El pueblo Azteca, antes llamado mexica, fue el último de los grupos nahuatlacos que llegaron a la cuenca de México, a finales del siglo XIII, cuando la mayor parte de los territorios centrales del país habían sido ocupados. Por tal motivo, se vieron obligados a luchar incansablemente para establecerse en el gran lago de México, en donde construyeron su espléndida capital, Tenochtitlán. Los Mexicas honraban a Huitzilopochtli, y el mito que traemos cuenta sobre su origen. Aparece en el libro Una aproximación a Coyolxauhqui de Justino Fernández, y fue tomado de la página web del INAH.
.En Coatepec, por el rumbo de Tula, había estado viviendo, allí habitaban una mujer de nombre Coatlicue. Era madre de los 400 Surianos y de una hermana de éstos de nombre Coyolxauhqui.
Y esta Coatlicue allí hacía penitencia, barría, tenía a su cargo el barrer, así hacía penitencia, en Coatepec, la Montaña de la Serpiente, y una vez, cuando barría Coatlicue, sobre ella bajó un plumaje, como una bola de plumas finas.
En seguida lo recogió Coatlicue, lo colocó en su seno. Cuando terminó de barrer, buscó la pluma, que había colocado en su seno, pero nada vio allí. En ese momento Coatlicue quedó encinta.
A ver los 400 Surianos que su madre estaba encinta, mucho se enojaron, dijeron:
Y esta Coatlicue allí hacía penitencia, barría, tenía a su cargo el barrer, así hacía penitencia, en Coatepec, la Montaña de la Serpiente, y una vez, cuando barría Coatlicue, sobre ella bajó un plumaje, como una bola de plumas finas.
En seguida lo recogió Coatlicue, lo colocó en su seno. Cuando terminó de barrer, buscó la pluma, que había colocado en su seno, pero nada vio allí. En ese momento Coatlicue quedó encinta.
A ver los 400 Surianos que su madre estaba encinta, mucho se enojaron, dijeron:
- "¿Quién le ha hecho esto? ¿Quién la dejó encinta? Nos afrenta, nos deshonra".
Y su hermana Coyolxauhqui les dijo:
-"Hermanos, ella nos ha deshonrado, hemos de matar a nuestra madre, la perversa que se encuentra ya encinta. ¿Quien le hizo lo que lleva en el seno?
Cuando supo esto Coatlicue, mucho se espantó, mucho se entristeció.
Pero su hijo Huitzilopochtli, que estaba en su seno, le confrontaba, le decía:
-"No temas, yo sé lo que tengo que hacer”.
Habiendo oído Coatlicue las palabras de su hijo, mucho se consoló, se calmó su corazón, se sintió tranquila.
Y entre tanto, los 400 Surianos se juntaron para tomar acuerdo, y determinaron a una dar muerte a su madre, porque ella los había infamado.
Estaban muy enojados, estaban muy irritados, como si su corazón se les fuera a salir. Coyolxauhqui mucho los incitaba, avivaba la ira de sus hermanos, para que mataran a su madre.
Y los 400 Surianos se aprestaron, se ataviaron para la guerra.
Y estos 400 Surianos eran como capitanes, torcían y enredaban sus cabellos, como guerreros arreglaban su cabellera. Pero uno llamado Cuahuitlíac era falso en sus palabras.
Lo que decían los 400 Surianos, en seguida iba a decírselo, iba a comunicárselo a Huitzilopochtli.
Y Huitzilopochtli le respondía:
-"Ten cuidado, está vigilante, tío mío, bien sé lo que tengo que hacer".
Y cuando finalmente estuvieron de acuerdo, estuvieron resueltos los 400 Surianos a matar, a acabar con su madre, luego se pusieron en movimiento, los guiaba Coyolxauhqui. Iban bien robustecidos, ataviados, guarnecidos para la guerra, se distribuyeron entre sí sus vestidos de papel su anecúyotl, sus brazaletes, sus colgajos de papel pintado, se ataron campanillas en sus pantorrillas las campanas llamadas oyohualli.
Sus flechas tenían puntas barbadas. Luego se pusieron en movimiento, iban en orden, en fila; en ordenado escuadrón, los guiaba Coyolxauhqui.
Pero Cuahuitlícac subió en seguida a la montaña, para hablar desde allí a Huitzilopochtli, le dijo:
-"Ya vienen."
Huitzilopochtli le respondió:
- "Mira bien por dónde vienen."
Dijo entonces Cuahuitlícac:
-"Vienen ya por Tzompantitlan"
Y una vez más le dijo Huitzilopochtli:
-"¿Por dónde vienen ya?"
