Todo eso ocurrió en la más absoluta obscuridad pero entonces comenzó a amanecer. Luego el Señor del Cenit, un ser solar, previno a todos los pájaros que no cantaran; pero la pava cantó antes del amanecer y así lo hicieron varias otras aves; desde entonces son perseguidas por los hombres como presa. Pero los otros pájaros no cantaron. En aquel entonces los pájaros eran gente... entonces escogieron sus plumajes... blanco, amarillo, rojo, de todos los colores del cielo al amanecer el día. Hasta hoy en día los pájaros forman grandes parentelas y entre ciertas de ellas —rapaces, loros, aves marinas, etc.— hay un parentesco o, por lo menos, una relación jerárquica en términos de hermanos mayores y hermanos menores.
Este blog desea servir de vehículo de encuentro y de divulgación de los mitos latinoamericanos, para contribuir a que los antiguos personajes y situaciones simbólicas arquetípicas se contacten de nuevo con nuestras conciencias, despertando esa antigua habilidad que tenían nuestros antepasados de leerlas intuitivamente y de servirse de ellas como alimento espiritual. Para contextualizar el tema recomendamos iniciar con las lecturas de Pueblos indígenas en Latinoamérica, Pueblos indígenas en Colombia, Sentir Indígena, Definición de Mito,Consecuencias de olvidar los mitos, Mitos en Latinoamérica, Formas del Mito y Mitos de Creación. En estos últimos se desea hacer un especial énfasis.
Para hacer de este Blog un espacio compartido, agradeceremos los aportes de los lectores, ya sea para transcribir el mito de un país, como para expresar sus opiniones sobre la página o sobre algún mito en particular. En ambos casos pueden utilizar el vínculo de COMENTARIOS que hay al final de cada mito. ¡Ayúdenos a hacer de esta página un Banco de Mitos Latinoamericanos!
En agosto de 2019 ofrecimos unas estadísticas de Las 10 entradas más visitadas en 11 años.
martes, 1 de diciembre de 2009
Colombia - Mito Kogi - La creación
Todo eso ocurrió en la más absoluta obscuridad pero entonces comenzó a amanecer. Luego el Señor del Cenit, un ser solar, previno a todos los pájaros que no cantaran; pero la pava cantó antes del amanecer y así lo hicieron varias otras aves; desde entonces son perseguidas por los hombres como presa. Pero los otros pájaros no cantaron. En aquel entonces los pájaros eran gente... entonces escogieron sus plumajes... blanco, amarillo, rojo, de todos los colores del cielo al amanecer el día. Hasta hoy en día los pájaros forman grandes parentelas y entre ciertas de ellas —rapaces, loros, aves marinas, etc.— hay un parentesco o, por lo menos, una relación jerárquica en términos de hermanos mayores y hermanos menores.
sábado, 24 de octubre de 2009
Colombia - Mito Huitoto - Origen del tabaco
ni selva, ni serranías
y tampoco nosotros -los hombres- habíamos aparecido.
Estaba el mundo solo y triste.
Entonces,
por mandamiento de Dios apareció Buinaima.
Él buscaba por todos los rincones
después que habla pasado el diluvio y decia:
-¿A quién podria preguntar?
¿Con quién podria hablar?
Pues yo soy hombre.
Yo soy brujo.
Yo soy poderoso.
Yo soy el que conoce a Dios.
¿Quién habrá que me responda?
Asi andaba por el mundo...
No habla hierba. No había nada.
Apenas estaba mermando el diluvio,
enfriándose el agua.
Él continuaba andando,
escuchando,
preguntando,
conversando consigo mismo.
A nadie encontraba.
Nadie contestaba.
Colombia - Mito Okaina - Creación
sentado en el aire,
averiguaba muchas cosas.
Cerró sus ojos y apareció una bolita negrita,
apareció entre algo que era nada.
Al cerrar los ojos veía una bolita negra.
Abría los ojos y no veía nada.
Cerraba los ojos de nuevo y esa bolita se agrandaba.
Esa bolita es la que tenemos en los ojos,
se agranda y se achica.
Luego de mucho sufrir
esa bolita que él vio vendría a ser su asiento.
(.. .)
Esa bolita vino amaneciendo,
vino apareciendo más y más cerca.
Al rato,
él empezó a hacer fuerza,
a luchar,
imaginando,
estudiando.
Se fue acercando poco a poco.
Él ya casi cogía esa bolita.
Al fin la agarró y en eso él se sentó quieto,
tranquilo.
Asi él comenzó a crear todas las cosas.
Eso que él miró cuando cerró sus ojos,
espiritualmente quedó en su vista.
(...)
Colombia - Mito Huitoto - Origen seres humanos
Colombia - Mito Huitoto - Origen de seres y nombres
Colombia - Mito Muinane - La Gran serpiente
Los abuelos consejeros echan mano de este complejo relato en muchas circunstancias: el humano pertenece a la comunidad que tiene su ámbito propio en la maloca, el espacio humanizante por excelencia, donde se afirma la existencia comunitaria; no es lo propio del hombre estar tratando de volverse animal, dejando su puesto, y recurriendo al acto muy individualista de la brujería; el hombre encuentra en el animal su interlocutor pero no debe hacerse como él, y en el caso extremo de intentarlo ha de cumplir con todas las prescripciones hasta el final, sin dejar cabos sueltos; a fuerza de no contar con los otros, a fuerza de radicalizar el sí mismo, Diijoma sufre y perece: no es un ser del mundo de arriba -águila-, ni de abajo -serpiente-, es un ser para vivir en la comunidad de los hombres en donde finalmente queda repartido, integra do. Todo en este mito es circular como los mismos anillos de la sierpe.
