martes, 28 de enero de 2014

México - Mito Azteca - La inundación, Tata y Nena



El pueblo Azteca, antes llamado mexica, fue el último de los grupos nahuatlacos que llegaron a la cuenca de México, a finales del siglo XIII, cuando la mayor parte de los territorios centrales del país habían sido ocupados. Por tal motivo, se vieron obligados a luchar incansablemente para establecerse en el gran lago de México, en donde construyeron su espléndida capital, Tenochtitlán. El siguiente mito de Tata y Nena sucede en el contexto de los Cinco Soles aztecas y fue tomado de la obra Guerreros, Dioses y Espíritus de la Mitología de América Central y Sudamérica, de Douglas Gifford.

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Según la tradición azteca, la historia del mundo se debe a cinco Edades, o cinco Soles. Hay distintas versiones acerca de la leyenda de los Soles.
Algunos dicen que la primera Edad se asentó en un mundo dominado por la oscuridad, en el que sólo había animales merodeando por las vastas extensiones en donde no podía darse ningún otro tipo de vida. De haber existido ya por aquel entonces los humanos, hubieran sido devorados por los gatos monteses y por los ocelotes. Tan poderosos eran aquellos animales, que su tiempo es conocido como el de la Edad de los Gatos Monteses.
Sin embargo, al cabo del tiempo hubo gente que sobrevivió, porque los ocelotes no fueron capaces de comérselos a todos; pero, cuando la Edad de los Gatos Monteses llegó a su término, los hombres que allí quedaban se convirtieron en monos.


Muchas de aquellas leyendas señalan que los primeros cuatro Soles fueron llamados según los cuatro elementos: Tierra, Aire, Fuego y Agua. E incluyen, también, una Edad del Hambre. Durante cada edad del Sol aparecía la vida; pero toda Edad concluía en una catástrofe. El Sol Tierra, que según algunos fue también la Edad de los Gigantes, acabó violentamente en un terremoto y las montañas cayeron al mar. El Sol Fuego sucumbió batido por una lluvia de lava, que sembró de fuego abrasador toda la tierra. Los únicos supervivientes fueron los pájaros, y algunas gentes capaces de convertirse en aves y escapar volando del peligro. El Sol Aire cayó merced a los huracanes y a los vientos que arrancaban árboles, edificaciones, e incluso rocas y acantilados. El Sol Agua acabó en una gran inundación, que ahogó a todas las criaturas vivientes, excepto a los peces y a dos humanos, Tata y Nena.
Tata y Nena se encontraban trabajando la tierra un día, cuando el Sol Agua fue a buscarlos. Se acercó y les dijo:
—Voy a desatar un gran diluvio que cubrirá toda la tierra y que arrasará a todo ser que la habita. Pero vosotros os salvaréis.
—¿Y cómo podremos ponernos a salvo cuando desates la inundación, oh Sagrado Sol Agua? —le preguntó Nena.
—Debéis ir a uno de los grandes árboles que se levantan en medio del bosque —dijo el Sol Agua— y meteros en el agujero que hay en su copa, como si fuerais monos que quisieran esconderse. Aseguraos de que el agujero esté en verdad en la copa del árbol, muy lejos del suelo. Después, os metéis allí hasta que el caudal de las aguas descienda. Pero recordad que, cuando echéis pie a tierra otra vez, no deberéis ser glotones y comer más de lo que preciséis. Os conformaréis, únicamente, con una mazorca de maíz para cada uno, nada más.
El hombre y la mujer partieron, y efectivamente encontraron al poco un árbol, que era el más grande de cuantos se alzaban en el bosque; un árbol que tenía cientos de años, y que parecía tocar el cielo. Treparon por su tronco, y allí, en lo más alto, entre las robustas ramas, hallaron un gran agujero. Había sitio suficiente para ambos, y en semejante lugar buscaron acomodo. Llegaron al cabo las aguas, y la inundación hizo que su nivel subiera más y más, arrasando todo cuanto encontraban a su paso. Tata y Nena se encontraban a salvo en el agujero del árbol, y desde allí les era dado contemplarlo todo: Ramas que flotaban, árboles arrancados de raíz, cacharros de cocinar y herramientas de labranza, animales y gentes en las aguas. Después de lo que les pareció a ambos mucho tiempo, el caudal de las aguas descendió. Entonces los dos humanos salieron del escondrijo y descendieron con cuidado por el gran tronco, que seguía firmemente aferrado a sus raíces y a la tierra. Comenzaron, a la sazón, a buscar algo de comer; y cuando vieron un pez que nadaba en las aguas de un arroyo que aún tenía un elevado caudal, a causa de la inundación anterior, se olvidaron por completo del consejo que les diera el Sol Agua.
—Pesquémoslo —dijo Tata. Y cogieron al pez, hicieron un fuego con ramas, y comenzaron a cocinarlo. El humo del fuego se extendió entre las ramas de los árboles que seguían en pie, y un hilillo ascendió a los cielos. El Sol Agua vio el humo y entonces decidió bajar para ver lo que cocinaban.
—¿Por qué me habéis desobedecido? —tronó—. Os dije que no comierais más que una mazorca de maíz.
Acto seguido tomó un gran palo y les golpeó en la cabeza, removiendo la parte de su cerebro que había hecho a los humanos seres semejantes a los dioses, y los convirtió en perros. La Edad del Sol Agua había concluido.
El quinto Sol nació en Teotihuácan, la ciudad sagrada en donde mera levantada la pirámide en honor del Sol. El quinto Sol unió los cuatro elementos, y de tal unión surgió la Edad en la que vivimos. Algunos sostienen que la presente es la Edad de los Terremotos, del Hambre, de la Guerra y de la Confusión; otros dicen que, bajo el influjo del quinto Sol, el mundo sobrevive porque los cuatro elementos se conjugan perfectamente. Pero, según los aztecas, la armonía no podrá mantenerse a menos que el hombre observe el respeto debido a las divinidades y sea virtuoso. 

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