Los Chibchas o Muiscas, son un pueblo amerindio perteneciente a la familia lingüística chibcha que habitaron las riberas del río Magdalena, cerca de Bogotá, Colombia. En el pasado ocupaban parte de la actual Panamá y los altiplanos de la cordillera Oriental de Colombia. El siguiente mito de Bochica, héroe civilizador, de Huitaca, diosa opuesta, y del diluvio como castigo, es una adaptación realizada por Juan Carlos Alonso, tratando de mantener en lo posible los terminos utilizados por tres autores consultados, Roberto Restrepo, Francois Correa y Javier Ocampo. Un análisis psicológico de estos mitos pueden encontrarse en el artículo Transición al patriarcado en los mitos cosmogónicos chibchas, de la psicóloga colombiana Maria Claudia Munevar.
.
El poder de Bachué se debilitó cuando apareció Bochica, el enviado de Chiminigagua, un hombre «no conocido de nadie», de avanzada edad, largos cabellos y blancas barbas, descalzo, que se ayudaba con un bordón de oro y vestía una túnica recubierta por una almalafa. En Bogotá y en Sogamoso impartió sus enseñanzas sobre oficios, cultivos, normas y cultos. Era un maestro, en especial de los tejidos. Tenía control del tiempo, el cual gobernaba a su antojo: podía hacer llover, enviar heladas, escarchas, fríos, y calores. Podía producir enfermedades, pero también curarlas.
Ante la nueva situación que dio un mayor poder al hombre, apareció la diosa Huitaca, «hermosísima y de grandes resplandores» quien llegó para persuadir a las gentes que llevaran una «vida ancha, placeres, juegos y entretenimientos de borracheras». Predicó y difundió cosas «con novedad y malicia», que por lo contrarias a las de Bochica, «atraía con la facilidad que refieren la muchedumbre». Logró confundir la doctrina y las buenas acciones del predicador, y les instó a la embriaguez con el zumo de una planta, a mascar tabaco, a consultar los oráculos y equivocar los diseños de sus mantas.
El dios Chibchacum, el protector de los dominios del Zipa, agraviado por las murmuraciones y ofensas estimuladas por la diosa Huitaca, decidió castigar a la gente y provocó un espantoso diluvio, juntando las aguas de dos ríos que, salidos de madre, anegaron las tierras y cultivos provocando las hambrunas Los chibchas pidieron a Bochica su protección ante la maldición de Chibchacum, por lo que una tarde apareció resplandeciente Bochica, «reverberando el sol en el aire húmedo contra esta sierra de Bogotá», quien ante un inmenso arco iris, convocó a los principales y, condolido de su suerte, arrojó contra las peñas que rodeaban el inmenso lago represado su vara de oro que separó la sierra y desaguó la sabana por el Salto de Tequendama.
Así, el agua brotó, precipitando el agua represada en una catarata estruendosa, desinundando las tierras, y posibilitando de nuevo la siembra. Indignado Bochica por el proceder de Chibchacum, este fue castigado a cargar eternamente el globo terráqueo, que hasta ese momento había estado reposando en cuatro grandes guayacanes que sustentaban la tierra. Cuando, cansado, Chibchacum cambiaba el mundo de un hombro a otro, se producían los temblores en la tierra. Pero también Bochica castigó a Huitaca por sus malas enseñanzas a la gente, «le dio plumas y transformó sus miembros en lechuza», «e hizo que no anduviera sino de noche, como ella anda».
Las gentes quedaron obligadas a adorar y hacer sacrificios a Bochica luego del poder demostrado al des-anegar la sabana. Tiempo después, él desapareció en Iza, un pueblo cercano a Sogamoso, dejando estampada la huella de su pie en una piedra de cuya raspadura bebían las mujeres preñadas para tener buen parto y que por su carácter sagrado, era visitada en peregrinación por los chibchas.
Excelente!!!
ResponderEliminar