Argentina - Mito Mocobí - Dioses del bien y del mal
Como es lógico, Cotaá tiene su enemigo. Es Neepec, el genio del Mal. Como decir el demonio. Neepec hace, por odiosidad, salir mal las cosas. Se empeña en hacer desgraciados, siempre que puede, a los hombres, ya frustrando las cosechas, ya provocando catástrofes, ya sembrando desavenencias, ora inspirando malos pensamientos y designios, ora atizando discordias.
Es evidente que la pugna de Cotaá y Neepec es tan antigua, como la raza de los mocobíes, porque de esos dos espíritus arranca el teísmo primitivo de todos los pueblos de la tierra.
Paraguay - Mito Toba - Espíritus
Estas comunidades temían y reverenciaban a los demonios o espíritus inferiores, a quienes consideran hostiles a los hombres. A todos esos espíritus adversos los chorotis los llaman Mohsek, así como los tobas los denominan Peyak; a ellos atribuyen todos los fenómenos naturales y, particularmente, las enfermedades, desgracias y muertes.
Tanto los chorotis como los tobas, se figuran a los malignos espíritus cual seres humanos, dotados de agilísimas alas, pero con esta diferencia: en concepto de los chorotis, los Mohsek andan con aspecto de ancianos; al paso que los tobas se imaginan a los Peyak en forma de niños.
Los Mohsek o Peyak son al mismo tiempo demonios de la naturaleza, los cuales viven dentro de los animales, como jaguares, ñandúes y serpientes; dentro de las plantas, como en los algarrobos, y hasta en los peñascos.
Desde aquellos remotísimos tiempos, cuando el maligno entraba en los cuerpos, no hallaba las almas para consumar en ellas sus malévolos designios, y las esperaba días y días. A veces ocasionaba la muerte del cuerpo, pero jamás la del alma, la cual nunca retornaba, hasta que el espíritu del mal no se ausentera.
Cuando el enfermo se curaba era que Payak se había alejado y el alma había vuelto. Cuando fallecía era porque no se había ausentado y, cansado de esperar el alma, había absorbido la sangre del enfermo, hasta ocasionarle la muerte.
Colombia - Mito Chibcha - Creación
domingo, 9 de agosto de 2009
Perú - Mito Huachiperi - Origen árbol de la vida
sábado, 8 de agosto de 2009
Colombia - Mito Catío - Origen del maíz
Colombia - Mito Catío - Origen diosa Dabeiba
Colombia - Mito Catío - El rayo y el trueno
sábado, 7 de marzo de 2009
Colombia - Mito Catío - El héroe Herupotoarra
Herupotoarra pertenecía, por parte de madre, al linaje aristocrático de los domicoes, y fue el artífice que buscó Caragabí para construirle la escalera del cielo, para exclusiva utilidad de los hombres.
El nombre de Herupotoarra significa «nacido de la pierna». Una india, del linaje catío de los domicoes, estaba pescando cuando he aquí que concibió de una nutria, entre los dedos de un pie. Nació Herupotoarra de la pantorra de su madre, la cual, de resultas, murió.
Llegado Herupotoarra a la mayor edad, averiguó insistentemente quién había sido el causante de la muerte de su madre. Aseguráronle que la luna fue la asesina de la autora de sus días.
A medida que Herupotoarra pronunciaba: Uariade, uariade, sube, sube, se iba estirando verticalmente la mágica escalera, hasta que él llegó a la presencia de la luna, a la cual increpó repentinamente y, sin darle tiempo para replicar, le descargó en la cara tan tremenda bofetada, que todavía se ven en ella las marcas, por las manchas que lleva.
Herupotoarra, asido a la escalera, iba diciendo por los aires: «Mojopodo, mojopodo», es decir, sin peso, sin peso. Y como si escala y escalador tuviesen menos peso que una pluma, fueron a caer suavemente en otro planeta que hay debajo de la tierra llamado Armucurá. Halló que los habitantes de Armucurá eran inmortales, se alimentaban de vapor de chontaduro y estaban exentos de necesidades naturales.
Herupotoarra no se olvidó de la tierra; volvió a armar y enderezar su escalera y subió de nuevo a este mundo. Una vez aquí, le aseguraron que quien había causado la muerte de su madre era Ambuima, un indio brujo muy temido que vivía en un bellísimo bohío.
Herupotoarra hizo diez flechas, para quitar con ellas la vida a Ambuima, hábil como ninguno en sacrilegios y engaños. Flechóle, pero todas las flechas le pasaban rozando el brazo sin herirle. Ambuima, a su vez, aplicó la mano a Herupotoarra en el costado, y a la mañana siguiente apareció muerto. Al mediodía empezaron a salir de la boca de Herupotoarra moscas, tábanos, mosquitos inofensivos, en que se transformó su cadáver. Murió también Ambuima y se convirtió en avispas venenosas.
Colombia - Mito Catío - La escalera al cielo
Tenía Caragabí una maravillosa escalera, muy distinta de las que labran los indios, la cual llegaba desde .la tierra al cielo, para que los catíos pudieran subir a conversar con él siempre que quisieran. Tan rara escalera era toda como de finísimo cristal, y tenía defendidos los flancos por unos pasamanos y barandas hechos como de un metal muy bruñido, a fin de vitarles el vértigo a cuantos subieran o bajaran, y descansaba en tierra sobre dos extrañas y hermosísimas flores.
