez a juntar su rabia divina, hasta que decidió recurrir a Kai-Kai filu: - Quiero que agites una vez más el agua del lago, que la superficie se ponga oscura, que chasqueen las olas unas contra otras y salte la espuma blanca, a ver si un buen susto hace que los hombres cambien su conducta- dijo. Pero también escuchó Tren-Tren, la culebra buena que vivía en la montaña de la salvación. Enseguida lanzó su silbido de alerta, la aguda contraseña que se coló por todas las quebradas como si fuera un viento, convocando a todos los mapuches.

Y el pueblo, lleno de miedo, comenzó la escalada. Pero ya el lago los perseguía y, bajo sus pies, las escarpadas laderas se movían, agitadas por los terribles movimientos de Kai-Kai. De modo que hombres, mujeres y chicos rodaban como pequeñas piedras hacia el fondo, mientras el gran Chau enviaba rayos de fuego que aniquilaban a los que lograban sostenerse. Y todos murieron, menos un niño y una niña que sobrevivieron en el abismo profundo de una grieta. Unicos seres humanos de la tierra, crecieron sin padre ni madre, desabrigados de palabras y amamantados por una zorra y una puma, comiendo los yokones que crecían en las alturas. De ese niño y esa niña descienden todos los mapuches, resucitados.

Pero el gran Chau debió de haber muerto un poco con sus criaturas, por que desde ese momento se mostró pocas veces y parecía no escuchar los ruegos de los hombres. Seguramente por eso fue posible que llegaran los blancos y le dieran la estocada final. Desde entonces la tierra ya no es lo que era: las semillas no brotan como antes y las cosechas son escasas; proliferan las enfermedades y los chicos no hacen caso a los mayores. En el cielo las cosas no marchan mucho mejor, rota la alianza entre los astros: la madre luna esconde entre las nubes su cara magullada y escapa, escapa siempre, perseguida por un sol muerto...