Cuahuitlícac le respondió:
-"Vienen ya por Coaxalpan."
Y de nuevo Huitzilopochtli preguntó a Cuahutlícac:
-"Mira bien por dónde vienen."
En seguida le contestó Cuahuitlícac:
-"Vienen ya por la cuesta de la montaña."
Y todavía una vez más le dijo Huitzilopochtli:
-"Mira bien por dónde vienen."
Entonces le dijo Cuahuitlícac:
-"Ya están en la cumbre, ya llegan, los viene guiando Coyolxahuqui."
En ese momento nació Huitzilopochtli, se vistió sus atavíos, su escudo de plumas de águila, sus dardos, su lanzadardos azul, el llamado lanzadardos de turquesa. Se pintó su rostro con franjas diagonales, con el color llamado "pintura de niño". Sobre su cabeza colocó plumas finas, se puso sus orejeras.
Y uno de sus pies, el izquierdo, era enjuto, llevaba una sandalia cubierta de plumas, y sus dos piernas y sus dos brazos los llevaba pintados de azul. Y el llamado Tochancalqui puso fuego a la serpiente hecha de teas llamadas Xiuhcóatl, que obedecía a Huitzilopochtli. Luego con ella hirió a Coyolxauqui, le cortó la cabeza, la cual vino a quedar abandonada, en la ladera de Coatépetl, montaña de la serpiente.
El cuerpo de Coyolxauhqui que rodando hacia abajo, cayó hecho pedazos, por diversas partes cayeron sus manos, sus piernas, su cuerpo.
Entonces Huitzilopochtli se irguió, persiguió a los 400 Surianos, los fue acosando, los hizo dispersarse desde la cumbre de Coatépetl, la montaña de la culebra.
Y cuando los había seguido hasta el pie de la montaña, los persiguió, los acosó cual conejos, en torno de la montaña.
Cuatro veces los hizo dar vueltas. En vano trataban de hacer algo en contra de él, en vano se revolvían contra él al son de los cascabeles y hacían golpear sus escudos.
Nada pudieron hacer, nada pudieron lograr, con nada pudieron defenderse. Huitzilopochtli los acosó, los ahuyentó, los destrozó, los aniquiló, los anonadó. Y entonces los dejó, continuaba persiguiéndolos. Pero ellos mucho le rogaban, le decían:
-"¡Basta ya!"
Pero Huitzilopochtli no se contentó con esto, con fuerza se ensañaba contra ellos. Los perseguía. Sólo unos cuantos pudieron escapar de su presencia, Pudieron liberarse de sus manos. Se dirigieron hacia el sur se llaman 400 Surianos, los pocos que escaparon de las manos de Huitzilopochtli. Y cuando Huitzilopochtli les hubo dado muerte, cuando hubo dado salida a su ira, les quito sus atavíos, sus adornos, su anecúyotl, se los puso, se los apropió, los incorporó a su destino, hizo de ellos sus propias insignias.
Y este Huitzilopochtli, según se decía, era un portento, porque con sólo una pluma fina, que cayó en el vientre de su madre Coatlicue, fue concebido.
Nadie apareció jamás como su padre. A él lo veneraban los mexicas, le hacían sacrificios, lo honraban y servían. Y Huitziiopochtli recompensaba a quien así obraba. Y su culto fue tomado de allí, de Coatépec, la montaña de la serpiente, como se practicaba desde los tiempos antiguos.
Y su hermana Coyolxauhqui les dijo:
-"Hermanos, ella nos ha deshonrado, hemos de matar a nuestra madre, la perversa que se encuentra ya encinta. ¿Quien le hizo lo que lleva en el seno?
Cuando supo esto Coatlicue, mucho se espantó, mucho se entristeció.
Pero su hijo Huitzilopochtli, que estaba en su seno, le confrontaba, le decía:
-"No temas, yo sé lo que tengo que hacer”.
Habiendo oído Coatlicue las palabras de su hijo, mucho se consoló, se calmó su corazón, se sintió tranquila.
Y entre tanto, los 400 Surianos se juntaron para tomar acuerdo, y determinaron a una dar muerte a su madre, porque ella los había infamado.
Estaban muy enojados, estaban muy irritados, como si su corazón se les fuera a salir. Coyolxauhqui mucho los incitaba, avivaba la ira de sus hermanos, para que mataran a su madre.
Y los 400 Surianos se aprestaron, se ataviaron para la guerra.
Y estos 400 Surianos eran como capitanes, torcían y enredaban sus cabellos, como guerreros arreglaban su cabellera. Pero uno llamado Cuahuitlíac era falso en sus palabras.
Lo que decían los 400 Surianos, en seguida iba a decírselo, iba a comunicárselo a Huitzilopochtli.