Cuando los primeros indios pecaron, Caragabí les quitó la escalera, para que no volvieran a subir al cielo. Les pasó su mano creadora por los ojos, como sobándoselos, y les quitó aquella prodigiosa potencia visiva que primero tenían. Les derramó agua de coco en la cabeza, para que envejecieran.
El pecado, que acarreó a los hombres tamaño castigo, fue la fornicación. Algunos agregan ciertas circunstancias a la narración de la caída de los primeros hombres, diciendo que, como una mujer pecadora, se dispusiese a subir por la escalera del cielo para conversar con Caragabí; el niño, fruto del pecado, tocó con sus manecitas inquietas una de las misteriosas flores sobre que descansaba la escalera, y en el mismo instante se derrumbó de los aires la escalera: los que iban ya subiendo por lo alto de ella, lograron entrar en el cielo; los demás cayeron a tierra.
Cuentan también los catíos que los primitivos indios oían muy bien desde la tierra los cantos y músicas del cielo, pues en aquel tiempo no estaba el cielo tan distante como ahora. Engolosinados los hombres por tan deliciosas melodías, proyectaron construir una escalera que llegara hasta el cielo; pero Caragabí se opuso a ello. Los indios persistieron en su intento y llevaban ya muy arriba su escalera, cuando. Caragabí, indignado por su rebeldía, los derribó de lo alto y se llevó mucho más lejos los pabellones del cielo, para que no volvieran los hombres a intentar la construcción de otra escalera.
Después de la muerte, el alma humana se presenta a Caragabí, quien la recibe en una antesala del cielo. Si el alma ha pecado, comparece negra; pero de lo contrario, se ve blanca. Caragabí somete al alma pecadora a la prueba del martillo, con el cual la va golpeando en la cabeza, como para hacerle saltar la roña del pecado, hasta que quede blanca del todo.
Allí tiene provistos dos baldes, uno de agua hirviendo y otro le agua fría. Pasa el alma, ya blanca, por estos dos baños sucesivos y queda en disposición de entrar en el cielo, a su Baha. Pero hay pecados para los cuales no son suficientes unas purgaciones tan expeditivas, como las dichas, sino que Caragabí somete a las almas pecadoras a trabajar, como jornaleros, por un mes, un año y hasta quince o veinte años. Una vez que han pagado el castigo que merecían, Caragabí las llama al cielo.
Todavía hay otros pecados mucho más graves, que no admiten remisión ni purgación en la otra vida, según los catíos. Esos pecados son la fornicación de indio con civilizado, el incesto y el homicidio. A las almas que comparecen en la otra vida cargadas con estos pecados y delitos, Caragabí las conviene en peces y las echa al infierno
Colombia - Mito Catío - Origen del héroe Sever
A esta mujer la enseño Caragabí a hacer otra gota idéntica a las anteriores, pero ella esparció la gota en forma de menuda llovizna y así se originaron multitud de indios cunas. Los cunas aprendieron a manejar el arco con admirable destreza y habitaban en bohíos muy hermosos. A los ocho días de haber sido creados los cunas, flecharon a Caragabí, pero no pudieron herirle. El dios llevó muy a mal tamaña ingratitud de los cunas y los desterró de aquel lugar ameno, y ellos se establecieron a orillas del impetuoso Atrato.
Caragabí suscitó un héroe que tuvo en incesante zozobra a los cunas. De otra gota de agua creó Caragabí a un hombre que se llamó Sever, al cual infundió las más extrañas aptitudes de guerrero y conductor de hombres. Le enseñó a flechar con toda perfección; descubrióle el secreto de sobarse todo el cuerpo con ojos de tigre pulverizados, a fin de obtener agilidad. Para poder ver de noche lo mismo que de día, hizo que se frotara todo el cuerpo con ojos molidos de venado, de león y de guagua.
Sever tuvo cinco hijos varones que llegaron a ser otros tantos héroes que heredaron las maravillosas cualidades de su padre. Sever prevalido de su potencia visual, fue una noche a espiar a los cunas, los cuales carecían de esa virtud. Entró Sever en el poblado de los cunas, bien pertrechado de flechas, pero ellos le trataron hostilmente, por lo que tuvo que devolverse sin conseguir por entonces nada de lo que pretendía. Tenía Sever escondidas sus flechas en el sagrado árbol genené. Subieron veinte guerreros cunas arriba, en persecución de Sever, pero éste los mató a todos y se retiró a su bohío, situado en los nacimientos del Atrato, durante ocho días y noches de camino, ya que Sever, viajaba lo mismo de noche que de día. Por espacio de un mes, dedicose a construir abundante material de guerra, consistente en arcos y flechas. Bien pertrechado de éstas sus armas favoritas, volvió de nuevo contra los cunas, mató de noche a todos los habitantes de un gran bohío y se volvió a las cabeceras del Atrato. Caragabí enseñó a Sever a construir canoas y, sobre todo, le ayudó a fabricar una magnífica del árbol sagrado genené, en la cual se fue por el Atrato abajo, acompañado de sus cinco hijos, a presentar pelea a los
Colombia - Mito Catío - Origen demonio Antomiá
- ¿Qué estás haciendo?
Antomiá no quiso contestar. De nuevo Caragabí le preguntó de nuevo:
- ¿Qué es lo que estás haciendo?
Esta vez malhumorado:
- Estoy haciendo perros.
Antomiá desafió a Caragabí, pero salió vencido en la pelea, pero él y todos los suyos fueron convertidos en perros por Caragabí, y arrojados aullando a los infiernos (Edaa).
