martes, 17 de junio de 2008

Perú - Mito Inca - El sol y la luna


Los Incas se consolidaron como el estado prehispánico de mayor extensión en América. Abarcó los territorios andinos que corresponden actualmente al sur de Colombia, pasando por Ecuador, Perú, Bolivia, hasta el centro de Chile y el noroeste de Argentina. La capital del Imperio fue la ciudad de Cusco (ombligo del mundo), por ser el centro del desarrollo de la etnia Inca desde sus inicios y su fundación por Manco Capac. El mito de los Willkas es narrado por Monseñor Pedro Villar Cordova en su artículo "El mito Wa-Kon y los Willka", y fue tomado de la página web Incas, presencia de una divinidad.
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El Dios del Cielo «Pacha Kamac», esposo de la diosa de la tierra «Pacha Mama», engendró dos hijos gemelos, varón y mujer, llamados «Willcas».
El dios «Pacha Kamac» murió ahogado en el mar de Lurín y se encantó en una isla; por este hecho quedó viuda la diosa «Pacha Mama» y sufrió con sus dos hijitos muchas penalidades. Era una noche interminable cuando la viuda salió de Kappur por las fragosidades de «Gasgachin» de la quebrada de «Arma» y descansó al pie de la roca de «Pumaquihuay».
Sobre las altas cumbres acechaban monstruos horrendos; los felinos hambrientos rugían en el fondo de la quebrada. Llenos de terror, los «Willcas» lloraban inconsolablemente.
La luz coruscante de una llama muy leve sobre un lejano picacho llenó de esperanza a la atribulada madre de los mellizos. Después de beber en la laguna de «Rihuacocha», la viuda y sus hijitos, continuaron su viaje hacia el sitio donde brillaba la luz.
Los «Willcas» no sabían que su padre «Pacha Kamac» había muerto, y dijeron a su madre: «¡Vamos pronto al sitio donde arde la leña y allí encontraremos a nuestro padre!».
La caverna de «Wakonpahuain» del cerro «Reponge» era el sitio donde ardía una hoguera: allí vivía un hombre semidesnudo, llamado «Wa-Kón».
--¡Pasad! le dijo, y sentaos sobre este «tuto» mientras yo cocino.
El «tuto» era un tejido de crin vegetal que todavía conservaba las espinitas. Los niños se hallaban incómodos sobre este asiento.
El «Wa-Kón» sancochaba patatas en una olla de piedra; y dirigiéndose a los mellizos les dice: «Id al puquio y traedme agua en ese cántaro». Los niños obedecieron; pero la vasija que llevaron a la fuente estaba rajada, y por esta causa los mellizos tardaron mucho en regresar a la caverna.
Mientras los «Willcas» se demoraban en la fuente, el antropófago «Wa-Kón» quiso seducir a la madre de los mellizos; más no pudiendo efectuar su intento, devoró a la diosa «Pacha Mama», quien pagó con la muerte su gran fidelidad al dios de los cielos, «Pacha Kamac». El maligno Wa-kón se nutrió de la carne y de la sangre codiciadas de la madre de los mellizos y guardó una parte de su cuerpo sacrificado en un olla muy grande.
Cuando los mellizos llegaron del manantial, se dirigieron a «Wa-Kón» y preguntaron por su madre. Wa-Kón les contestó: «Muy lejos de este sitio ha ido vuestra madre; pero, llegará muy pronto ella.» Más los días pasaban interminables y la madre de los «Willcas» no llegaba. Los niños lloraban amargamente la ausencia de su madre.
El Huay-chau, el ave que anuncia la salida del sol, que canta armoniosamente durante la aurora matutina, o tiene un graznido agorero como las «lechuzas», anuncia la muerte de alguna persona; compadecido de la desgracia de los «Willcas» les comunicó detalladamente la muerte de su madre y les anunció el peligro que ellos corrían en la compañía del sanguinario «Wa-Kón». Luego de referir a los niños el episodio de la muerte de la diosa «Pacha Mama», el pajarillo «Huay-chau» les dio un consejo: «Id, les dice, fuera de la Caverna de «Yagamachay» y debajo de una huanca (que era una piedra muy larga), se halla el «Wa-Kón» durmiendo. Atadlo con su abundante cabellera hacia la piedra mientras está dormido y luego huid de este sitio; porque, si el «Wa-Kón» se da cuenta de lo que vosotros le habéis hecho, os matará». Los niños obedecieron este mandato, y mientras el «Wa-kón» dormía atado a la piedra con sus propios cabellos, echáronse a correr vertiginosamente.
En esta desesperada peregrinación encontráronse los «Willcas» con el Añas [mofeta], la madre de los «zorrillos», la cual les dijo: ¿Por qué emprendéis la carrera, quién os persigue?...Los «Willcas» contaron a la madre de los zorrillos la tragedia de la viuda.