Y Huitzilopochtli le respondía:
-"Ten cuidado, está vigilante, tío mío, bien sé lo que tengo que hacer".
Y cuando finalmente estuvieron de acuerdo, estuvieron resueltos los 400 Surianos a matar, a acabar con su madre, luego se pusieron en movimiento, los guiaba Coyolxauhqui. Iban bien robustecidos, ataviados, guarnecidos para la guerra, se distribuyeron entre sí sus vestidos de papel su anecúyotl, sus brazaletes, sus colgajos de papel pintado, se ataron campanillas en sus pantorrillas las campanas llamadas oyohualli.
Sus flechas tenían puntas barbadas. Luego se pusieron en movimiento, iban en orden, en fila; en ordenado escuadrón, los guiaba Coyolxauhqui.
Pero Cuahuitlícac subió en seguida a la montaña, para hablar desde allí a Huitzilopochtli, le dijo:
-"Ya vienen."
Huitzilopochtli le respondió:
- "Mira bien por dónde vienen."
Dijo entonces Cuahuitlícac:
-"Vienen ya por Tzompantitlan"
Y una vez más le dijo Huitzilopochtli:
-"¿Por dónde vienen ya?"
Cuahuitlícac le respondió:
-"Vienen ya por Coaxalpan."
Y de nuevo Huitzilopochtli preguntó a Cuahutlícac:
-"Mira bien por dónde vienen."
En seguida le contestó Cuahuitlícac:
-"Vienen ya por la cuesta de la montaña."
Y todavía una vez más le dijo Huitzilopochtli:
-"Mira bien por dónde vienen."
Entonces le dijo Cuahuitlícac:
-"Ya están en la cumbre, ya llegan, los viene guiando Coyolxahuqui."
En ese momento nació Huitzilopochtli, se vistió sus atavíos, su escudo de plumas de águila, sus dardos, su lanzadardos azul, el llamado lanzadardos de turquesa. Se pintó su rostro con franjas diagonales, con el color llamado "pintura de niño". Sobre su cabeza colocó plumas finas, se puso sus orejeras.
Y uno de sus pies, el izquierdo, era enjuto, llevaba una sandalia cubierta de plumas, y sus dos piernas y sus dos brazos los llevaba pintados de azul. Y el llamado Tochancalqui puso fuego a la serpiente hecha de teas llamadas Xiuhcóatl, que obedecía a Huitzilopochtli. Luego con ella hirió a Coyolxauqui, le cortó la cabeza, la cual vino a quedar abandonada, en la ladera de Coatépetl, montaña de la serpiente.
El cuerpo de Coyolxauhqui que rodando hacia abajo, cayó hecho pedazos, por diversas partes cayeron sus manos, sus piernas, su cuerpo.
Entonces Huitzilopochtli se irguió, persiguió a los 400 Surianos, los fue acosando, los hizo dispersarse desde la cumbre de Coatépetl, la montaña de la culebra.
Y cuando los había seguido hasta el pie de la montaña, los persiguió, los acosó cual conejos, en torno de la montaña.
Cuatro veces los hizo dar vueltas. En vano trataban de hacer algo en contra de él, en vano se revolvían contra él al son de los cascabeles y hacían golpear sus escudos.
Nada pudieron hacer, nada pudieron lograr, con nada pudieron defenderse. Huitzilopochtli los acosó, los ahuyentó, los destrozó, los aniquiló, los anonadó. Y entonces los dejó, continuaba persiguiéndolos. Pero ellos mucho le rogaban, le decían:
-"¡Basta ya!"
Pero Huitzilopochtli no se contentó con esto, con fuerza se ensañaba contra ellos. Los perseguía. Sólo unos cuantos pudieron escapar de su presencia, Pudieron liberarse de sus manos. Se dirigieron hacia el sur se llaman 400 Surianos, los pocos que escaparon de las manos de Huitzilopochtli. Y cuando Huitzilopochtli les hubo dado muerte, cuando hubo dado salida a su ira, les quito sus atavíos, sus adornos, su anecúyotl, se los puso, se los apropió, los incorporó a su destino, hizo de ellos sus propias insignias.
Y este Huitzilopochtli, según se decía, era un portento, porque con sólo una pluma fina, que cayó en el vientre de su madre Coatlicue, fue concebido.
Nadie apareció jamás como su padre. A él lo veneraban los mexicas, le hacían sacrificios, lo honraban y servían. Y Huitziiopochtli recompensaba a quien así obraba. Y su culto fue tomado de allí, de Coatépec, la montaña de la serpiente, como se practicaba desde los tiempos antiguos.