Colombia - Mito Catío - Origen del agua
Aunque el mundo de Caragabí era sobremanera hermoso, para envidia de Tutruicá, tenía, sin embargo, un grave defecto: le faltaba el agua. El propio dios sentía mucha necesidad de ese elemento. Tres veces soñó que había agua en el mundo, pero ignoraba el punto fijo donde estaba depositada. Tenía Caragabí una paloma que andaba solícita en busca de agua para su dueño y al fin la consiguió, pero no en este mundo sino en otro cuyo soberano se llamaba Orré. Caragabí soñó insistentemente que había agua en este mundo.
Una vez vio en sueños Caragabí un árbol inmensamente grande, llamado generé y le pareció que el agua estaba encerrada dentro de él.
Consideró Caragabí que era necesario derribar el árbol generé para abastecer de agua al mundo. Fabricadas unas hachas de durísima piedra, fue Caragabí con todos sus peones a derriban el generé, pero les sobrevino la noche sin haber logrado su intento. Volvieron al día siguiente a proseguir la misma faena y vieron que el árbol misterioso no tenía ninguna señal de haberse trabajado sobre él en el día anterior. Acuciados por la necesidad de obtener el agua, empezaron con mayor fuerza y tesón el derribo del árbol. Todo el día trabajaron por turnos, sin cesar. Ya llegaba la noche y aun les faltaba mucho para derribar el inmenso generé. Entonces Caragabí, frotándose las manos, produjo una luz clarísima que iluminó alrededor del árbol, por lo cual pudieron seguir trabajando toda la noche. Al tercer día, como a media mañana, acabaron de cortar el árbol. No por esto quedaron vencidas todas las dificultades. Generé quedó enredado en multitud de bejucos que impidieron que se derribara en tierra y vertiera sobre el mundo sus aguas fertilizadoras. Caragabí en aquel nuevo conflicto, llamó a diversos animalitos (que por entonces aun eran seres racionales) y los mandó que se encaramaran por las ramas de genené a fin de cortar y desenredar los bejucos que impedían caer el árbol tronzado. Al brotar del genené las aguas, se inundó toda la tierra, sus ondas arrastraron a todos los vivientes, menos a Caragabí y a diez personas más que se salvaron en una elevada peña, a donde no alcanzaron las aguas. Un año duró la inundación, al cabo del cual Caragabí mandó a una garza que averiguara si había quedado algún paraje bueno para vivir. La garza halló mucho pescado y cebada en tan buen alimento que no se cuidó de volver. Mandó luego un gallinazo o zamuro, el cual tampoco volvió por haberse quedado comiendo peces muertos. Envió en tercer lugar un patogujo o pato del monte, el cual se entretuvo comiendo un pescado que llaman guacuco, muy de su gusto, sin acordarse de cumplir tampoco el mandato de Caragabí. Burlado por todos los emisarios, el divino señor de la tierra hizo valer su poder omnipotente. Escupió dos veces en el suelo y cubrió la saliva con una totuma, y en seguida, la saliva se convirtió en una blanquísima paloma y ésta fue la fiel mensajera que trajo a Caragabí de lo que se quedaron haciendo los precedentes emisarios, y la que dio con el lugar ameno y seco que podía ser habitado por los sobrevivientes de aquel diluvio. Al momento Caragabí y las diez personas salvadas, abandonaron la peña y se trasladaron al delicioso lugar que les indicara la paloma.
De la inmensa concavidad de genené procede el mar; de sus ramas, los ríos; de sus brotes, los riachuelos y arroyos; y de sus renuevos más pequeños, los charcos. El tronco de este árbol genené existe todavía pero en un lugar desconocido. A sus cuatro lados hay otros tantos cirios encendidos de una piedra durísima, llamada mompahuará, los cuales arderán hasta el fin del mundo. Cuando llegue el fin de los siglos, de aquellos pétreos cirios se originará un río de fuego, que irá siempre en aumento, desbordándose por doquiera, y arrasando todo el mundo, hasta acabar cuanto ahora existe, y entonces existirá. Con eso se renovará toda la faz de la tierra, quedando incomparablemente hermosa, para ser la definitiva morada de Caragabí con todos los que hubieren ido subiendo a poblar el cielo.
Colombia - Mito Catío - Origen dioses Caragabí y Tutruicá
Caragabí y Tutruicá vivieron mucho tiempo sin conocerse uno al otro. Cierto día, el dios de arriba divisó desde la región del aire un globo envuelto en sombras, suspendido en otra región por debajo de la tierra, y descendió a ver lo que era. Entonces Caragabí se encontró con un personaje yábea, es decir, contemporáneo, el cual era dueño de Armucurá, que era el mundo inferior y próximo a la tierra.
- ¿Quién eres tú?- preguntó Caragabí.
- Yo soy Tutruicá- contestó el yábea, el dios de abajo.
- ¿Eres nacido?
- No, resulté solo, nadie me hizo. Y tú ¿cómo naciste?
- Yo nací de la saliva de Tatzitzetze. Por eso me honro de tener a tan soberano progenitor.
- Pues lo que es yo no tengo ningún antepasado y en eso cifro mi honra y mi superioridad a ti.
Entonces Caragabí habló así al yábea:
- Vamos a probarnos mutuamente si somos dioses.
- Convenido. Yo trabajaré el barro, dijo Tutruicá.
- Pues yo labraré la dura piedra – repuso Caragabí.
Acabado este diálogo, cada cual se fue a su mundo como dos artistas a su taller.
Pasado como un año, Caragabí dio comienzo a su obra, esculpiendo en la dura piedra mompahuará dos estatuas, con intención de darles vida y convertirlas en personas. Tan pronto como las acabó, soploles en las extremidades de los pies y manos, y en la frente, con lo que les entró la vida. Las efigies abrieron los ojos y sonrieron pero no pudieron levantarse ni tampoco hablaban.
