Tras el colapso de la cultura Maya, los toltecas se mezclaron con los sobrevivientes mayas y dieron origen a los maya-toltecas, entre los cuales se encuentran los quiches, los cuales se asentaron en el departamento de Quiche, Totnicapán, oriente de Quetzaltenango, norte de Retalhuleo y norte de Suchitepequez. Pasaron a la historia por el Popol Vuh,una pieza literaria aún valorada como testimonio de la cosmogonía de estos pueblos mesoamericanos. Este mito fue tomado de la obra Mitos y leyendas de América de la literata colombiana Melba Escobar.
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Aún no había gente ni animales ni pájaros ni nada. Sólo había el cielo y el mar quieto. En medio del silencio estaba Tepeu Gucumatz, al mismo tiempo la constructora y el creador, padre y madre, deslumbrante, cubierto de plumas verdes y azules. Así mismo existía la deidad del cielo, que con otro nombre se llama Huracán.
Huracán fue a reunirse con Tepeu Gucumatz para hablar con él sobre cómo debían ser los dioses que se proponían crear. Pensaron que debían hacer la comida para que la gente pudiera alimentarse. Formaron primero la tierra, y poco a poco fueron apareciendo los montes, los valles, los bosques y las costas. Después pusieron animales en montes y montañas, pájaros, leones, tigres y culebras en los bejucos. Cada animal se creaba para servir de guardián. Y a cada guardián le fue dada una casa, a los pájaros se les dieron los nidos para habitar en ellos en árboles y bejucos. Así, cada animal sabiendo lo que debía hacer, fue eligiendo su guarida o su nido. Una vez creadas las bestias y los pájaros, el creador les pidió que gritaran para entenderse entre ellos. Les dijo que no se quedaran callados. Entonces Huracán, Chipi—Cacuihá, Raxa—Cacuihá, el Corazón del Cielo y de la Tierra y Gucumatz, que ya estaban todos ahí reunidos, les pidieron a los animales que dijeran sus nombres, los nombres de sus creadores. Pero los animales no pudieron hablar. Como castigo, porque sólo les salían graznidos, chillidos, lorieos y cacareos, su carne fue destinada a ser sacrificada y comida, y solamente para esto serían matados todos los animales que viven en la tierra.
Los dioses se quedaron pensando cómo inventar una criatura que los llamase por su nombre y así recordara que fueron ellos y no otros sus creadores. Así es que crearon un ser grande que se movía con el impulso de los dioses. El problema que tenía este primer hombre, es que no sentía nada y al ponerlo en el agua se deshacía como un muñeco de arcilla. Decidieron pues, ir a hablar con Ixpiyacoc e Ixmucané, "dios solar tlacuache" y "dios solar coyote".
Estos llamaron a más dioses y todos reunidos pensaron que les gustaría tener muñecos de madera que hablaran, así como la gente. Estos muñecos hablaban y podían tener hijos, pero no tenían sentimientos ni sabían que eran hijos del edificador y manifestador. Hablaban con boca enjuta. No tenían pies ni manos, ni venas, ni intestino, ni sanare.
"Corazón del Cielo" los condenó a que desaparecieran de la tierra por causa de la muerte, y llegó una gran inundación en la que desaparecieron todos los hombres de madera. Tigres, conejos y águilas se comieron a estos hombres de madera, masticaron su carne y les sacaron las pepitas de los ojos, como castigo por habérselos comido.
De los muñecos de madera, sólo los micos subsisten en los bosques y guatales. Luego los dioses decidieron probar a hacer los hombres con la mazorca amarilla y la mazorca blanca. Desgranaron y molieron la mazorca amarilla y la blanca y con ellas hicieron nueve bebidas hechiceras. Esto hizo Tepeu Gucumatz. Luego se pusieron a pensar cómo hacer a nuestros primeros padres y a nuestras primeras madres. La carne de los primeros hombres se hizo pues de maíz molido. La primera gente se llamó Balam-Quitzé, la segunda Balam-Acab, la tercera Mahucutah, y la cuarta Iqui Balam. Estos fueron los nombres de los primeros. Los dioses comprendieron su inteligencia al ver que veían y comprendían todo cuanto hay bajo el cielo. Grande era su sabiduría, que transmitieron a los valles, el mar y las costas. Cuando vieron todo lo que había a su alrededor, se dieron vuelta y dieron las gracias a sus creadores. No se cansaban de agradecerles, dieron las gracias tres y cuatro veces, pues estaban dichosos de ver todo lo que habían puesto y creado en la tierra. "Nos han dado la carne, la boca, el aliento, la tierra; nos han dado la capacidad de ver todo lo grande y lo pequeño, y por eso somos dichosos y estamos agradecidos". Pero a los dioses no les gustó que pudieran ver "todo lo grande y lo pequeño".
"Creerán que pueden ser tan poderosos como nosotros", dijeron. Y decidieron entonces empañarles la vista, para que sólo pudieran ver lo que se hallaba cerca.
