Los muinane se ubican en la región del Aracuara, sobre el río Caquetá, Colombia. Antiguamente ocupaban la sabana de Cahuinarí, pero gracias a la explotación cauchera fueron desplazados de la zona, como diezmados en su población. La dureza de los trabajos en la explotación cauchera diezmósu población. En la actualidad se tienen registro de 547 personas. Este relato del mito de la creación está tomado del libro Mitos y petroglifos en el río Caquetá, del antropólogo colombiano Fernando Urbina, y fue tomado de la Biblioteca Virtual de la Biblioteca Luis Angel Arango, Bogotá. La narración es la siguiente:
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Dijoma es un gran cacique. Quiere seguir el 'estudio', el 'camino' de la boa de agua -anaconda- con el fin de saber qué hay en el mundo acuático. Dentro del proceso de aprendizaje infringe la dieta sexual. Aquello serpentino que ya se había formado en él, cae de su frente durante el baño, sin que el irresponsable aprendiz se percate de ello, y se convierte en una culebrita que posteriormente encuentran sus hijas en la quebrada. Llevan el animal a la casa y lo depositan en forma sucesiva en diferentes recipientes vacíos, cada vez más grandes, los cuales terminan rebosantes de agua, pues esa víbora es la 'dueña del agua'. Luego, puesta en un hoyo en el patio de la maloca, lo va agrandando hasta convertirlo en una gran laguna. La más hermosa de las hijas de Diijoma alimentaba a la culebra con bolas de almidón de yuca. El día en que el ostentoso cacique celebra un baile ritual para hacer conocer de toda la gente la mascota de sus hijas, el animal devora a su cuidandera junto con el almidón que ésta le ofrece. Diijoma, resuelto a vengar a su hija y a recuperar los collares que ella luciera el día de la tragedia, y en los cuales reside su poder como cacique, se deja devorar por la bestia. Recupera los tesoros y procede a rasgar lentamente el costado de la sierpe. Sufre al hacerlo porque a quien hiere es a su propio espíritu. El animal inicia un largo recorrido hasta llegar al mar. En este pasaje devora muchas gentes que viajan con sus respectivos productos hortícolas y bebe de todas las aguas con la intención de ahogar a su verdugo. Del mar regresa agonizante; del mar del oriente. Llega al sitio de partida donde el vengador concluye su labor dándole muerte para luego salir por el costado roto. Muchos de los episodios de este largo viaje sirven para nominar ríos y lugares, codificando el territorio. La hija superviviente convence a su padre para repartir segmentos del ofidio; las gentes al recibirlos obtienen de paso sus nombres como naciones: serán los mirañas, los boras, los uitotos, los diversos grupos muinanes, los brasileños, los peruanos, los colombianos, los gringos, los enanos.., todos los pueblos. El vindicador siembra la yuca cuyos esquejes había almacenado la boa en su panza, y continúa planeando venganzas. La infidelidad de su mujer durante tan larga ausencia (ciclo anual) lo impulsa a la siguiente metamorfosis, esta vez sí lograda a cabalidad: se convertirá en águila con el concurso de la paloma quien lo instruye en los secretos del vuelo. Empolla un huevo, hecho con el almidón de la yuca que la anaconda llevaba en su vientre. Los esquejes que ha plantado, poco a poco dan lugar a una gran ceiba; en sus ramas confecciona el nido. Al nacer la cría, la alimenta con presas humanas, comenzando por el amante de su mujer y continuando con casi todas las gentes de la tribu de ésta, para luego extender la vindicta a los miembros de la propia comunidad y, posteriormente, a otras naciones. Reunidos los sobrevivientes y poseídos algunos de ellos por el espíritu avizor del yajé, descubren la causa de sus males y planean la destrucción del comegente. Vencido al fin con la ayuda de su hija, despedazan su cuerpo y, siguiendo las instrucciones del propio gavilán, con los miembros fabrican los instrumentos y atuendos utilizados en la ceremonia del yáadiko, el palo ahuecado que representa la Canoa- serpiente, el tronco de la yuca, el principio serpentino de la creación, el origen de las tribus, el pilar invisible de la casa-templo comunal.
Los abuelos consejeros echan mano de este complejo relato en muchas circunstancias: el humano pertenece a la comunidad que tiene su ámbito propio en la maloca, el espacio humanizante por excelencia, donde se afirma la existencia comunitaria; no es lo propio del hombre estar tratando de volverse animal, dejando su puesto, y recurriendo al acto muy individualista de la brujería; el hombre encuentra en el animal su interlocutor pero no debe hacerse como él, y en el caso extremo de intentarlo ha de cumplir con todas las prescripciones hasta el final, sin dejar cabos sueltos; a fuerza de no contar con los otros, a fuerza de radicalizar el sí mismo, Diijoma sufre y perece: no es un ser del mundo de arriba -águila-, ni de abajo -serpiente-, es un ser para vivir en la comunidad de los hombres en donde finalmente queda repartido, integra do. Todo en este mito es circular como los mismos anillos de la sierpe.
Los abuelos consejeros echan mano de este complejo relato en muchas circunstancias: el humano pertenece a la comunidad que tiene su ámbito propio en la maloca, el espacio humanizante por excelencia, donde se afirma la existencia comunitaria; no es lo propio del hombre estar tratando de volverse animal, dejando su puesto, y recurriendo al acto muy individualista de la brujería; el hombre encuentra en el animal su interlocutor pero no debe hacerse como él, y en el caso extremo de intentarlo ha de cumplir con todas las prescripciones hasta el final, sin dejar cabos sueltos; a fuerza de no contar con los otros, a fuerza de radicalizar el sí mismo, Diijoma sufre y perece: no es un ser del mundo de arriba -águila-, ni de abajo -serpiente-, es un ser para vivir en la comunidad de los hombres en donde finalmente queda repartido, integra do. Todo en este mito es circular como los mismos anillos de la sierpe.
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