Mucho mayor éxito tuvo Tutruicá, el cual hizo de barro dos grandes muñecos, les sopló en la frente e hizo de ellos al primer hombre y a la primera mujer que habitaron en el Armucurá, donde todos los moradores son inmortales.
Supo Caragabí que su contemporáneo había hecho de barro dos muñecos, que, no sólo miraban y sonreían sino que se movían, andaban y hablaban. Con gran avidez mandó Caragabí un mensajero a Tutruicá, preguntándole cómo se las había arreglado para hacer una creación tan perfecta. Tutruicá dio respuesta desdeñosa e insultante a Caragabí. Le trató de idiota y le motejó de dios creado. Caragabí, vencido por Tutruicá en la obra de sus manos, se encolerizó en extremo, cuando oyó los insultos del yábea y corrió contra él, provisto de un largo lazo, con ánimo de ahorcarle. Desde lejos le enlazó con arte magistral, pero Tutruicá sujetó con tal fuerza el lazo escurridizo que enojado Caragabí hubo que reconocer mal de su agrado, que tampoco por la fuerza podría vencer a su contrincante. Con esta prueba quedaron ambos convencidos de su igualdad de fuerza.
Si en esta ocasión hubiera vencido Tutruicá, habría quedado dueño de ambos mundos, y todos los moradores de la tierra habríamos gozado de inmortalidad como los habitantes de Armucurá.
Otro día, Caragabí, calmado de su enojo, consideró que debía mandar otro mensaje a Tutruicá, rogándole que le enseñara cómo había él formado tan perfectas criaturas. Tutruicá se negó por segunda vez.
De allí a algunos días, se compadeció Tutruicá de Caragabí por que no podía crear al hombre con la debida perfección y le mandó a decir que no hiciera al hombre de piedra sino de barro. Humillóse Caragabí a obedecer esta insinuación de Tutruicá y mandó un tercer mensajero a pedir al yábea un pedacito de su barro, siquiera como la lengua de una paloma. El dios de abajo complació esta vez al dios de arriba, enviándole lo que pedía, y aquel minúsculo pedacito de barro creció tanto en manos de Caragabí, que bastó para formar la efigie de un hombre. Se sacó Caragabí un pedacito de costilla y con ella sopló al gran muñeco en las extremidades y en la frente, y en seguida la introdujo dentro de la efigie, la cual, al punto se transformó en un hombre, que se puso de pie y veía, sonreía, andaba y hablaba con perfección. Caragabí se alegró mucho de su obra y le mandó que se arrodillara para darle la bendición.
Hecho esto, Caragabí se fue a recorrer el mundo. Pasados diez años pensó en darle compañera al hombre que había formado. Para ello mandó nuevo mensajero a Tutruicá pidiéndole otro poco de barro, por que la primera cantidad se le había perdido. Tutruicá creyó en este engaño y le mandó una cantidad semejante a la primera. Con ese barro hizo Caragabí una figura de mujer, por semejante procedimiento que siguió al formar al hombre. Para darle vida, quitó al hombre la primera costilla del lado derecho y con ella sopló a la efigie, introduciéndosela cuidadosamente, y he aquí que la efigie se animó, el barro cobró aspecto humano, y resultó una encantadora mujer. Al verla con vida e inteligencia perfectas, se alegró sobre manera el corazón de Caragabí.
Por virtud de las sendas costillas introducidas en ambas efigies, se les quitó la pesantez propia del barro.
Tutruicá que no despreciaba oportunidad para buscar reparos en todas las obras de Caragabí, viéndole tan alegre y satisfecho por la creación del primer hombre y la primera mujer, quiso zaherirle que, al fin y al cabo, los hombres que había hecho eran mortales. A lo cual repuso Caragabí: “no importa, después de la muerte, yo recogeré sus almas y las llevaré al cielo, donde serán inmortales.”
Colombia - Mito Catío - Orígenes del mundo
Colombia - Mito Chibcha - Espíritu
En el principio del mundo hizo su aparición en la tierra, a la banda izquierda del anchuroso Magdalena, una gran sombra, como de forma humana, que permaneció tendida sobre el suelo. Durante algunos días, el misterioso espectro, a quien los muzos en su idioma llamaron are se ocupó en labrar en madera varias figuras de hombres y mujeres. Cuando hubo concluido su trabajo, echólas a la orilla del río, y luego al punto quedaron animadas las figuras, se agitaron llenas de vida y salieron del agua los hombres y mujeres radiantes de juventud. La sombra creadora los distribuyó en parejas y los dispersó para que cultivasen la tierra. Formados ya los primeros padres de los indios, la sombra viva desapareció.
lunes, 2 de marzo de 2009
Argentina - Mito Tehuelche - Creación
Con él la sagrada creación tuvo la primera luz y el primer fuego, y con él nacieron las nubes...
Y los tres elementos del espacio armonizaron entonces su fuerzas para admirar y proteger a la tierra de la vida perecedera que Kóoch había hecho surgir de las aguas primeras.
Andando el tiempo Elal, el héroe-dios, el nacido de la Nube cautiva y el cruel gigante Nóshtex, creó a los Chónek (hombres) de la raza tehuelche en las tierras del Chaltén... y fue su organizador, protector y guía.
