Los tehuelches se dividen en dos grandes grupos: los del Norte y los del Sur. Los primeros vivían en una amplia área desde el río Chubut en la Patagonia, Argentina, hasta la región pampeana incluida; los segundos tenían sus territorios tradicionales al sur del río Chubut, hasta el Estrecho de Magallanes. Este mito tehuelche fue tomado del libro Joiuen Tsoneka “Leyendas Tehuelches”, de Mario Echeverría Baleta. Portal Patagónico.
Kóoch (ser supremo, creador) ya había creado al sol para iluminar el día y dar calor a la existencia, pero durante el descanso de éste, Tons (la oscuridad, madre de los malos espíritus) daba libertad a sus hijos (los malos espíritus) que prodigaban los males por doquier y los gigantes Hol-Gok asomados por los ojos de las maderas viejas, por los huecos de las rocas y desde lo profundo de las cavernas, acechaban a los indios para prodigarles sus males, enfermedades y desgracias, entonces Kóoch crea a la luna, llamándola Keenyenkon (luna llena) para que ilumine a la tierra y aleje con su lumbre a los malos espíritus.
Las nubes que divagaban por el cielo, fueron presurosas a contarle al sol la buena nueva y tanto le hablaron de la pálida dama nocturna que decidió conocerla y una mañana quebró con sus rayos el horizonte antes de lo acostumbrado, por su parte Keenyenkon tampoco pudo resistir el embrujo del rubio madrugador y lo acompañó a través del azul del cielo hasta perderse en el horizonte quebrado de los Andes en un rojo atardecer.
Las nubes que divagaban por el cielo, fueron presurosas a contarle al sol la buena nueva y tanto le hablaron de la pálida dama nocturna que decidió conocerla y una mañana quebró con sus rayos el horizonte antes de lo acostumbrado, por su parte Keenyenkon tampoco pudo resistir el embrujo del rubio madrugador y lo acompañó a través del azul del cielo hasta perderse en el horizonte quebrado de los Andes en un rojo atardecer.
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