Una vez clausurada la vieja tradición, Añiraima inaugura el nuevo tiempo dando origen mediante un pelo de su barba a Jituri Páinueni, quien será el estantillo, el sostén central y el que establece los puntos cardinales, sustentando cada uno en un poste al igual que una maloca, la gran casa comunal.
Amasa la tierra como cuando se confecciona el budare (tiesto), le da consistencia. Se sienta a charlar... ve la luz azul, señal de la coca, y la blanca, señal del día, y la roja, símbolo de la sangre. Hace aparecer todo: es la generación de la gente. Ellos, los primordiales, los que sostenían los extremos, marcharon hacia los cuatro puntos cardinales. Ellos y sus gentes partieron sin nombres. Jíturi Páinueni quedó solo y comenzó a observar el lugar donde se gestó la humanidad. Solamente quedaba el vapor -el calor de las gentes- y el ombligo. En ese cordón umbilical -es como una hebrita roja formada por la reunión de todos los ombligos de los hombres-, en ese canangucho rojo (palma) con cuyo fruto se prepara la bebida empleada en la ceremonia de cambio de nombre, reside el secreto de la nominación de los humanos.
Los creados, convocados por Jíturi Páinueni, retoman de la diáspora para allegarse al origen donde procuran infructuosamente capturar la Boa-de-los-hombres. Será el mismo Jíturi Páinueni quien acometerá la empresa convertido en gavilán, símbolo de los muinanes, cuyo poder es similar al viento inasible, sólo reactualizado en las palabras buenas. Ascenderá en vuelo circular hacia el sol bebiendo su fuerza y desde lo alto picará sobre la sierpe. Después de agarrarla, la reparte entre la concurrencia.
Una vez recibido el correspondiente segmento, se obtiene el respectivo nombre, según el recipiente en donde se recoja la porción: Gente-de-hoja-de-yuca, Gente-de-hoja-de cumare... los muinanes obtendrán el nombre al bañarse con la sangre de la anaconda: los Untados-de-sangre. Dispersos de nuevo y ya en posesión de sus nombres y dialectos, los jefes de las tribus serán entronizados como tales cuando al retomar al lugar del origen hayan recibido las historias ( ráfue), la coca y el tabaco, dones de Jituri Páinueni con los cuales la humanidad podrá medrar en el buen vivir.
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