El Añas, al igual que su compañero de la mañana, el «Huay-chau», se compadeció de los infortunados huerfanitos y los adoptó como a nietos, escondiéndolos en su madriguera.
Por fin, se despertó el «Wa-Kón» de su profundo letargo y, después de libertarse con dificultad de su prisión, buscó a los «Willcas» por todas partes. En su viaje de investigación el genio maligno encontró a varios animales del campo y conversó con las aves del cielo: preguntó al Puma, al Cóndor y al Amaru [serpiente] si habían visto a los «Willcas». Pero estos animales no le dieron respuesta satisfactoria.
Por último, encontró a la astuta madre de los Añacos y le preguntó si había visto a los Willcas». El Añas contestóle: «Sí, los he visto que han seguido por ese camino; si tú quieres encontrarlos con mayor rapidez, sube sobre esa cumbre y entona una canción, fingiendo la voz de la madre de los «Willcas». Al eco de esa voz acudirán presurosos lo mellizos...». El «Wa-Kón» subió al cerro sin comprender que allí, la «Zorrillo» había puesto una trampa: comenzó a entonar la canción convenida con débil y angustiosa voz llamando a los «Willcas» como madre cariñosa; y, al fin, puso el pie sobre la piedra fatal de la trampa y rodó al abismo. Su muerte fue seguida de un espantoso terremoto.
Libres los niños de su cruel perseguidor y asesino de su madre, vivían muy felices en compañía de su abuela adoptiva, el Añas, que les alimentaba con su propia sangre. Pero los «Willcas» hastiados de la sangre que era su único alimento, suplicaron a su abuelita que les dejara ir al campo a «Shanar», o sea, a sacar las papas que habían quedado ocultas en la tierra al hacer la cosecha. La abuelita Añas les concedió permiso para ello; y cuando se entretenían en su labor, encontraron una oca muy dulce que por su forma de muñeca les llamó la atención. Los «Willcas» se pusieron a jugar con la oca, la que se rompió en varios pedazos y, no teniendo un juguete semejante, prorrumpieron en llanto. Cansados de llorar se quedaron dormidos; cuando despertó la niña contó a su hermanito lo siguiente: «Estábamos jugando, dijo, y yo arrojaba un sombrero al cielo donde se quedaba; aventaba mis vestidos y allí se quedaban. ¿Que significará todo esto?»...Los «Willcas» estaban pensativos, cuando, de improviso descendió del Cielo una soga, y el Añas les aconsejó que por allí treparan...Subieron todo juntos al Empíreo, donde el gran dios Pacha Kamac les esperaba.
El «Willca» varón se transformó en el Sol, y el «Willca» mujer, en la Luna. Pero, la vida de peregrinación que llevaron en la Tierra nunca terminó. El Sol seguirá su viaje astral, enviando su luz en el día, y la Luna, durante la noche, caminará iluminando el sendero que les tocó seguir acompañados de su infortunada madre viuda... La diosa «Pacha-Mama» se quedó encantada en aquel cerro cubierto de nieves perpetuas, como un blanco sudario, que hasta ahora recibe el nombre de «La viuda». La divinidad suprema «Pachacamaq», queriendo premiar la fidelidad de esta diosa que con sus hijitos sufrieron tanto, comunicó a la diosa «Pacha-Mama» la facultad generadora...
Desde la cumbre del picacho de «la Viuda» la diosa «Pacha-Mama» envía sus favores a todos los habitantes de esta región, por ella, el dios del cielo envía las lluvias, fertilizando la tierra hace que broten las plantas y haya muchas mieses; por ella, los animales nacen y crecen para servir de sustento al hombre; ella es la madre de los mellizos en las especies del hombre y de los otros animales.
La divinidad suprema «Pacha Kamac», también, premió al Añas haciendo que este animalito pudiera esconder a sus hijitos en su madriguera, de la misma manera como había protegido a los «Willcas» durante su estadía sobre la Tierra. Premió al Puma, haciéndole el rey de las quebradas y de los bosques, al Cóndor, como señor de las alturas, a la Víbora, haciendo que esta serpiente pudiera defenderse de sus enemigos por medio de su ponzoña y fuera el símbolo de la fecundidad y de la riqueza.
Con el reinado de los «Willcas» transformados en los semidioses el Sol y la Luna, triunfó la Luz y fue vencido para siempre el dios de la noche, el Wa-Kón, vengándose de esta manera la muerte de la diosa «Pacha-Mama», llamada por antonomasia, «La Viuda».

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