sábado, 17 de mayo de 2008

Venezuela - Mito Warao - Origen del Sol


Los Warao son un pueblo indígena de Venezuela que habita el delta del Orinoco y parte del sur del estado Monagas, compuesto por más de 36.000 personas. El mito que transcribimos sobre el origen del Sol fue recogido por Johannes Wilbert en su libro Textos Folklóricos de los Indios Warao, y fue tomado de la página web El firmamento Warao.
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Al principio, todos eran muy desgraciados: no existía el Sol, todo era oscuridad. Todos estaban mal, pues no podían buscar comida. Pero corría una leyenda, sobre cierto Warao, buen mozo que se aseguraba ser el dueño del Sol. Es decir, que el Sol tenia dueño. Había una familia Warao que no podía buscar su alimento. Este matrimonio tenía dos hijas y el padre pensó en mandar a una de ellas en busca de ese joven prodigioso, dueño del Sol. Enviaron la primera de las hijas, a través de un camino. "Lo notarás por la mayor cantidad de agua. Vete por él, sin hacer caso de los cañitos (afluentes)". Ella equivocó el camino al tomar otra dirección y llegó a la casa donde un hombre la poseyó. Aquél no era un Warao: era un Jebu (espiritu) llamado "Joidatu" (el dueño de la marea alta). La niña regresó a su casa y contó lo sucedido.

Entonces el padre ordenó a la segunda hija ir donde el Sol. En el camino tuvo cuidado de no perderse hasta que llegó a la casa del joven. Relató a éste que venía, diciendo: "Mi madre y mi padre me han mandado a buscar lo que tú tienes (el Sol). El joven respondió: "Está bien, si tu estás íntegra tendrás buena suerte y llevarás lo que me pertenece (mi Sol). Si eres como la otra (desflorada) no lo podrás llevar".
Inmediatamente el joven se levantó y metió su Sol en un recipiente. Al meterlo, se hizo de noche. Entonces el joven agarró a la niña por el brazo y la acostó con él en el chinchorro. La poseyó advirtiéndole: "Te daré lo mío. Pero cuidado con decir que estás desflorada. No menciones esto a tu padre ni a tu madre". Enseguida, el dueño del Sol se levantó, destapó el recipiente de la luz y lo entregó a la niña. Se lo puso en sus manos diciéndole. "Vete ya". La niña marchó, pensando en sus padres. Contó lo sucedido. Ella colgó el Sol que llevaba allí dentro, de un tirante en la casa. Entonces el padre se levantó y tiró del recipiente hacia abajo. Al tirar, se rompió la cuerda y, cayendo al suelo, se quebró el recipiente. Al quebrarse, se iluminó toda la tierra. Al iluminarse, se enteró el dueño del Sol y al darse cuenta de lo sucedido, lloró.
Aquella luz liberada enseguida flotó para arriba, hacia las raíces de las nubes. Así que el Sol quedó flotando allá arriba, en el oriente. De modo que al tirar el Sol, éste subió en el Oriente, convertido en el Sol que nos alumbra.

Pero el Sol salía rápidamente y corría a gran velocidad, de modo que a los Warao no les daba tiempo para buscar su comida. El Warao pensaba cómo arreglar el asunto y de pronto dijo: "El remedio será un morrocoy. Se puso a buscarlo y lo encontró, lo agarró y lo limpió con esmero. En esto, salió el Sol y seguía caminando y caminando a toda velocidad. Entonces el Warao agarró su morrocoy y cuando el Sol se acercaba al occidente, lo arrojó para arriba, al Sol. Lo entregó y se hizo de noche. Al día siguiente, al amanecer salió el Sol. Pero, después del amanecer, el Sol caminaba despacito, como lo hace ahora. Entonces los Waraos se alegraron sobremanera y se sentían felices.

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