Y entre otras muchas cosas, como Elal viera que sus criaturas tenían frío y oscuridad, cuando el Sol no estaba en el Cielo, les enseño a hacer fuego, el mismo que les permitiera vencer a la nieve y al frío en las laderas del Chaltén, el que brota cuando golpean ciertas piedras... Dicen que a partir de entonces los tehuelches ya no temieron a la oscuridad ni a las heladas porque eran dueños del secreto del fuego, y el fuego era sagrado para ellos porque se los había dado su padre creador...
jueves, 1 de enero de 2009
Venezuela - Mito Yanomami - Origen de las mujeres
También Ira en aquel tiempo era gente; él también era nieto de Mamokori-yoma. Cuando Omawë estaba todavía en el vientre de su madre, Ira se comió a Poapoama; pero el feto que llevaba dentro no se lo comió. Lo agarró entre sus manos. Hacía kari, kari, ruido de huesos. Así se lo llevó a Mamokori-yoma y se lo dio. La vieja lo agarró, lo metió en una olla, lo tapó con una cesta para que nadie lo viera. En esa olla lo fue criando. Omawë creció ligero. Pronto llegó a ser hombre.
Omawë tenía otros dos hermanos. El mayor se llamaba Yoawë. A aquella gente de entonces le gustaba mucho el pescado. Un día Yoawë salió a pescar y allí vio a varias hermosas muchachas que se estaban bañando.
Cuando regresó estaba bravo. Omawë estaba enyopado, cantando; le preguntó y se rió de él:
—Yoawë, ¿por qué estás bravo?
Lo llamaba con su nombre para que los napë aprendieran a llamar a los hijos por su nombre ¿Será que estás bravo porque no pescaste nada?.
—¡Cállate la boca! Estoy bravo porque mientras estaba pescando vi unas muchachas bellísimas, de cabellos largos, que salieron del agua y se quedaron mirándome. Entonces yo jalé mi pescado, pero se cayó junto a ellas y no fui capaz de ir a buscarlo.
—¿Por qué no copulaste con ellas?— le dijo Omawë —¿Solo por eso viniste bravo? No supiste aprovecharte de las muchachas...
Al día siguiente Omawë quiso ir con Yoawë a aquel mismo caño para ver si salían aquellas mujeres bonitas. Omawë quería traerlas: una para cada uno. Llegaron. Se sentaron en la orilla. Una mujer no se hizo esperar: salió del agua. Era bonita, de cabellos larguísimos. Pero una sola. Omawë quedó enamorado. Sin más la agarró en el agua y se la trajo a su casa.
—Así tenías que haber hecho tú— le dijo a Yoawë —Tú sólo fuiste a mirarla. Ahora sí tengo una mujer bonita.
Esa mujer era hija de Rahara-riwë y se llamaba Kamanae-yoma. Un día, Omawë llevó a su mujer a su conuco, se paró frente a una ceiba y, diciendo a su mujer que aquél árbol era yuca, a pesar de que ella sabía que la estaba engañando, la hizo sacar una raíz enorme, se la hizo rallar y hasta hacer con ella casabe. Omawë lo comió, ella no. Era muy duro; tenía un sabor muy malo.
Rahara-riwë había quedado bravo con Omawë porque le había robado la hija y quería vengarse. Por otra parte, su hija Kamanae-yoma no estaba contenta de vivir con Omawë. Estaba cansada de ver a su marido comiendo casabe de ceiba. De esa mujer Omawë tuvo una hija bellísima. Creció ligero.
Cuando Omawë estaba de wayumï, se le presentó el mujeriego de Yarimi-riwë y, llorando, le pidió a su hija. Omawë, como era bueno, se la dió. Cuando Yarimi-riwë fue a copular con su nueva mujer, la vulva de ella le mordió el pene porque Kamanae-yoma se había metido adentro una piraña hambreada. El hombre, loco de dolor, se encaramó a un árbol y quedó convertido en mono blanco.
Kamanae-yoma estaba cansada de rallar ceiba y un día le dijo a su marido:
—Ustedes comen pura raíz de ceiba. Esto no es casabe. Vamos a casa de mi papá para que conozcan la verdadera yuca— Omawë aceptó y se encaminaron a casa de Rahara-riwë él, su esposa y su hermano.
Raharariwe, un día, invitó a Omawe, a su hija y a Yoawe a su cocuyo para que vieran las matas de yuca que en él cultivaba y que eran muy apreciadas en todas las regiones cercanas. Llegaron. Rahara-riwë no les dio de comer. Al otro día, Kamanae-yoma le dijo a su padre:
—Papá, yo voy a pasear a mi marido y a su hermano por tu conuco para que vean las matas que tú cultivas—. Mientras ellos iban al conuco, él se enyopó. Tomó mucho yopo. Como tenía gran poder sobre el agua, hizo que la laguna creciera, creciera hasta desbordarse. Todavía hoy es Rahara, la serpiente-arcoiris, quien hace crecer los ríos. Mientras tanto, en el conuco Kamane-yoma mostraba la yuca dulce y la yuca amarga a su esposo. Omawë estaba asombrado. Pero en eso se le fue la mirada hacia la orilla del conuco y vio que venía agua, agua, mucha agua. Al llegar al cocuyo, Kamanae-yoma sabía quién estaba mandando el agua. Agarró a Omawë por un brazo y le dijo:
—¡Vámonos! ¡Salvémonos!
Corrieron a la casa de Rahara-riwë. Entraron. Pero el agua venía inundando, rápidamente, todo. Iba entrando también en la casa. Entonces, sin que Omawë y Yoawë se dieran cuenta, Rahara-riwë se salió de su casa e hizo salir a su hija y tapó la salida. Los hermanos nadaban, ellos sabían nadar, pero lloraban desesperados. Tenían miedo de morir ahogados. Rahara-riwë los miraba por las rendijas, riéndose, sin compasión; cuando el agua llegó al techo, hizo un boquete y miró adentro. Ya no veía a Omawë ni a Yoawë. Pensó que seguramente se habían ahogado.
