El grupo Kogi se asentó en la costa caribe de Colombia, en las vertientes norte y sur de la Sierra Nevada de Santa Marta, cuyos picos se elevan a casi 6.000 metros sobre el nivel del mar. Actualmente su población es aproximadamente de 5.000 personas. Su lengua pertenece a la familia lingüística chibcha que guardan parentesco con los antiguos Tayronas y habitan en el resguardo Arhuaco, compartido con otras comunidades. Este mito que transcribimos fue tomado de la obra Los Kogi de Sierra Nevada, de Gerardo Reichel-Dolmatoff:
.El mundo tiene la forma de un huevo muy grande, puesto con la punta hacia arriba. Dentro de este huevo están las nueve tierras. Son como grandes platos redondos, el uno puesto sobre el otro. Nosotros vivimos en la tierra de en medio, en Senenúmayang. A ella siguen hacia arriba Bunkuáneyumang, Alúnayumang, Elnauyang y Koktómayangb. Estas tierras son buenas y se llaman Nyuí-nulang, tierras del sol. Hacia abajo siguen Kaxtashíftmayang, Kaxyúnomanga, Munkuányumangs y Séyunmanglü. Estas tierras son malas y se llaman Séi-nulang. La última tierra de arriba, es la más pequeña y muy estrecha por estar tan cerca del techo del mundo.
Este huevo grande que es el universo, es muy pesado. Está puesto sobre dos largas vigas y cuatro hombres lo sostienen, dos parados en el Oeste y dos en el Este. Los del Este son Sintána y Namsíku y los del Oeste son Nandú e Ibáui. Cada uno tiene sobre un hombro un extremo de una viga. Debajo del mundo hay agua. A flor de agua, flotando en la superficie, hay una piedra muy grande, plana y bella. Sobre esta piedra está sentada la Madre. Está desnuda. Ella da comida a los cuatro hombres y les da agua y los cuida. Les soba los brazos, los hombros y las espaldas para que no se cansen. Cuidar de estos cuatro hombres para que no se cansen de sostener la tierra, es todo lo que hace la Madre. De vez en cuando uno de los cuatro cambia la viga de un hombro al otro. Entonces la tierra tiembla. Por eso es malo brincar, tirar piedras, hacer rodar rocas en el monte o gritar duro. Por eso es malo que las mujeres se muevan durante el coito. El mundo temblaría y podría caerse de los hombros de los cuatro que los sostienen.
Cada una de las nueve tierras tiene su Madre, su sol, su luna y sus estrellas y en cada una de ellas vive gente. En la tierra más alta viven los gigantes. En la tierra más baja viven los enanos que se llaman Noanayómang. Su Madre es Haba Núbia. El sol de la tierra más alta se cambió hace mucho tiempo y fue Sintána quien lo puso allí. Este sol vivía antes en Kavikúngui y era muy malo. Le gustaba quemar la tierra.
Entonces Sintána lo cogió y lo puso en la tierra más alta. Pero desde entonces el sol no se mueve y siempre está como en el lugar de las 9 de la mañana. Para que la gente supiera cuándo era día y cuándo era noche, Sintána envió allí un pájaro que canta a la hora del amanecer.
En tiempos antiguos la gente de nuestra tierra iba a visitar las tierras de arriba y allí nadie se envejecía. Pero ahora ya no se puede ir. Nuestra tierra es la novena hija de la Madre, la Tierra Negra. Antes vivían en ella sólo indios, sólo hermanos. Pero entonces vinieron los blancos y persiguieron a los indios con enfermedades y maldades. Ellos vinieron de otra tierra, de una de las tierras de abajo. Por eso son malos. Un día, los cuatro hombres estarán cansados y no tendrán más fuerza para sostener el mundo. El uno dejará caer su viga y luego el otro, y así se volteará el universo y caerá al agua. Pero al caer el mundo, éste se abrirá y caerá sobre la Madre sin hacerle daño. Ella quedará dentro del mundo, en medio, como en un huevo grande. Ella será la única que vivirá entonces porque toda la gente morirá al caerse el mundo. Cuando suceda eso, vendrán de nuevo los Padres y las Madres. Entonces bajará del cielo un hilo largo y por ese hilo subirán los que han sido buenos. Los que se ahogan ahora y los que se matan en caídas, o los que son mordidos por culebras, resucitarán entonces. Por eso los ahogados no se entierran sino se ponen en una cueva a la orilla del agua. Nosotros, los Kogi hemos durado ya nueve siglos. Dentro de un siglo cumpliremos con la mitad de la vida y estaremos en la mitad del camino. Luego vendrán otros mil años y luego los cuatro hombres estarán viejos ya. Entonces el mundo se acabará.
