Los Carajás son habitantes seculares de las orillas del río Araguaia en los Estados de Goiás, Tocantins y Mato Grosso, en Brasil. Viven hoy distribuidos en aldeas. Mantienen sus costumbres tradicionales: la lengua nativa, muñecas de cerámica, rituales, adornos, cestería y artesanía en madera y hasta las pinturas corporales, como los característicos dos círculos en la cara. El siguiente mito de la Creación del mundo está recogido del libro Lendas brasileiras de Alceu Maynard Araújo. Fue tomado de la página web Rainha da Paz y traducido del portugués por Juan Carlos Alonso:
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Los indios carajás son originarios de un mundo subterráneo, donde la luz del sol penetra mientras aquí es noche. Ahí en ese hueco vivían los antepasados de los carajás, de los javaés, de los xambivás. Eran muy felices y morían de vejez sólo después de que se habían cansado de vivir.
Un día salieron de allá y pasaron a recorrer la tierra. Sin embargo, uno de ellos, por ser muy robusto, no consiguió pasar su cuerpo por el orificio de la piedra. Allá se quedó atorado. Los que estaban en la tierra, al regresar, le trajeron frutos, comidas y ramas secas de árbol. Él observó todo y dijo: “No quiero ir a ese lugar, ahí las cosas mueren pronto. Vean las ramas secas de los árboles. Vuelvan a nuestro lugar donde viviremos para siempre”.
Pero él volvió solo para el fondo del agujero y los carajás se quedaron en la tierra. Y todo aquí era oscuro... Se alimentaban con raíces y frutos de la selva que necesitaban ir a buscar.
Pero él volvió solo para el fondo del agujero y los carajás se quedaron en la tierra. Y todo aquí era oscuro... Se alimentaban con raíces y frutos de la selva que necesitaban ir a buscar.
Allí llegó un niño, vio a una niña, la halló bonita y se casó con ella... Después, mandó que ella fuera a la selva a recoger frutos. Y estaba todo oscuro. Se aproximó la madre, que quiso ayudar, pero como estaba oscuro para cosechar frutos, se hirió la mano con las espinas. Nada podían hacer porque estaba oscuro, hasta cuando apareciera un rayo de sol que iluminara. . Entonces, la madre mandó al niño a recoger raíces. En la oscuridad, el niño cogió y comió mandioca brava . Y comenzó a sentirse mal, acostado de espaldas. Un urubu dijo a los otros: “Él no está muerto, aún se mueve”.
Llegaron más urubus y el niño continuaba de espaldas, con los ojos parpadeando... Los urubus se fueron aproximando para picotear al niño. Pero el gavilán, más cuidadoso, se quedó volando alrededor, observando. Llegó más cerca del niño y gritó a los urubus: “Cuidado, él está vivo!”. Los urubus en coro respondieron: “Está muerto!”. Y la discusión comenzó: “Está muerto! Está vivo!”. Entonces el gavilán fue a buscar al urubu-rey, que confirmó que el niño estaba vivo. Entonces el gavilán fue a buscar al abuelo del urubu-rey, de pico rojo y pelo ralo, que llegó y dijo: “Está muerto!”. Y se posó sobre la barriga del niño. Entonces se oyó un chasquido... El niño cogió al urubu-rey con las manos. Él se debatió, agitó las patas, quiso huir, pero estaba preso. Entonces el niño dijo al urubu-rey: “Quiero adornos!”. Y el urubu respondió: “Voy a traerlos!”. Trajo las estrellas del cielo. Al niño no le gustaron porque continuaba oscuro. “Quiero otro adorno!”. El urubu trajo la luna. Y el niño respondió: “Tampoco sirve, aún está oscuro!”. Entonces el urubu-rey trajo el sol. Y el niño quedó contento porque todo quedó claro. Era el día.
La madre se aproximó al urubu-rey, que pasó a enseñarle la utilidad de todas las cosas. Entonces el niño soltó al urubu-rey. En eso, la madre se acordó de preguntar cuál era el secreto de la eterna juventud. El urubu respondió, pero lamentablemente estaba tan alto que todos oyeron la respuesta, los árboles, los peces, los animales, menos la madre y el niño. Por eso es que envejecemos y morimos.
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