Los Sanema-Yanoama son una tribu seminómada del alto Orinoco. El Sanumá es uno de los idiomas Yanomami hablados en Venezuela y Brasil con una cercana relación entre ellos; es hablado por 4,612 personas en Venezuela y 462 en Brasil. En Venezuela, se habla el idioma en la vecindad del río Caura y sus afluentes, los ríos Erebato y Ventuari, en el estado Bolívar, así también en los alrededores del río Auaris. Este relato fue tomado de la obra Mitos de Creación de la Cuenca del Orinoco.
Iwá, el caimán en tiempos remotos era gente como todos los demás animales y todos los animales hablaban.
Había también indios Sanema-Yanoama pero la gente comía todo crudo porque no conocían el fuego. El dueño del ruego era Iwá, también llamado Iwaramé, el caimán. Iwá pasaba todo el día en el agua para cazar, pero su comida la preparaba en la cueva donde dormía. Todos los demás animales sabían que Iwá era dueño del fuego. También sabían que Iwá todo lo que comía lo asaba y cuando Iwá asaba su comida olía sabroso. Los demás animales suponían que
Iwá era el más fuerte de todos los animales porque comía asado. Cuando Iwá o Iwaramé abría su boca se le veía el fuego, entonces los indios sanema y muchos animales traían carne para colocarla frente a la cueva de Iwá para que cuando abriera la boca la asara. Así ocurrió muchas veces, los indios y los demás animales se llevaban lo que podían ya que Iwá se comía gran parte de la carne que ponían frente a su cueva y después dormía. Cuando dormía cerraba su boca y nadie podía ver el fuego. Cuando se despertaba salía de cacería y traía diversas presas de carne o pescado, estas presas las llevaba a su casa y cuando quería comer abría su boca y así encendía la leña y sobre la leña asaba todo lo que se comía, carne o pescado, pero él solo asaba su comida de noche y luego cerraba su boca para que nadie le robara el fuego.
Pero sucedió que una vez, un joven cazador sanema que andaba con su padre de cacería se extravió en la selva y por casualidad llegó a la cueva de Iwá, pero Iwá estaba dormido. Como el muchacho sabía que estaba en la casa del "Dueño del fuego" estaba muy asustado pero buscó por todas partes presas cocinadas o algún leño encendido pero no lo consiguió, apenas se encontró con una hoja chamuscada la que tomó lleno de terror y luego salió con la hoja fuera de la cueva. En la selva, se volvió a encontrar con su padre y le mostró la hoja quemada y le dijo a su padre: -papá, encontré esta hoja chamuscada-. ¿Dónde la encontraste? -En la casa de Iwá, el caimán- ¿No encontraste el fuego? -No, tampoco había carne asada. El fuego lo tiene dentro de su boca.
Su padre se puso a pensar: ¿Cómo haremos para robar el fuego de Iwaramé?...
Su padre siguió pensando en cómo robar el fuego del temible caimán y un día organizó una gran fiesta con todos los indios sanema y con todos los animales. La festividad era para disfrutar, comer y beber y tenía que ser inmediatamente después de la puesta del sol. Iwá o Iwaramé fue invitado y salió de su casa para asistir a la fiesta.
Todos los indios y todos los animales tenían instrucciones de que debían hacer chistes, piruetas y cualquier otra acción que los hiciera reir. De esta manera/ todos se reían a carcajadas pero Iwá, no se reía, mantenía su bocota totalmente cerrada.
Todos los animales se destacaban por sus habilidades y muy especialmente los pájaros que hacían piruetas en el aire.
Jashimó la gallineta azul/ bailaba y saltaba de un lado para otro/ levantaba su cola y lanzaba chorros de excrementos y sonaba: plo, plo, plo.
Todos los invitados se caían al suelo de la risa y otros se agarraban la barriga para no reventar de risa, pero Iwaramé, ni se sonreía ni abría la boca.
Ahora bailó Hiimá, el perro, y haciendo diversas piruetas lanzó un tremendo paquete de heces a los otros animales que bailaban y todos se reían, pero Iwaramé seguía muy serio.
Por fin se aparece en el gran patio Jiomonikoshwán el astuto pájaro montañero de color rojo como el fuego y comenzó un baile muy exótico y levantaba su cola y le ponía enfrente su ano a todos los personajes que bailaban. Cuando le tocó pasar frente a Iwá, le levantó la cola, le puso su ano frente a su boca pero a la vez le echó un finísimo chorro de heces sobre sus fauces. Esto sí le hizo gracia a Iwaramé y soltó una estruendosa carcajada: ja, ja, jaaa...
El fuego entonces comenzó a salir por llamaradas fuera de la boca y sonaba: fluum, fluum...
De inmediato, el pájaro Maipomué, que es el pájaro tijereta de doble cola larguísima, voló rápido y entró como un relámpago en la boca de Iwaramé y le tomó con su pico la bola de fuego de Iwá, luego voló por encima de todos los invitados y se llevó la bola de fuego a depositarla en el corazón del árbol Fuloi.
La mujer de Iwá, llamada Blajeyoma corrió hacia el árbol Puloi y orinaba en las raíces del árbol para apagar su fuego pero como el fuego estaba en el corazón del árbol, no lo logró.
Cuando el fuego salió de las fauces del caimán, la lengua se le achicó y por eso ahora es pequeña.
Desde entonces, Iwá, el caimán, avergonzado por su derrota se retiró de su cueva y se fue a vivir al agua y actualmente allí vive compartiendo territorio con Lalakilpará, la gran serpiente de las aguas, quien es la verdadera dueña de las aguas.
Desde ese tiempo, entonces los Sanema y los Yanomami van a buscar el fuego al corazón del Árbol Sagrado Puloi, porque allí lo dejó Maipomué.
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