Pero, como también tenían poderes, se habían transformado en grillos kirikirimi y se habían escondido en un pedacito de techo. Rahara-riwë, creyéndoles muertos, hizo que el agua bajara, sólo un poco. Quedó pasmado al ver que en el medio de la casa estaban Omawë y Yoawë, parados, mirándolo como gente. Entonces volvió a hacer crecer el agua y los hermanos volvieron a transformarse en grillos y así varias veces. Ahora era Omawë el que estaba bravísimo. Se fueron. Rahara-riwë no les había dado ni una yuquita.
Llegaron a su xapono. Allí los dos hermanos dijeron: -Vamos a vengarnos-. Al día siguiente se soplaron mucho yopo. Querían convertirse en hékura que vuelan, para ir a castigar a Rahara-riwë. Subieron al cielo e hicieron himou para pedirle al Motoka-riwë, espíritu del Sol, para que él hiciera secar toda el agua de la tierra. Era la primera vez que los yanomamos subían al cielo. Nadie antes había tenido ese poder. Nadie había descubierto el camino que lleva a Motoka-riwë. En aquel tiempo llovía todos los días.
Bajaron. Muy pronto vino el verano, bravo, caliente, y se secó también la laguna donde vivía Motoka-riwë. Tenía sed su gente; lloraban. Todo el mundo tenía sed. Él tenía todo el cuero arrugado de tanta sed que sufría. Pero también los hijos de Omawë y de Yoawë sentían sed y lloraban. También sus mujeres lloraban pidiendo agua. Omawë regañaba a su esposa diciendo:
—Mira, yo iba a dejar a tu padre que se muriera de sed, porque él quiso que yo me ahogara. Pero ahora, por mi hijo, voy a sacar agua de abajo; así podrá beber tu hijo, tú y tu padre.
Entonces Omawë se fue con su familia hacia las cabeceras del Xukumïna-këu. Allá se acostó en el suelo, por aquí, por allá, para escuchar si había agua debajo, por donde corría el agua bajo tierra. Donde oyó que había más y sonaba muy cerca, cogió su xirimo y lo clavó en el suelo. Cuando sacó el xirimo, el agua salió enseguida. Salía, salía...
—Ven a beber—, le dijo Omawë a su hijo, —para que no llores más.
Bebió su hijo, bebieron todos y Omawë volvió a tapar el hueco.
Lejos de allí, en ese momento, Rahara-riwë estaba bebiendo su orina, muerto de sed. Lloraba, lloraba con su gente. Entonces Omawë le mandó a Kamanae-yoma para que lo llamara. Vino. Omawë abrió de nuevo el hueco y Rahara-riwë pudo beber. Cuando terminó de beber, el chorro salió más fuerte. Había agua que llegaba hasta el cielo y allá se quedaba. Esa agua es la que cae ahora cuando llueve . La otra agua iba saliendo e inundando todo alrededor, cerca, lejos, toda la tierra. El agua se iba y volvía. Cuando volvía, gritaba:
—Naiki, naiki! Por eso el agua tragaba gente, comía a los yanomamos. De los huesos de esa gente comida se formaban peces. Casi todos se murieron. Pero unos cuantos yanomamos echaron a correr, y llegaron a la cumbre de un cerro que se llama Mayo-kekï.
Pero el agua seguía su curso y se formaron los ríos y las lagunas. El agua subía detrás de ellos; ya iba alcanzando aquella cumbre; gritaba:
—Naiki, naiki!—. Allá los xapori brujeaban. Pero el agua subía. Entonces uno de ellos dijo:
—Tirémosle una vieja para quitarle el hambre—. Aquellos yanomamos agarraron a una vieja que estaba con ellos y la zumbaron al agua. La vieja desapareció. El motu-këu la había devorado. Por eso en seguida el agua fue bajando, bajando. Llegó a verse solo lejos, lejos, dejano todo seco, hasta donde no pudo bajar más. Allá es donde los napë llaman "mar". Aquí sólo quedaron ríos grandes por donde bajaba el agua que salía de la tierra. Y quedó una laguna, Akrawa, donde se puso a vivir Rahara-riwë.
Entonces Omawë se fue con su familia caminando. Recogía los peces muertos y los comía. Donde echaba las espinas, se formaban caños, ríos. Por ahí iba, inventando cosas. Como ahora ya no le gustaba la primera mujer, fue adonde estaban los yanomamos que se habían salvado y le robó la hija a Maroha-riwë. Esta era muy bonita, se llamaba Hauyakari-yoma. Con ella y con su gente Omawë volvió a las cabeceras del Xukumïna-këu. Allí hizo xapono y vivió algún tiempo. También hizo reahu y convidó a los demás yanomamos vecinos. Como por allá había mucho cunurí, mandó que recogieran muchos mapires. Así enseñó que se podía hacer reahu también de otra cosa que no fueran los plátanos.
En aquel reahu, mientras estaba haciendo hauhaumou, su hijo, un niño que se llamaba Horeto-riwë, cuando jugaba con otros niños oyó el canto del pájaro siekekemi. Se asustó, se asustaron todos, llamó a Yoawë y huyeron. Los yanomamos que se fueron hacia arriba, en otra dirección, son la gente que ahora llamamos Waika.
