domingo, 24 de agosto de 2008

Brasil - Mito Sateré-Mawe - Origen de plantas

Los Sateré-Mawé, como se autodenominan, son un pueblo indígena, creadores del cultivo del guaraná, particularmente son los inventores del proceso la extracción del fruto de la trepadora silvestre. Están relacionados al tronco Tupí, y de la familia de los Tupí-Guaraníes. Los Sateré-Mawés se localizan en medio del río Amazonas, en Pará, Brasil. Este mito fue tomado y adaptado de la Rede Brasileira:
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En el comienzo de todas las cosas, había tres hermanos, dos eran hombres y la hermana era una muchacha bonita llamada Uniaí. Uniaí era la dueña de Nocoquém, un lugar encantado, uno de los mas hermosos de la Tierra. Solo ella conocía todas las plantas que había allí: las que servían para comer, las medicinales, las buenas para hacer jícaras y las que servían para hacer cuentas de collar. Todo lo que necesitaban sus hermanos, ella se los enseñaba poco a poco. Fue ella quien plantó en Nocoquem un árbol de castaño que creció como ninguno. Uniaí no tenía marido.
En aquel tiempo los animales eran también personas y todos tenían un solo deseo: casarse con ella. Pero los hermanos de Uniaí no querían: era mejor que su hermana se quedara con ellos, consiguiéndoles todo lo que necesitaban. Entre los animales, la viborita fue la primera en manifestar su deseo. Todos los días esparcía en el camino un perfume que alegraba y enternecía el corazón. Uniaí pasaba por ahí y exclamaba:
- Qué rico perfume!
La viborita que siempre andaba ahí cerca, acabó por animarse con esos cumplidos:
- Le gusto a Uniaí! Lo sabía.
Y fue a tenderse más adelante en medio del camino. Cuando llegó Uniaí, la viborita la miró fijamente a los ojos y deseó que fuera su esposa. Con ese simple encantamiento, cualquier animal, planta o persona estaba ya casado y engendraba un hijo. De esta forma, con el encantamiento del perfume, Uniaí quedó embarazada y sus hermanos se pusieron furiosos:
- Ahora Uniaí va a cuidar de su hijo y ya no nos va a ayudar en nada - dijeron.
Por ningún motivo querían ver a su hermana con su hijo.
Por eso Uniaí se marchó de Nocoquém. Entre tanto, el árbol de castaño se había hecho tan grande y frondoso que parecía un cielo verde y de sus ramas pendían unos erizos que, como cajitas de sorpresa, guardaban adentro las castañas.
Uniaí construyó su casa muy lejos, cerca de un río. El niño nació fuerte y bonito. Su madre lo bañaba entre las mariposas que acostumbraban volar junto a las riberas. Allí fue creciendo el niño cada vez mas fuerte y hermoso. Uniaí le contaba historias de Nocoquem, le contaba de las plantas, de sus tíos y del árbol de castaño. Cuando el niño aprendió a hablar, exclamó:
- Yo también quiero comer castañas. Yo también quiero comer esas frutas que tanto les gustan a mis tíos.
- No es fácil, hijo mío. Ahora tus tíos son los dueños de Nocoquém y nosotros no podemos entrar allí.
Pero el niño insistía en que quería comer esas frutas tan deliciosas.
- Es peligroso, hijo mío, tus tíos pusieron como guardianes al tepescuintle, el periquito y a la guacamaya.
- Pues de todos modos quiero ir.
Quería porque quería. A Uniaí no le quedó mas remedio que contentarlo, así que se pusieron en camino. Poco después, en Nocoquém, el tepescuintle vio debajo del árbol de castaño las cenizas de una hoguera en donde alguien había asado castañas. En seguida fue a contárselo a los hermanos de Uniaí. Uno de los hermanos sacudió la cabeza y dijo:
- Cómo es posible? ¿No será que el tepescuintle se equivocó?
Pero también el periquito vio lo mismo y también la guacamaya. Así que los dos hermanos decidieron mandar al chango para que vigilara el castaño y le ordenaron:
- Si ves a alguien, una persona o un niño, lo matas.
Al día siguiente el hijo de Uniaí quería comer más castañas y como conocía el camino a Nocoquem, se marchó solo. Esta vez el chango lo vio subir al árbol; entonces, escondiéndose en la espesura, sacó su arco y le disparó una flecha. Cayeron un montón de castañas y junto con las castañas, el niño.
Apenas Uniaí se dio cuenta de la ausencia de su hijo, salió corriendo hacia Nocoquem. Corrió y corrió sin parar. Cuando llegó, encontró su hijo muerto. Sopló y volvió a soplar pero nada! entonces lloró, lloró desesperadamente, no dejaba de llorar!
Pero de tanta tristeza brotó la fuerza:
- Tus tíos te hicieron esto. Querían verte muerto. Pero vas a ver, haré de ti la semilla de la planta mas poderosa que jamás se ha visto!
Y plantó a su hijo en la tierra y cantó de esta manera:
- Grande serás, curador de los hombres!Todos tendrán que acudir a ti para acabar con las enfermedades, para tener fuerza en la guerra y fuerza en el amor. Grande serás!
Entonces, del ojo izquierdo del niño nació una planta que no era fuerte. Era el falso guaraná, que todavía existe y que los indios llaman "uaraná-hôp". Después, del ojo derecho nació el guaraná verdadero que los indios llaman "uaraná-cécé". Por eso el fruto del guaraná se parece al ojo de las personas.
Unos días después, Uniaí fue a ver la planta que había criado. El guaraná estaba ya grande y lleno de frutos y debajo de él encontró a su hijo, alegre, fuerte y hermoso. Ese niño que nació de la tierra como una planta, fue el primer indio Maué. Es la fuerza y la vitalidad y es el origen de la tribu.

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