Fue durante un sueño, que los primeros hombres recibieron a las hermosas mujeres que habrían de ser sus compañeras. Estos fueron pues sus nombres: Cahá-Paluna fue el nombre de la mujer de Balam-Quitzé; Chomiha fue el nombre de la mujer de Balam-Acab; Tzununihá, fue el nombre de la mujer de Mahucutá; y Caquixahá fue el nombre de la mujer de Iqui-BaIam. Ellos engendraron las gentes de las grandes y pequeñas tribus. Este fue pues, nuestro origen, el de la gente quiche, como descendientes de ellos.
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Aún no había gente ni animales ni pájaros ni nada. Sólo había el cielo y el mar quieto. En medio del silencio estaba Tepeu Gucumatz, al mismo tiempo la constructora y el creador, padre y madre, deslumbrante, cubierto de plumas verdes y azules. Así mismo existía la deidad del cielo, que con otro nombre se llama Huracán.
Huracán fue a reunirse con Tepeu Gucumatz para hablar con él sobre cómo debían ser los dioses que se proponían crear. Pensaron que debían hacer la comida para que la gente pudiera alimentarse. Formaron primero la tierra, y poco a poco fueron apareciendo los montes, los valles, los bosques y las costas. Después pusieron animales en montes y montañas, pájaros, leones, tigres y culebras en los bejucos. Cada animal se creaba para servir de guardián. Y a cada guardián le fue dada una casa, a los pájaros se les dieron los nidos para habitar en ellos en árboles y bejucos. Así, cada animal sabiendo lo que debía hacer, fue eligiendo su guarida o su nido. Una vez creadas las bestias y los pájaros, el creador les pidió que gritaran para entenderse entre ellos. Les dijo que no se quedaran callados. Entonces Huracán, Chipi—Cacuihá, Raxa—Cacuihá, el Corazón del Cielo y de la Tierra y Gucumatz, que ya estaban todos ahí reunidos, les pidieron a los animales que dijeran sus nombres, los nombres de sus creadores. Pero los animales no pudieron hablar. Como castigo, porque sólo les salían graznidos, chillidos, lorieos y cacareos, su carne fue destinada a ser sacrificada y comida, y solamente para esto serían matados todos los animales que viven en la tierra.
Los dioses se quedaron pensando cómo inventar una criatura que los llamase por su nombre y así recordara que fueron ellos y no otros sus creadores. Así es que crearon un ser grande que se movía con el impulso de los dioses. El problema que tenía este primer hombre, es que no sentía nada y al ponerlo en el agua se deshacía como un muñeco de arcilla. Decidieron pues, ir a hablar con Ixpiyacoc e Ixmucané, "dios solar tlacuache" y "dios solar coyote".
Estos llamaron a más dioses y todos reunidos pensaron que les gustaría tener muñecos de madera que hablaran, así como la gente. Estos muñecos hablaban y podían tener hijos, pero no tenían sentimientos ni sabían que eran hijos del edificador y manifestador. Hablaban con boca enjuta. No tenían pies ni manos, ni venas, ni intestino, ni sanare.
"Corazón del Cielo" los condenó a que desaparecieran de la tierra por causa de la muerte, y llegó una gran inundación en la que desaparecieron todos los hombres de madera. Tigres, conejos y águilas se comieron a estos hombres de madera, masticaron su carne y les sacaron las pepitas de los ojos, como castigo por habérselos comido.
De los muñecos de madera, sólo los micos subsisten en los bosques y guatales. Luego los dioses decidieron probar a hacer los hombres con la mazorca amarilla y la mazorca blanca. Desgranaron y molieron la mazorca amarilla y la blanca y con ellas hicieron nueve bebidas hechiceras. Esto hizo Tepeu Gucumatz. Luego se pusieron a pensar cómo hacer a nuestros primeros padres y a nuestras primeras madres. La carne de los primeros hombres se hizo pues de maíz molido. La primera gente se llamó Balam-Quitzé, la segunda Balam-Acab, la tercera Mahucutah, y la cuarta Iqui Balam. Estos fueron los nombres de los primeros. Los dioses comprendieron su inteligencia al ver que veían y comprendían todo cuanto hay bajo el cielo. Grande era su sabiduría, que transmitieron a los valles, el mar y las costas. Cuando vieron todo lo que había a su alrededor, se dieron vuelta y dieron las gracias a sus creadores. No se cansaban de agradecerles, dieron las gracias tres y cuatro veces, pues estaban dichosos de ver todo lo que habían puesto y creado en la tierra. "Nos han dado la carne, la boca, el aliento, la tierra; nos han dado la capacidad de ver todo lo grande y lo pequeño, y por eso somos dichosos y estamos agradecidos". Pero a los dioses no les gustó que pudieran ver "todo lo grande y lo pequeño".
"Creerán que pueden ser tan poderosos como nosotros", dijeron. Y decidieron entonces empañarles la vista, para que sólo pudieran ver lo que se hallaba cerca.
Fue durante un sueño, que los primeros hombres recibieron a las hermosas mujeres que habrían de ser sus compañeras. Estos fueron pues sus nombres: Cahá-Paluna fue el nombre de la mujer de Balam-Quitzé; Chomiha fue el nombre de la mujer de Balam-Acab; Tzununihá, fue el nombre de la mujer de Mahucutá; y Caquixahá fue el nombre de la mujer de Iqui-BaIam. Ellos engendraron las gentes de las grandes y pequeñas tribus. Este fue pues, nuestro origen, el de la gente quiche, como descendientes de ellos.
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