Omawë fue caminando con su familia por la orilla del Xukumïna-këu, bajando, bajando. Por la tarde hacían sus refugios, comían cunurí y dormían. Los refugios que dejaban atrás con el tiempo se convirtieron en peñas. Todavía ahora se ven esa peñas. Por ese camino, Omawë flechó una danta y también ella se convirtió en piedra. Allá está como recuerdo. Caminando, Omawë echaba semillas de cunurí y, donde caían, iban retoñando para que las recogieran después los yanomamos. Cuando él comía cunurí, se le caían boronas; estas se transformaban en abru, esos bichitos que comen excrementos. Omawë siguió lejos, durmiendo muchas noches, pasando muchas lunas. Allá lejos se quedó con su familia y, de su gente, se formaron los napë. Los hijos aprendieron a hacer machetes, hachas, ollas, tela... Si no fuera por Omawë, hoy los napë no existirían. Nosotros, los yanomamos, descendemos de aquellos que se salvaron en el cerro Mayo-kekï.
Venezuela - Mito Yanomami - Origen de la luna
Un día invitó a su hija y a su nieto y se fueron al monte, lejos del xapono. Allá agarró a su hija y la estranguló. Después le dijo a su nieto que con un atari le sacara los ovarios. El nieto obedeció: los sacó y se los dió a Peribo-riwë, quien los embojotó en unas hojas. Esto hizo para enseñarnos como se embojota la cacería para asarla. Con el bojote volvieron al xapono. Padre e hija discutieron a causa de Amoawe y tan acalorada resultó la pelea que de resultas de un golpe de su padre, Purimayoma cayó al suelo y quedó inconsciente, esparciéndose por el suelo unos granos de maíz que llevaba en una cesta de mimbre. Periboriwe, muy asustado creyéndola muerta, salió corriendo con su nieto, al que obligó a recoger los granos desparramados envolviéndolos en unas hojas. Al llegar a su casa, hizo que el nieto los cocinara e hiciera una pasta que luego se comió.
La hija no había muerto. Después que se fue su padre, volvió en sí y se transformó en cocuyo. En el xapono Peribo-riwë asó el bojote y se sentó a comer los ovarios de la hija. Después de haber comido el guiso que le cocinó el nieto. Pero cuando terminó se sintió muy raro. Enseguida el cuerpo se le fue poniendo caliente y, como loco, comenzó a pasearse por el xapono, por aquí, por allá, soplándose aire con un xohema. Estaba inquieto y gritaba por el ardor que sentía. Después se fue al patio, caminando, y allí comenzó a subir por los aires. Los no-patabï se reían de él. Peribo-riwë seguía subiendo. Ahora ya no se abanicaba. Los niños, creyendo que era un juego, le tiraban palitos. Los demás se reían; pensaban que iba a bajar de nuevo, que sólo estaba dando demostración de sus poderes.
Pero Peribo-riwë ya iba alto. Entonces los hombres comenzaron a juntarse en el patio; apuntaron con sus arcos y lo flechaban. Él seguía subiendo, dando vueltas. También lo flechaba Pokoïhïbëma-riwë, pero no podía acertarlo. Los Atamari también vinieron a flecharlo, pero tampoco acertaron.
Suhirina-riwë seguía acostado, tranquilo, mirando para arriba. No se apuraba. Estaba acostado como un waiteri. Los viejos ya estaban comentando:
-¿Por qué no lo flecharon cuando estaba bajito? Ahora ya está muy alto. Peribo-riwë se escapó. Nadie más lo va a agarrar. En eso, Suhirina-riwë se bajó del chinchorro, cogió su arco y sus flechas, se puso a mirar hacia arriba y dijo:
—Asiëëënnn, ¿Por qué no le tiraron cuando estaba bajito? Ahora está muy alto. Entonces jaló la cuerda del arco. La encontró floja y la templó. Todo eso hizo para que nosotros aprendiéramos a templar nuestros arcos antes de disparar la flecha. Si no acertamos, es porque tenemos el arco flojo.
Después, apuntó con una flecha de punta rahaka. Peribo-riwë no se movía más; estaba acomodado en su sitio, en el cielo, y miraba para abajo. Suhirina-riwë soltó la flecha... Le había pegado en el pecho, allí donde tenía la tetilla. Todos gritaron.
En seguida, de la herida comenzaron a caer gotas de sangre. Cada gota que caía se transformaba en un yanomamo nuevo porque caían sobre el mismo cocuyo en que se había convertido Purimayoma, y ésta las hacía germinar. Peribo-riwë se fue quedando sin sangre, sin fuerza, jipato; así fue bajando poco a poco hacia el borde de la tierra. Allá se transformó en luna sobre un cerro alto que llaman Peribo-makï, lejos, lejísimo, y desde entonces alumbra por las noches con su luz blanca y mortecina donde ni siquiera los napë viven.
Allá viven los Yai. Así murió Peribo-riwë. El peribo de ahora no es el cuerpo de Peribo-riwë; es su no-porebï. Por eso es malo: se lleva el alma de los niños; estos fácilmente se mueren.
Ese mismo día, Suhirina-riwë y su familia se convirtieron en esos alacranes, que son pequeños pero pican duro; Pokoïhïbëma-riwë y su familia se transformaron en esos alacranes grandes (y negros, pero no venenosos) Los Atamari se fueron a vivir sobre los palos del monte y quedaron transformados en esos hongos cuyo nombre genérico es peribo. Los demás yanomamo de entonces se transformaron en zamuros y volaron a las matas cercanas; los que eran gente grande y buenos xapori se convirtieron en zamuros reales. Pero de la sangre de Peribo habían nacido solo hombres. No había mujeres. Por eso aquellos hombres tenían como mujer los huecos de los árboles y el ano de sus compañeros"