Este huevo grande que es el universo, es muy pesado. Está puesto sobre dos largas vigas y cuatro hombres lo sostienen, dos parados en el Oeste y dos en el Este. Los del Este son Sintána y Namsíku y los del Oeste son Nandú e Ibáui. Cada uno tiene sobre un hombro un extremo de una viga. Debajo del mundo hay agua. A flor de agua, flotando en la superficie, hay una piedra muy grande, plana y bella. Sobre esta piedra está sentada la Madre. Está desnuda. Ella da comida a los cuatro hombres y les da agua y los cuida. Les soba los brazos, los hombros y las espaldas para que no se cansen. Cuidar de estos cuatro hombres para que no se cansen de sostener la tierra, es todo lo que hace la Madre. De vez en cuando uno de los cuatro cambia la viga de un hombro al otro. Entonces la tierra tiembla. Por eso es malo brincar, tirar piedras, hacer rodar rocas en el monte o gritar duro. Por eso es malo que las mujeres se muevan durante el coito. El mundo temblaría y podría caerse de los hombros de los cuatro que los sostienen.
Cada una de las nueve tierras tiene su Madre, su sol, su luna y sus estrellas y en cada una de ellas vive gente. En la tierra más alta viven los gigantes. En la tierra más baja viven los enanos que se llaman Noanayómang. Su Madre es Haba Núbia. El sol de la tierra más alta se cambió hace mucho tiempo y fue Sintána quien lo puso allí. Este sol vivía antes en Kavikúngui y era muy malo. Le gustaba quemar la tierra.
Entonces Sintána lo cogió y lo puso en la tierra más alta. Pero desde entonces el sol no se mueve y siempre está como en el lugar de las 9 de la mañana. Para que la gente supiera cuándo era día y cuándo era noche, Sintána envió allí un pájaro que canta a la hora del amanecer.
En tiempos antiguos la gente de nuestra tierra iba a visitar las tierras de arriba y allí nadie se envejecía. Pero ahora ya no se puede ir. Nuestra tierra es la novena hija de la Madre, la Tierra Negra. Antes vivían en ella sólo indios, sólo hermanos. Pero entonces vinieron los blancos y persiguieron a los indios con enfermedades y maldades. Ellos vinieron de otra tierra, de una de las tierras de abajo. Por eso son malos. Un día, los cuatro hombres estarán cansados y no tendrán más fuerza para sostener el mundo. El uno dejará caer su viga y luego el otro, y así se volteará el universo y caerá al agua. Pero al caer el mundo, éste se abrirá y caerá sobre la Madre sin hacerle daño. Ella quedará dentro del mundo, en medio, como en un huevo grande. Ella será la única que vivirá entonces porque toda la gente morirá al caerse el mundo. Cuando suceda eso, vendrán de nuevo los Padres y las Madres. Entonces bajará del cielo un hilo largo y por ese hilo subirán los que han sido buenos. Los que se ahogan ahora y los que se matan en caídas, o los que son mordidos por culebras, resucitarán entonces. Por eso los ahogados no se entierran sino se ponen en una cueva a la orilla del agua. Nosotros, los Kogi hemos durado ya nueve siglos. Dentro de un siglo cumpliremos con la mitad de la vida y estaremos en la mitad del camino. Luego vendrán otros mil años y luego los cuatro hombres estarán viejos ya. Entonces el mundo se acabará.
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